Eduard Farelo (Barcelona, 1970) es una de las caras más conocidas del mundo de la farándula catalana. Desde Nissaga de poder es uno de los rostros imprescindibles de las series de TV3, unas novelas que en su día tuvieron mucha fuerza y que ahora parecen eclipsadas por las plataformas. Al actor eso le duele.
El catalán recuerda que en su día fueron un modelo a seguir en el audiovisual catalán y lamenta que perdiera ese tren. Su teoría es que, tal vez, desde las instituciones e incluso desde dentro del medio no se cree en el potencial que tiene Cataluña en este sector.
Teatro
Al margen de eso, Farelo no deja el teatro. Intenta no perder ese carro y, como mínimo, intenta realizar una obra al año. La nueva es un gran reto. Desde finales de enero encarna al Sebastià de Terra baixa en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC). A los mandos de esta gran nave está la directora del ente, que también dirige el montaje, Carme Portaceli.
Ella, junto a Pablo Ley, han desmontado este clásico catalán para enmarcarlo en su contexto y el actor se ha dejado llevar. Lo hace siempre. Asegura que, pese a los años de experiencia, disfruta dejándose llevar por sus directores, tanto que preferiría sólo ensayar y trabajar el personaje durante los ensayos que ponerse frente al público y las cámaras. Así lo cuenta a Crónica Directo.
--Pregunta: Cuéntenos qué supone meterse en la piel de Sebastià y protagonizar un clásico catalán como ‘Terra baixa’.
--Respuesta: Meterme en la piel de Sebastià al final lo afrontas como el resto de personajes. Sí que es verdad que, al ser un texto tan conocido, tan querido por la gente aficionada al teatro, cuando te hablan de hacer una versión adaptada siempre comienzas la lectura con la expectativa de ver qué te encuentras. Pero estamos muy contentos, yo creo que la reacción es muy positiva, que los trozos que hacemos de Terra baixa funcionan, y muy bien. Hemos conseguido hacer una lectura contemporánea del texto del Guimerà y, aparte de eso, Pablo Ley y Carme Portaceli han montado toda una estructura en torno a la función que sirve mucho al público para entender el contexto social de la época, cuáles son las motivaciones que llevan al Guimerà a escribir este texto, esta tragedia que en su momento era una tragedia romántica y que nosotros hemos convertido más en una tragedia social.
--De hecho, parece casi otra historia.
--A ver, al final nosotros hacemos Terra baixa y la hacemos de forma completa, pero Pablo y Carme parten de un supuesto: todo el mundo conoce el final de la obra. En su momento, este final fue muy potente y sorprendía a los espectadores. Aquí teníamos que jugar con esto. Entonces Pablo se inventa esta estructura en la que el asesinato ocurre a los cinco minutos de empezar la función. Así Pablo ya se puede relajar e intenta hacer una reconstrucción de este crimen, buscar los porqués de este asesinato.
--Y ahí entra el contexto que ayuda a dar otra dimensión a la obra.
--Sí, yo creo que sí. Al final Guimerà, como todos los grandes autores, lo que hace con su obra es reflejar la sociedad en la que le he tocado vivir. Era el momento en que los conflictos sociales y la tensión política eran muy grandes en toda Cataluña, pero en Barcelona especialmente: empiezan los movimientos anarco-sindicalistas, el pistolerismo, la lucha de los obreros para tener mejores condiciones sociales. Y al final, el autor cuenta la historia de alguien que está bajo la protección, pero también bajo el yugo de un amo. Coloca la historia en una masía perdida de la Cataluña interior para explicar los conflictos que existían en la ciudad de Barcelona.
--¿Y qué le explica al espectador de hoy?
--Yo creo que hay una reflexión importante sobre esta cuestión. Puede parecer que hoy en día los amos no existen, pero tanto Carme como el resto del equipo, estamos convencidos de que socialmente hay un tira y afloja constante y debemos estar muy pendientes de que nuestras libertades y nuestros derechos no sean pisoteados de forma constante. Hoy en día, el dueño de Mas Bordís, probablemente, no sería un señor encerrado en el interior de Cataluña, pero sí un gran propietario de una red social o de alguna compañía en las nuevas tecnologías, estaría encerrado probablemente en un despacho, iluminando nuestras vidas, pero desde un algoritmo, supongo
--¿Qué generación tiene usted con esos algoritmos?
--La verdad es que muy poca, yo me considero un boomer. Es un mundo que me queda un poco lejos, sinceramente. Todo es muy inmediato y me cuesta un poco. No digo que no estén bien, pero en todo caso no es un terreno en el que yo me sienta relativamente cómodo.
--Perdón por el inciso. Volvamos a la obra. Con esta visión del amo, cómo transita este personaje tan intenso y malo malísimo.
--Es un personaje intenso y, por mucho que sea el dueño del Mas Bordís, no acaba de estar muy cómodo en su piel. No se trata de defender a este personaje porque es indefendible. Lo que sí ha intentado es entender sus motivaciones para poder encarar este comportamiento. Para empezar, hoy por hoy, a este personaje se le acusaría de acoso sexual y de abuso de poder probablemente.
--¿Está cómodo en este personaje de malo?
--En este mundo está muy bien cuando puedes escoger y yo he intentado hacer un poco de todo. Y la aproximación a los personajes intento hacerla de la misma manera, respetuosa con los personajes. Sí es verdad que hay personajes en que la empatía está enseguida y este no es el caso. No hay ningún motivo para querer al personaje, ni yo, ni el resto de personajes y de mis compañeros en la función. Pero sí es necesario. Es mucho mejor hacer de un hijo de puta en una función que intenta plantear una reflexión importante que estar en una función que defienda determinadas cosas, por mucho que toque hacer el chico bueno.
--¿Y cómo lo compagina con la serie de TV3?
--Trabajando mucho. Las temporadas que me toca compaginar teatro y televisión, básicamente vivo para trabajar. Voy del plató al teatro, de aquí a casa, de casa a estudiar, de estudiar en el plató y vuelvo al teatro y ya está. Claro que, cuando haces una serie como esta, en la que ya llevamos seis años, o decides aislarte del teatro y no volver a hacer nunca más o debes ir asomando la cabeza e intentar realizar un montaje al año. Un montaje que te interese y en el que estés cómodo.
--¿Eso significa que el teatro es algo que le engancha y que no quiere dejar?
--Es evidente, pero yo siempre digo que me gustaría ser actor de ensayos, que es una figura que creo que no existe en España. Y que después viniera el protagonista e hiciera la función. En la ópera se hace mucho, pero en el teatro no. A mí me gusta ensayar. Hacer función también me gusta, tiene otro tipo de cosas, pero a mí lo que me gusta es el proceso del ensayo de la función, que es cuando se levanta la obra, cuando existe un proceso de investigación alrededor del personaje y la obra.
--¿Significa eso que es actor de método?
--Yo intento, sobre todo, dejarme llevar mucho por los directores. Hay otros actores que quizás no lo necesitan tanto. Yo necesito mucho la figura externa del director, que sea él quien marque las pautas y fiarme mucho en su mirada. Porque, al final, como actor tú estás desnudo en el escenario y no eres demasiado consciente de lo que estás haciendo, por eso necesitas a alguien que te conozca desde fuera.
--Y en este caso, ¿cómo ha sido dejarse dirigir por Carme Portaceli, directora además del TNC?
--Carme es de esas que cayó en la marmita cuando era pequeña y tiene capacidad para todo. Tiene ese potencial y capacidad para aislarse cuando está en la sala de ensayos, dedicarse única y exclusivamente a lo que está haciendo y olvidarse de la institución, de su cargo. En este sentido tengo que decir que ha sido muy placentero porque es una directora a la que le gusta mucho trabajar con los actores y que no deja de tensar la cuerda, que a mí es algo que me gusta y que me interesa.
--¿Cómo ve el teatro catalán actual después de la crisis?
-- Yo creo que el teatro vive un momento fantástico en cuanto a creadores, a creación, a nuevas compañías --que algunas ya no son tan nuevas, porque llevan seis, ocho, 10 años trabajando--. El panorama es hiper alentador. Lo que hace falta es más apoyo público y seguir trabajando. Hay compañías que atraen a un público joven, que es lo que necesitamos en el teatro. Aquí estamos funcionando a tope y está muy bien.
--¿Está igual en las series? Ya que usted está y ha participado mucho de las series catalanas, ¿cómo ve el panorama de las series y sobre todo de las series de la cadena pública con la llegada de las plataformas?
-- En el mundo del audiovisual ya tendríamos muchos peros. Yo recuerdo cuando hacíamos Nissaga de poder que los directores de Antena 3 y Telecinco venir a los platós de TV3 para ver cómo rodábamos eso y cómo se levantaba una serie, cómo se podía hacer rentable esto y que funcionara. Y Barcelona debe ser un gran motor del mundo audiovisual para convertirse en lo que somos ahora, que no dejemos de ser un hub en el que vienen a rodar anuncios de publicidad o grandes producciones, pero todo el talento que existe, que además hay mucho, se quede aquí. Si miras el panorama del Estado español, en cualquier equipo el 30% son catalanes. Y, en cambio, se ha dejado pasar esa oportunidad. Yo espero que en algún momento lleguemos a ese 2% de presupuesto de cultura del que se habla y es necesario, para que todo este potencial se quede aquí y estalle y lo aprovechemos para contar historias nuestras, que al final es la mejor forma de llegar a todos los públicos.
--Siempre se habla de ese 2% en cultura y nunca llega, ¿es una utopía?
--Yo vivo en la utopía constante, como toda la gente del sector. Pero el tema del audiovisual es que es absolutamente absurdo. No es un problema idiomático, porque las plataformas están acostumbradas a recibir proyectos en todos los idiomas del mundo. Esto no nos cierra puertas, al contrario. Lo que hace falta es un impulso y creérselo desde aquí y apostar por realizar grandes producciones. Eso necesita de inversión, de coproducciones con el exterior, de productoras que se lancen y de gente que desde aquí lo apoye y que públicamente se haga el trabajo de trabajar en esto.
--Pero se hizo. 'Merlí' funcionó.
-- Sí, fue una chispa. Y en lugar de aprovechar ese impulso en ese momento… ¿por qué ha sido así? Yo estoy convencido de que Merlí, si de inicio hubiera tenido el 30% o el 40% más de presupuesto tendría un empaque… Se hizo con la segunda temporada con Netflix. Yo pienso, sinceramente, que el talento, los guionistas, los creadores están ahí, sólo hace falta creérselo y apoyar al sector. Sé que piensan que somos muy pesados y hay muchas urgencias. Y tampoco interesa demasiado, porque unas elecciones no se ganan apoyando la cultura. Aunque yo creo que el país, a la larga, sí gana.