Rafa Méndez (Tenerife, 1975) es un bailarín de fama internacional que adquirió notoriedad mediática tras su participación en Fama, a bailar, un reality de baile que lo catapultó en televisión. Pero su talento va mucho más allá.
Su carrera empezó en Canarias pero rápidamente dio el salto al cuerpo de baile de la Rai, la televisión pública italiana, de la mano de Luca Tommassini. Tras esto, fue coreógrafo de artistas de la talla de Geri Halliwell, Tiziano Ferro, Rebeka Brown e incluso Paris Hilton, entre muchos otros.
Pasado, presente, televisión y teatro
Mientras tanto, no ha dejado la televisión ni las tablas. Lo último que ha hecho para la pequeña pantalla es The Dancer, programa en el que se ha reencontrado con Lola Índigo, y que le permite mostrar otra faceta nunca vista de él. Pero lo que defiende con más pasión es Canarias no sólo plátanos, un espectáculo que combina danza y teatro para reivindicar el talento de la insularidad.
El show tuvo su estreno el fin de semana anterior a la declaración de estado de alarma y tuvo que cancelarlo, así como las clases que iba a dar en Parla. Méndez, en cambio, prefiere no mirar hacia lo malo del pasado, sino que se queda con lo bueno vivido y con el futuro más próximo: llevar su espectáculo al Teatro Rialto de Madrid este 3 y 4 de septiembre, el 10 al Teatro Campos Elíseos de Bilbao y el 11 de septiembre al Teatro Gayarre de Pamplona. Días antes habla con Crónica Directo sobre el citado montaje y su carrera.
--Pregunta: ¿Canarias no solo plátanos es sólo una reivindicación de las islas?
--Respuesta: En parte sí, pero también es una forma de dar oportunidad a jóvenes talentos canarios que, por la insularidad, les cuesta mucho más obtener trabajo. Con mis idas y venidas entre Madrid y Tenerife me di cuenta que debía hacer algo. Canarias no es sólo una islita pero pasa muy poca cosa pero es mucho más que solo “una hora menos”. Asimismo, el espectáculo hará que ames más a tu tierra, seas de donde seas, y a tus islas, que forman parte de ti. Integración total.
--Asimismo, presenta mucho más que danza.
--Efectivamente. Son cinco bailarines de danza contemporánea que van del breaker al jazz funk, dos cantantes y un actor que tiene un monólogo escrito por Antonia San Juan que ubica al espectador. Los cantantes también cantan canciones canarias.
--¿Cuál ha sido el mayor desafío a la hora de montar el espectáculo?
--Tengo facilidad para encontrar buenos equipos. Tenía todo muy claro el espectáculo en mi cabeza, sabía lo que quería y son bailarines brutales.
--¿Y con la pandemia?
--Ha sido puta mierda. A mi me pilló justo en el estreno de Madrid. Fue una gran putada, pero lo aceptas. Ahora es cuando te agota más. Detesto el monotema e intento seguir adelante.
--Usted habla de las dificultades de la visibilidad de los canarios, pero ¿cuesta también visibilizar la danza en este país?
--Creo que no. Hay muchos espectáculos de danza pero la gente está poco informada. Los artistas a veces se sienten desprotegidos y es verdad. Tampoco es necesario fustigarnos. Yo ahora que Turismo Tenerife me apoye y lo agradezco, pero necesitamos apoyo. Lo que creo es que la gente que no sabe de danza porque no lo ve, se debería invertir una partida a publicidad, para promocionar la danza. No creo que la danza sea la olvidada o la hermana menor de la cultura, su sucede es porque no se promociona. Pero entiendo que es la olvidada. A todo el mundo le gusta bailar.
--Y usted, ¿cuándo sintió esa pasión por el baile?
--Con 2 o 3 años ya cantaba y bailaba, de allí que tenga esta voz, porque me la destrozaba. Esto, más ver los carnavales me hizo conectar. Mi madre, con 12 años y con poco recursos, me tomaba de la mano para ir a tomar clases. Y ya con 18 tuve mi primer trabajo profesional. Era algo que no imaginé y más viniendo de una isla tan pequeña, que de esto habla la obra. Mi éxito es tenerlo más complicado y echarle huevos. No es lo mismo vivir en el centro, Madrid o Barcelona, que en un pueblo o una isla. Aun así, yo lo tuve muy fácil, todo lo tuve rodado. Y agradezco a la televisión también, porque mi ilusión era actuar en el ballet de VIP Noche. Sorprendentemente, luego actué en compañías italianas. Mi padre me dijo, tú tienes que estar ahí. Y estuve. No sólo eso, sino que fui primer bailarín de la televisión italiana.
--¿Ese fue el momento en que se convenció de que ya era una figura, un bailarín profesional?
--Sí, cuando Luca Tommassini, director artístico de programas como Got talent y bailarín de Madonna, me contrata para formar parte del ballet de Raffaella Carrà. Yo llegaba de Lluvia de estrellas, agotado, y en el primer ensayo en Italia pensé, “ahora, sí”. Además, era música urbana que es lo que me gusta.
--Luego vino ser coreógrafo de Paris Hilton, Pablo Alborán, Rebeka Brown…
--Todo esto llega de la visibilidad que me da Fama. La televisión te da eso y la posibilidad de hacer estos trabajos.
--Le molesta que la gente te asocie a la tele y no a este tipo de trabajos.
--No, yo soy una persona superagradecida. Yo estoy encantado hasta de que me recuerden por hacer El baile del gorila y ser el gorila de Melody. Ha sido un regalo hacer todo lo que hecho y que te recuerden. Además, con el orgullo de que sea por algo que he creado yo.
--¿Cuál es la parte buena y mala de la televisión?
--No me ha dado nada malo. El único inconveniente, quizás, es que la tele va muy rápida y no deja ver quién eres. Tal vez de The Dancer me lo empieza a dar. Todo lo demás es bueno. Me flipa la televisión.
--Para usted lo importante es siempre esa confianza en uno mismo y la transmite. ¿Pero alguna vez has tenido momentos de flaqueza de no poder tirar más adelante?
--Lo he tenido más en mi vida personal que profesional. En lo profesional soy una persona supersegura. En lo personal, cuando uno está en búsqueda, flaquea y me ato a la vida.
--Otro punto que menciona es su pasión por la danza urbana. ¿Siente que está denostada? ¿Cuál sería su reivindicación para la gente que este tipo de baile es propio de la juventud y que luego se pasa?
--La gente asocia danza urbana a musicón, en el sentido de lo que suena ahora. Yo siempre he dicho que los clásicos y el contemporáneo siempre han sido muy elitistas. He sido pesado con eso de estar empotrado en una barra porque siempre quise ser bailarín urbano. También hay gente en la danza que infravalora lo urbano, lo menosprecia. Ahora, hay un cambio por eso. Lo cierto es que en España la danza urbana antes era casi inexistente y se la querían cargar. Ahora en cambio hay un giro radical y hay un movimiento brutal de bailarines urbanos.
--¿Le gustaría que la Compañía Nacional de Danza apostara más por el clásico?
--Me encantaría que pasara, como en América. Sería brutal
--¿Le gustaría poderla dirigir, entonces? ¿Le han hecho propuestas así?
--De este tipo no. Me encanta dirigir gente con muchas condiciones. Y me encantaría ver a esos bailarines hacer urbano.
--Usted ya dirige, en esta obra se reserva un pequeño papel, pero llega una edad en que los grandes bailarines sólo se encargan de la dirección, ¿sigue teniendo ganas de salir a escena?
--Sí. Cuando salgo a escena es para hacer lo que tengo que hacer. Cada uno tiene su momento y su estado. El tiempo pasa y cuando uno sale a escena es para algo que debe estar madurado, no para hacer cosas fuera de lugar. Yo con 33 años dejé de bailar con ese protagonismo destacado, hago más colaboraciones. Me gusta más el espectáculo, el show. Lo vivo de otra manera.
--De hecho, usted, es casi un performer.
--Total. Yo he sido muy madonnero en este sentido. Tuve la posibilidad de trabajar con Madonna en una de sus giras. Eramos 3.000 bailarines, quedé entre los 27 mejores, y tras tres días de cásting, el último día me quedé en blanco. Me tiré al suelo y empecé hacer un free style que no era ni free style ni nada. Pero estuve con Tommassini que trabajo con ella y todo mi entorno ha sido muy perfomer. Me gusta la performance para poder conectar con todo tipo de público. La danza llega un punto que si no eres extraordinario nadie te aguanta una pieza de seis minutos, porque sino es un coñazo. Yo no soy tan grande para hacer eso y lo adorno.
--¿Teme que la fama se acabe?
--Si se acaba me da igual, si tú y yo nos vamos a morir. Vamos a acabar empotrados en una cama sin podernos mover. No temo a nada. La televisión, como la vida, se acaba. Cada vez que pienso en ese niño de barriada que quiso estar en el VIP Noche y lo ha conseguido no pienso en el éxito, sino que me alegro de lo que he conseguido después de tantos obstáculos. Eso es oro bendito.
--¿Cuáles fueron esos obstáculos?
--Yo sufrí ansiedad y ataques de pánico a los 16 años. Eso es muy duro. Animo a la gente que luche. Son años de vivir con miedo, sin saber lo que te pasa. Yo superé todos esos miedos con el baile y cada vez que superaba uno, me hice más grande. Temí vivir siempre con miedo y no poder ser feliz. Ahora se usa mal el término ansiedad. Y vivirlo desde los 16 años y durante 10 años fue muy duro.
--¿Por qué sucedía?
--Por problemas en casa, problemas de aceptación sin llegar al bullying, una pareja que me agobiaba… Todo eso me hizo tener incluso agorafobia, no podía salir ni 10 metros de la puerta de mi casa. Es importante contarlo, es importante que si uno ha sufrido problemas de salud mental lo cuente, para que los menores y personas que los sufran vean que se puede salir.