Boris Izaguirre es un animal televisivo en muchos sentidos. Desde que llegara a España desde su Venezuela natal se ha convertido en todo un referente y un icono de la televisión. De su paso por Crónicas Marcianas a la tercera temporada de Prodigios han pasado cerca de 25 años, muchos programas y varios libros, entre ellos Villa Diamante, finalista del Premio Planeta.
Este sábado regresa a las pantallas con el talent infantil de TVE, un programa que nunca pensó que podría presentar ni que pudiera llegar tan lejos y con el que ha aprendido mucho. “Siento que me hice adulto”, asegura tras grabar la última edición.
Nueva etapa
Escritor de novelas y telenovelas, presentador, colaborador de tele y radio, Izaguirre se siente un hombre dedicado al entretenimiento, algo muy importante en estos tiempos de pandemia, como él mismo reconoce.
Polifacético donde los haya y un gran trabajador, el venezolano conversa con Crónica Directo para dar algunos detalles sobre la tercera temporada de Prodigios y recordar también cómo fue ese Boris niño y qué le depara al Boris del futuro. Por el momento, no para de trabajar.
--Pregunta: Tercera edición de Prodigios, ¿te lo esperabas?
--Respuesta: Para nada, fue toda una sorpresa para mi y para todos. Sus responsables me dijeron que llevaban siete años para conseguir sacarlo adelante y ahora les parece increíble, como les parece increíble que sea yo quien esté al frente. Tras la grabación del primer programa y la primera promo, a mí ya me pareció increíble. Nos acostumbramos a que la televisión decida por nosotros y, de repente, decide para bien. Recuerdo que además vimos que iba el sábado y cuando el domingo nos dijeron que hicimos un 12% [de cuota de pantalla] no lo pude creer. El público siempre te sorprende. Uno piensa que es al revés y no es así.
--¿Qué cree que atrajo a la audiencia?
--El público siempre tiene razón y vio que era un programa cultural, que no cultureta, y que no dejaba de ser un programa de televisión, de entretenimiento. Nuestros concursantes hacen un gran esfuerzo con sus estudios muy exigentes de disciplinas clásicas, el nuestro es hacer un programa de entretenimiento. Hoy en día es lo que más necesitamos. Hoy en día consumimos muchísima televisión porque las circunstancias nos hacen estar en casa y debes ofrecer algo entretenido. Ya es suficiente con lo que tienes que vivir, y que tengas dos horas para entrar en otra dimensión, disfrutar con otra cosa, sonreír un poco, es muy agradecido. Esto es lo que nosotros tenemos que hacer.
--Y además en la noche del sábado, que está el enfrentamiento político y el del corazón en otras cadenas.
--Todo se ha vuelto muy serio y vivimos unas circunstancias muy serias: estamos en una pandemia. Hay mucho dolor, hay familias destruidas en muchos sentidos. ¿Encima te vas a poner tu serio? No. Yo no sé si soy buen comunicador, pero desde luego soy una persona muy entretenida y sé transmitirlo y lo disfruto. Mi intención siempre es esa, por eso me gusta la televisión, porque es un espacio para el entretenimiento. Cada vez hay más competencia y has de trabajar más para que esto sea un círculo perfecto.
--¿Cómo ha sido rodar en pandemia?
--Adaptándonos, como todos los programas, con un incremento de gastos para tener todas las medidas de seguridad para hacerlos. Nos adaptamos a las medidas adoptadas. Estábamos en dos hoteles distintos, aislados completamente y sólo podíamos movernos para hacer el programa y regresar al hotel.
Para mí ha sido un paso muy importante para mi madurez. Yo normalmente acudo, hago un programa y me voy. Aquí me di cuenta de que estaba al frente de un programa y era importantísimo que yo estuviera bien, totalmente seguro, cordial, amable y transmitiendo una muy buena energía, porque mis compañeros lo necesitaban. Y me puse enfrente para decir que estamos bien y que va a salir bien. Siento que, de repente, me hice adulto. Una pandemia no es para agradecer, pero sí creo que vamos a salir mejores, a mí me ha servido para eso.
--Debe ser duro enfrentarse a un teatro vacío para vosotros y los participantes.
--Yo ya les dije a todos que no estábamos frente a un teatro vacío, nosotros éramos los espectadores. Yo entré en el escenario y pensé, bueno, ahora es un plató de televisión. Entonces, decidimos hacer un buen programa de televisión y pensar que somos nosotros el público para ese espectador que ha atravesado un confinamiento, tres olas de la pandemia, depresión, angustia y que necesita un poco de desahogo. Nosotros somos su desahogo, somos el público en sus casas para aplaudirlos a ellos y darles un buen programa de entretenimiento. Y creo que conseguí transmitirlo.
--¿Para ti tampoco debe ser fácil, porque también pasaste por eso?
--Pero me hizo pensar qué se supone que hace un comunicador, que es comunicar. Pero teníamos que comunicar este pensamiento, esta sensación y este aprendizaje para el espectador.
--¿Y qué se va a encontrar, precisamente, el espectador?
--Muchísima emoción y muchísimo talento. No sabes la cantidad de gente extraordinaria que ha pasado por el programa. Prodigios se ha convertido en un trampolín profesional para la cantidad de gente extraordinaria que hay. En esta edición se nota eso, que viene lo mejor. La calidad es insuperable este año, sumado a la emoción propia del programa y del contexto, que hace que estemos todos a flor de piel.
--O sea, que habrá más lágrimas.
-Hay muchísimas lágrimas. Sonrisas y lágrimas, como mi película favorita. Estos niños nos enseñan a nosotros cómo ser adultos. La manera cómo enfrentan las valoraciones del jurado, la postura ante ellos… Me encantaría que la gente adulta aprendiera a recibir una valoración de esta forma. Luego se hacen amiguísimos y celebran la victoria del otro de una forma tan especial… Hay muchos programas de talento en televisión, pero somos el único de talentos clásicos. La gente lo mira porque se emociona y lo pasa bien.
--¿Crees que va a hacer, como pasó con Masterchef, que muchos niños se acerquen a las disciplinas clásicas?
--Sucede. Ya lo vimos en la segunda edición y en esta. El casting este año creció muchísimo en el número de personas. Los niños no dejan de ser niños y tienen su infancia. A la vez que van a aprender unas disciplinas más antiguas que ellos bailan reguetón y tienen discusiones al respecto con sus profesores. Me parece todo fantástico.
A mi siempre se me señala como una persona que ha participado en diversas normalizaciones, pero participar en esta normalización de la cultura a las nuevas generaciones me encanta.
--¿Cómo es tu actitud con los niños?
Yo siempre recuerdo que cuando mi papá me tenía que decir algo de pequeño, me levantaba del suelo para hablarme a los ojos y no agacharse para recordarme que yo era bajito. Lo recuerdo mucho y en este programa yo intento hacer lo mismo, hablarnos como un igual. Ellos perciben todo y lo importante es manifestar respeto por lo que están haciendo.
--Ahora que has recordado la infancia, ¿tú pensaste algún día que eras un prodigio? ¿Te sentías hábil en alguna cosa?
--Yo lo que hacen ellos no lo puedo hacer. Yo pensaba que era prodigioso en el modo de hablar y de llamar la atención pero nada más. Ellos sí tienen un talento demostrado, se presentan a concursos, ganan premios... Yo llevaba textos a concursos literarios y sólo recibí uno con un análisis de la obra de Pérez Galdós en Caracas antes del finalista del Planeta. Yo era una persona que iba por libre, con un pésimo sentido académico. Esto sí me preocupaba, ponerme al frente de este programa cuando yo no he ido ni a la universidad. Pero no sabes como me han tratado ellos, es muy emocionante. Se vuelven como locos, quieren hablar, conversar, hacerse selfies. Es muy agradable.
--¿Eso te ha despertado el sentimiento paterno?
--Yo siempre lo he tenido, pero hemos sido cobardes a este respecto, Rubén y yo, de hacer un parón y ponernos a criar. Y en esa falta de decisión ha pasado el tiempo. Pensamos que era mejor asegurarnos a hacer cosas que lanzarnos a esto.
--Volviendo al programa, además de sonrisas y lágrimas, ¿van a seguir los flirteos con Andrés?
--Es que Andrés es una monada, pero este año se incorporan unas monadas nuevas. Los jueces tienen sus asesores. Los asesores de Andrés son como si Jon Kortajarena fuera músico. Lucas es una monada, como Neo, Miguel es un escándalo físicamente y José Manuel además es divino.
--Al margen de la tercera temporada de Prodigios ¿tienes más proyectos en cartera?
--Estoy escribiendo el libreto de una zarzuela y Lucas Vidal es el compositor.
--¿Tiene fecha de estreno?
--Sí, el año que viene.
--¿Has apartado la escritura?
--No, siempre quise hacer dramaturgia y acabé escribiendo novela. Además, estoy escribiendo los guiones de una serie sobre Miguel Bosé, en la que estoy muy involucrado. He vuelto a la ficción audiovisual, sin proponérmelo.
--¿Pondréis las últimas polémicas?
--No puedo decir nada porque somos cuatro compañeros y no me puedo adelantar a ellos.
--Otro lugar en el que estás es la radio
--Estoy todos los sábados con Jaime Cantizano. Estoy muy contento y me gusta mucho esta hora con Jaime que cada vez va a mejor. La radio y yo tenemos una relación bastante longeva, porque surgió en 1997 en La ventana con Gemma Nierga.
--Donde teníais una tertulia con Terenci Moix.
--Esas conversaciones eran divinas. Y cuando Terenci se enfadaba también eran geniales. Él era muy divertido.
--¿Cómo surgió eso?
--Fue idea de Gemma, porque yo le contaba que al terminar Crónicas me iba a casa de Terenci porque él no dormía, y le encantaban esas historias. No nos dimos cuenta de como surgió esa amistad con Terenci y no pensábamos nunca que se fuera a ir tan pronto. A veces pienso que igual un día va a levantar el teléfono y me va a comentar algo de lo que ha visto o ha pasado. Él, por ejemplo, respetaba mucho a María Teresa Campos y me decía que la tenía que ver más.
--¿La conoces?
--Yo fui a su programa y ella es muy buena como periodista. Este país tiene muy buenas comunicadoras.
--¿Temes que ahora con las últimas polémicas con la Gemio queden empañadas por una especie de decadencia?
--Yo no lo veo así. Uno siempre será lo mejor de sí mismo. Yo no creo que tenga una carrera porque no tengo ningún tipo de orden, pero sí creo que he tenido una evolución y lo bueno queda y perdura. Creo que lo que pasa es que hay un prejuicio a la edad que en las mujeres se ve en demasía.
--Radio, tele, guiones… y en La resistencia te has convertido en un habitual como Candela Peña o Maxi Iglesias.
--Me lo paso muy bien allí. Me encanta David. Yo pensaba que era supertímido y que no le caía bien, pero me he dado cuenta de que nos reímos muchísimo. Y me encanta la reacción que percibo en gente que es mucho menor y me dicen lo mismo que me decían en Crónicas, que soy muy loco… No me conocían y me ha permitido volver a estar allí y me agrada y me divierte. Tanto es así que me apetece llamar e ir, a veces. Porque es algo completamente desguionizado, algo que tenía Crónicas y que ahora se ha perdido, todo es más guionizado. Pero este programa se arma solo.
--¿Te sientes como volver a Crónicas Marcianas?
--No, porque Crónicas era un sitio muy importante. La resistencia es La resistencia y Crónicas es Crónicas. No tienen punto de comparación más allá de que yo he estado en ambos, pero eso habla más de mí que de los programas.
--¿Crees que se ha perdido esa espontaneidad y que ahora con tanta autocensura sería muy imposible de hacer?
--Si no hubiéramos desaparecido nos habríamos adaptado, sin lugar a dudas. Crónicas rompió moldes porque se adaptaba a la evolución de los tiempos y por eso fue tan revolucionario.
--¿Podríamos decir que un programa como Prodigios es revolucionario porque pone las disciplinas clásicas de la cultura en prime time, que se rompen tabús sobre la danza y las disciplinas clásicas?
--Los niños allí son muchísimo más libres de lo que yo pude ser. Yo de niño me tuve que enfrentar a situaciones muy desagradables por mi forma de ser. Ellos no. Pero estos niños han pasado por cosas que yo no he pasado también, han pasado una pandemia y no han podido ir a hacer lo que querían hacer, han tenido que buscarse su espacio en su propia casa. Son vivencias muy distintas. Yo abría la puerta de mi casa y la calle era violenta porque no me entendía. Mis padres me protegían por eso. Por suerte, eso ya no pasa. ¿Que yo he tenido algo que ver con eso? Puede ser.