En Cataluña se extendió mucho en su día el concepto de charnego. Así se denominaban a los hijos nacidos de un progenitor catalán y otro murciano. A pesar de que se usaba de modo despectivo, en los últimos tiempos se ha empezado a llevar con mucha honra, y con razón.
El caso es que, curiosamente, hay un pueblo de Tarragona que reúne a la perfección las características charnegas. Su nombre es definitivamente una mezcla perfecta entre Murcia y Cataluña. Hablamos de Aiguamúrcia.
Origen del nombre
Tras este nombre tan particular, se esconde un pueblo de menos de 900 habitantes, pero de unos encantos que abruman a sus visitantes. Entre otras cosas porque esconde uno de los castillos más grandes de la ruta del Císter.
El origen del nombre Aiguamúrcia en cualquier caso es incierto y no parece estar relacionado con la denominación charnega. Algunas teorías se remontan al latín y a la divinidad romana Murcia. En cualquier caso, el misterio no hace más que sumar atractivo adicional a esta localidad con raíces en el siglo X.
De castillos y monasterios
De esa época y un poco posteriores son los castillos de Albà y Selma, este último con una oculta historia detrás que pone los pelos de punta. Pero por ahora nos centramos en Aiguamúrcia.
La llegada de una comunidad monástica en el siglo XII, cuyo núcleo estuvo en la mítica Santes Creus, un emblema de las tierras catalanas y la ruta del Císter.
Desarrollo económico
Su entorno fue propicio para dinamizar la economía del lugar. Más allá de la actividad religiosa, los campos de cereales y viñedos fueron básicos para el desarrollo del pueblo y sus ciudadanos. Actividad que, a día de hoy, se mantiene.
Las actividades agrarias vinculadas al vino prosperan todavía en la región, impulsando el turismo enológico, respaldado por entidades de la Denominación de Origen Penedés. El Sindicato Agrícola de Aiguamúrcia, un proyecto modernista de Cèsar Martinell i Brunet de 1914, evidencia esta conexión vitivinícola, así como la cantidad de oficinas de denominación de origen que se asientan en el municipio.
La piedra angular
Pero si algo destaca en Aiguamúrcia es el monasterio de Santes Creus, situado en el corazón mismo del municipio en el pasado y, ahora, en las afueras. Esta joya arquitectónica medieval, ejemplo del estilo bernardino e icono para muchos nacionalistas, impresiona por su monumentalidad y apariencia de fortaleza en la plaza de Sant Bernat.
Construido desde el siglo XII hasta el XVIII, el monasterio es desde hace décadas Monumento Nacional. La historia que esconde entre sus paredes le da las credenciales para ostentar este título.
Arquitectura y entorno
Este centro monástico tuvo siempre en la Corona de Aragón y, aunque cesó como monasterio en el siglo XIX, fue restaurado por el Patronato de Santes Creus en el siglo XX, ante la belleza, monumentalidad e importancia histórica. Gracias a ello, hoy se puede explorar en toda su inmensidad y disfrutar, entre otras estancias, de su sobrecogedora sala capitular, el claustro gótico y los dormitorios de los monjes.
Pero la arquitectura de este pueblo va mucho más allá de su monasterio. El pueblo, que creció en el margen derecho del río Gaià, se destaca por sus construcciones de piedra en seco, testigos de su pasado agrícola y pastoril. Unas piedras que relucen en medio de la naturaleza como si de un oasis arquitectónico se tratara.
Cómo llegar
Porque el complemento perfecto para estos tesoros arquitectónicos es la belleza natural que lo rodea. Las frondosas arboledas que se extienden a lo largo de la ribera regalan al municipio y al visitante una atractiva postal.
Para aquellos que quieran visitar el pueblo charnego, llegar hasta allí es relativamente fácil. La autopista AP-2 lleva bastante directo. Sólo hay que tomar la salida de Valls y seguir las indicaciones hasta Santes Creus.