El bucólico legado de Hércules en Cataluña: un mayúsculo sepulcro repleto de sus lágrimas
El héroe pasó por tierras catalanas en el décimo de sus doce trabajos y dejó su huella inmortal
22 diciembre, 2023 10:37Noticias relacionadas
El Imperio romano ha dejado un gran legado al mundo. Más allá de sus avances arquitectónicos y tecnológicos, los mitos y leyendas han llegado hasta nuestros días. Y también a nuestras tierras.
Una de estas figuras clásicas que se dejó caer por lo que ahora es Cataluña es Hércules. Uno de los grandes héroes de la historia se pasó por estos lares mientras llevaba a cabo uno de sus doce trabajos.
Décimo trabajo
Concretamente, el décimo trabajo de Hércules lo llevó a la isla Eritea, o lo que es lo mismo, la actual Cádiz. Allí donde arrebató el ganado de Gerión. En su viaje de regreso a Micenas, cruzó toda la península ibérica y se detuvo en Llívia.
En esta ciudad de la Cerdanya, ya en la parte de Girona, la historia toma un giro inesperado. Invitado por el rey Bebricio, monarca de los bébrices, un clan del oso originario de Baviera que había traído consigo la cultura del hierro, Hércules conoció a Pyrene, la hija del rey.
Amor y bestias
El relato se torna trágico y apasionado cuando el héroe invencible se enamora perdidamente de la princesa y la seduce. Sin embargo, de esta unión nació una serpiente, lo que llevó al horrorizado rey a huir al bosque.
Las bestias devoraron a la princesa, dejando a Hércules desconsolado. La furia del semidiós no se hizo esperar: incendió el bosque en una gigantesca pira funeraria en honor a su amada.
Lágrimas de héroe
Pero la leyenda no termina ahí. Hércules, decidido a honrar a Pyrene de una manera duradera, emprendió la tarea monumental de levantar un sepulcro orográfico. Con la ayuda de los titanes, acopiando piedras de todas partes, erigió una cordillera imponente que bautizó como los Pirineos, en memoria de la fallecida princesa. Cada piedra, cada lágrima de Hércules al caer al suelo, contribuyó a la creación de este majestuoso monumento natural.
El mito culmina con la imagen más sensible de Hércules. El héroe, el semidiós, no puede evitar llorar mientras levanta el sepulcro que lleva el nombre de su amada. Se dice que estas lágrimas, al caer al suelo, dieron origen a un bucólico paisaje, los ibones. Se tratan de unos lagos pirenaicos que llevan consigo la esencia misma de la tragedia y la pasión que envuelven la historia de Hércules y Pyrene. Así, en la vastedad de esta cordillera, perdura el recuerdo de un amor épico y una tragedia inmortal.