Fito Conesa

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Creación

Fito Conesa elige a Félix González-Torres

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En mi casa las paredes son blancas, pese a mi largo trato con los artistas no tengo absolutamente ninguna obra de arte…

… Ah, sí, tengo una: una de Fito Conesa: consiste en un retrato doble de los generales ruso y japonés que combatieron en la batalla naval de Tushima, en mayo de 1905. Batalla catastrófica para la flota del zar. Conesa, que es artista plástico y músico, compuso una pieza atendiendo a tres líneas melódicas, según los estrictos datos de las crónicas del momento: una línea, la de los desplazamientos de la flota japonesa; otra línea, la de la flota rusa; y la tercera, la del oleaje del mar.

Con estas tres líneas compuso una pieza impresionante que además estaba enraizada en hechos claros, indiscutibles. Y que en la exposición que hizo en Barcelona iba acompañada de algunas imágenes. Entre ellas, el retrato de los dos generales, vestidos con uniforme de gala, y convertidos en hermanos siameses, que me regaló.

No extrañará a nadie que, desde entonces, yo adore a Fito.

Fito Conesa (Cartagena, 1980) es uno de los más prometedores artistas de Barcelona, donde reside desde joven, desde que vino aquí a estudiar. El otro día estuvo en Madrid, para presentar, en la Cineteca de Matadero, tres de sus últimas obras, las tres a caballo entre el cine, la fotografía y la música.

Se trataba de Helicon (ya bien conocida en Barcelona, donde se expuso por primera vez en Santa Mónica hace algunos años, si no yerro), de seis minutos de duración. Sinfonía, de 12 minutos. Y Anoxia, de 24 minutos.

La primera es el solemne responso e invocación al fin del mundo –con las siete trompetas del Apocalipsis, tocadas por una banda local-- ante un lago murciano muerto por la contaminación--.

La segunda está inspirada por una estancia del artista en una ciudad del Quebec. La ciudad está dominada, y vive, de una fundición de cobre. A partir de los sonidos y rugidos de la fundición compuso Conesa esa sinfonía, acompañada de imágenes del extraño lugar.

La tercera película, Anoxia –falta de oxígeno en el agua— es un comentario operístico sobre la crisis ecológica del Mediterráneo, sostenido visualmente por imágenes tomadas por el mismo artista y otras, más antiguas, de décadas anteriores, desde los años sesenta, procedentes de los Archivos del Mar Menor.

Allí, en Matadero, después de asistir a la proyección de las llamémoslas “películas musicales” de Fito Conesa, pude hablar un rato con él y proponerle el juego que se juega aquí, en Crónica Global, cada domingo: ¿Qué obra de arte contemporáneo le encantaría poseer?

Eligió Sin título (Amantes perfectos) de Félix González-Torres. Un artista sensacional, de trágico y prematuro final.

Imagen de dos relojes de pared

Imagen de dos relojes de pared

Consiste en dos relojes de pared idénticos, colgados uno al lado del otro, de modo que se tocan. Los relojes están inicialmente sincronizados, pero pueden perder esa sincronía durante la exposición, a lo largo de los días.

Esta fue la elección de Fito Conesa, esta pieza es la que le gustaría tener en casa. Muy bien. Me parece una elección fabulosa. A mí también me gustaría, porque ya sólo un reloj de pared es un sistema de alerta y un proveedor de deliciosa angustia, pero dos, dos relojes gemelos, marcando la misma hora, hasta que quizá con el paso de los días empiezan a perder la exacta sintonía (uno atrasa, el otro adelanta) ya son otra cosa muy distinta. La angustia va acompañada. Le pregunté a Fito el por qué de su elección y me dijo:

“Ni inmersivo, ni instalativo, ni musical. Dos relojes a tiempo en la pared, uno junto al otro en un frágil y caduco unísono. Cliché o no, es seguramente la obra que colgaría en la pared, a modo de recordatorio diario que me hiciera tener los pies en tierra, entender la fragilidad y abrazar la empatía. Dos relojes que siempre acaban asincronizados, pero que son totalmente idénticos, una suerte de metrónomo emocional que me obligaría a contar hasta mil, a respirar y a ser consciente de que ese destiempo en el tic tac es lo más cercano que estaremos el uno de otro.”

Bueno, Conesa se explica tan bien que no quiero añadir nada. Sólo diría todavía que Félix González-Torres (Cuba 1957–Miami 1996) fue un gran, gran artista, cada vez más reconocido (y cotizado), del que quizá les hablaré aquí uno de estos días, si se portan ustedes bien. De momento, ¿estos “Amantes perfectos” no les parecen hipnóticos, no les producen escalofríos de reconocimiento?