Entrevista a Belén Funes

Entrevista a Belén Funes GALA ESPÍN Barcelona

Creación

Belén Funes, directora de 'Los tortuga': "Tenemos que acabar con los opresores que nos están echando de nuestras ciudades"

La directora catalana firma una nueva película en la que toma su vida de referencia para contar una historia universal de madres, hijas y duelos

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Mientras la última entrega de Misión Imposible llega a las salas y Carla Simón es aplaudida en Cannes con su Romería, llega silenciosa a las pantallas Los Tortuga, la última película de Belén Funes.

La cineasta catalana vuelve a los orígenes de su familia, en Jaén, para hablar de duelos, de pérdidas y de lecciones por aprender sobre inmigración y sentimientos. "Una película de maternidades y de hijidades", confiesa haciendo referencia a Anabel, la hija de Delia, en la cinta.

Hija y madre están pasando un duelo de manera muy distinta. Delia no quiere saber nada de su pasado traumático. Anabel, regresa al campo con sus abuelos, a modo de refugio. ¿Pero lo es?

Belén Funes hace un retrato de esos andaluces que vinieron a Cataluña hace décadas, pero no mira al lugar de destino, sino al lugar de origen. Lo hace en busca de explicaciones y no ofrece concesiones. A veces, volver al pasado, volver al lugar de donde alguien se ha marchado puede develar razones que uno no esperaba o que, directamente, no quería ver.

Belén Funes, directora de 'Los tortuga': Tenemos que acabar con los opresores que nos están echando de nuestras ciudades

Belén Funes, directora de 'Los tortuga': "Tenemos que acabar con los opresores que nos están echando de nuestras ciudades"

Es mejor no descubrir nada de la película. Lo conveniente es que el lector encuentre su camino y vea qué le sucede cuando conozca la historia de Los Tortuga.

Antes de su estreno, y aprovechando el paso de la realizadora por el BCN Film Fest, Crónica Global entrevista a Belén Funes, para hablar de los puntos clave de su última película y de esta familia que, de algún modo, es también la suya.

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¿Se podría decir que ‘Los Tortuga’ es una película autobiográfica? 
Bueno, no es autoficción, evidentemente, pero sí que la película tiene cosas que tienen mucho que ver conmigo. Mi familia es de Jaén y empezamos a escribir esta peli cuando me enteré de que se iban a vender los olivos a favor de las fotovoltaicas. Pensé: ¿cuál es la forma de darle un final a este espacio, que ha tenido tanto que ver con mi familia? Y dije: qué forma mejor que hacerle una peli. De todos modos, hay mucha invención y mucha imaginación detrás de la peli, no solamente biografía.
Supongo que ya le habrán hablado que, en cierto modo, ese arranque recuerda mucho a ‘Alcarrás’. Con ese fin de lo rural. 
A ver, venimos de una tradición narrativa acerca de lo rural en la que está todo superidealizado, que parece que tú volvías al pueblo y el pueblo era un sitio maravilloso de sol y bicicleta. Y entonces, como, últimamente, lo que estamos descubriendo es que el campo ya no es sol y bicicleta, sino que el campo es un lugar que, igual que la vida en la ciudad, se está extinguiendo y cada vez es más difícil pertenecer a ella, en el campo también está pasando.
Los cultivos están siendo sustituidos por fotovoltaicas y seguramente dentro de unos años lo que tendremos es una selva de metal y de pequeñas células que captan la luz. Entonces, sí, evidentemente, creo que más que destapar una narrativa que nadie sabía que existía, lo que se está es intentando hablar desde otro lugar. 
El campo es un lugar de encuentro, es un lugar de encuentro familiar, es un lugar para las tradiciones, para los rituales familiares y los rituales tradicionales, pero también es un lugar que está llegando a su fin. De hecho, si piensas en la aceituna, el 80% del aceite que consumimos ni siquiera viene del territorio español. 
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¡Con la cantidad de olivos que tenemos!
Bueno, es que eso está sujeto a un proceso de cambio climático en el que no hay agua y entonces el olivo es un árbol muy agradecido, pero necesita agua como cualquier tipo de agricultura.
Entonces, sí, tiene que ver con intentar destapar que en el fondo todo ese recuerdo que nosotros tenemos idealizado de lo que era el campo ya no encaja con la realidad. 
Pero no sólo habla de esto. La cinta tiene muchas capas, casi geológicas.
Y como que hay muchos duelos. Está el duelo por la muerte, pero también está el duelo por la despedida de la tierra, está ese duelo por la despedida de la familia. El duelo de la despedida de la adolescencia, que es el que atraviesa Anabel, que se tiene que hacer mujer en un contexto muy histérico, muy convulso, pero a la vez Delia también está en ese duelo por esa vida que ella pensaba que tendría y que no ha acabado teniendo.
Toda esa gente que salió de sus países intentando encontrar ese Dorado, que nunca llega. Porque lo buscas, pero nunca consigues llegar a esa vida soñada. Cuando la llave al futuro está en el lugar del que saliste. 
Aquí la venta de esos cuatro olivos, dan la posibilidad de asegurarse un presente, pero para ello han de vender su memoria, el pasado de su familia, y ni el campo ni el resto valen nada. 
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Pero usted, en vez de hablar de los llamados charnegos o mirar la vida de esos hijos de inmigrantes en el lugar donde se fueron sus padres, como tantos libros y películas, usted se fija en lo que sucede en el lugar de origen de la inmigración. ¿Por qué?
Tenía mucho interés en hacerlo porque me parece que servía como un espejo y que si no lo hacíamos éramos un poco naives. Tampoco quería romantizar el lugar del que la gente se fue, porque si la gente se fue es por algo. Queríamos mostrar qué le faltó a mi padre allí, para que se tuviera que venir a Barcelona
A mi padre le faltaron cosas para que se tuviera que venir, pero yo me preguntaba qué faltó, qué había que no funcionaba, y la respuesta es muy clara, que no había recursos. Pero sí ganas de vivir. 
Cuando pones todo eso en una coctelera, eso genera una gran migración. Pero de entrada hay algo muy obvio: si me estoy muriendo de hambre, me tengo que ir de aquí.
Pero luego la vida al otro lado tampoco es lo que parece.
Claro, la vida al otro lado es un ideal, que como todo lo que tenemos idealizado en la cabeza, cuando nos lo encontramos siempre llega una frustración, porque lo habíamos imaginado así o asá. A pesar de que Delia y Julián han conseguido irse y hacer una vida, su casa está en juego, no han podido ni comprar una propiedad. Ese es el viaje hacia El Dorado. Pero cuando llegas a El Dorado está medio estropeado.
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¿Hemos de acabar con El Dorado? 
Tenemos que acabar con El Dorado, pero tenemos que acabar sobre todo con los opresores que nos están hostigando, que nos están martirizando y que nos están echando de nuestras ciudades y que nos están diciendo que no somos suficientes para habitarlas ¡cuando esta ciudad es nuestra! 
Y lo curioso es que el pueblo también se está perdiendo. ¿Se puede recuperar?
Dependemos mucho de la telaraña de tejido social. Creemos mucho en lo que viene de arriba y lo debemos hacer es confiar más en lo que tenemos alrededor,  El foco pare estar en lo que pasa arriba: en la política, en la legislación, en todo ese mundo de gente que ni sabemos quién son y hemos dejado de confiar en el poder que tenemos tú y yo si ahora nos proponemos hacer algo. 
Yo creo que hay que recuperar ese tejido que es lo que realmente nos da la fuerza. Y se ve en Los Tortuga: esa cosa de los vecinos, las amigas de la uni, la familia, las taxistas... Ellas no están solas. 
Hemos de entender que somos parte de una gran comunidad, de un gran entretejido, y es eso lo que hace que no estemos completamente tirados en el universo. Para mí es un aprendizaje que se nos va olvidando de vez en cuando. Pero donde no llegó la política llegó tu vecina. Lo vemos en la mesa de mujeres de la película. Existen todavía estos rincones para que tú llores y te expreses y digas lo obvio.
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Claro, pero Delia no quiere expresar nada. ¿Es porque no nos lo permitimos o no nos damos tiempo?
Es una combinación de factores. Por un lado, Delia es de una generación también de mujeres que han sido educadas para ser torres, donde no hay espacio a la emoción, no hay espacio a la ternura, “estamos bien así como estamos, vamos a salir adelante”, porque lo más importante es seguir adelante. 
Por otro lado, lo que representa el personaje de Anabel es esa generación mucho más joven que te está diciendo “para mí tu fragilidad no es un síntoma de debilidad. Entérate, porque para mí tu fragilidad es lo que hace que yo me pueda comunicar contigo”.
En este sentido, está habiendo un crack fuerte. Las estructuras emocionales que servían hace 30 años, no sirven. Y los jóvenes nos están diciendo que también se puede ir por otro lado. ¡Hay que aprender de la gente joven!