
Barcelona rinde homenaje a Fernando Botero con la exposición 'Fernando Botero. Un maestro universal'
Barcelona rinde homenaje a Fernando Botero
El Palau Martorell acoge la exposición más extensa celebrada en nuestro país del gran maestro colombiano
Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932 - Mónaco, 2023) es de sobra conocido. A decir verdad, puede decirse que es uno de los artistas más originales y reconocidos de todos los tiempos, creador de un estilo único y un referente del arte figurativo. Sus obras han alcanzado precios de hasta siete dígitos en subastas y sus exposiciones de esculturas monumentales en las principales ciudades del mundo, como París, Nueva York, Chicago, Buenos Aires, Madrid, Washington, Lisboa, Florencia, Venecia, Tokio o Berlín, atrajeron miles de visitantes.
Idéntico fervor despierta su obra pictórica a la que consagró toda su vida con una pasión inquebrantable. “Mi ambición era ser pintor y sólo pintor. Empecé a pintar a los 15 años y desde entonces nada ha podido hacerme parar. Vivo con hambre constante de arte. Mi objetivo es explorar los problemas fundamentales de la pintura. Nunca he encontrado otra cosa en la vida que me proporciona tanto placer”, decía.

La influencia de los clásicos simpre fue una constante en la obre de Fernando Botero
A poco más de un año de su fallecimiento, el Palau Martorell y Arthemisia, en colaboración con la Fundación Fernando Botero, le rinden homenaje con 'Fernando Botero. Un maestro universal', la mayor exposición celebrada hasta la fecha en España y la primera de gran envergadura en Barcelona.
Comisariada por su hija, Lina Botero, y Cristina Carrillo de Albornoz, la muestra (hasta el próximo 20 de julio) aborda su excepcional versatilidad y extraordinaria maestría a partir de una selección de más de 110 piezas, gran parte inéditas, entre óleos, acuarelas, carboncillos, dibujos a lápiz, sanguinas o esculturas de pequeño formato.

Lina Botero y Cristina Carrillo de Albornoz en el Palau Martorell de Barcelona
La tradición de los grandes maestros
Los grandes maestros estuvieron siempre presentes a lo largo de su larga y prolífica trayectoria. Autodidacta, sus “padres artísticos”, como solía decir, fueron Velázquez, Goya o Tiziano a los que estudió en el Museo del Prado durante una breve estancia en Madrid en 1952.
En la pinacoteca madrileña descubrió también a Piero della Francesca, autor por el que decidió trasladarse un tiempo a Florencia. Fue precisamente en Italia, a principios de los 50, cuando, cautivado por las formas contundentes y los colores extraordinarios de la pintura del quattrocento, comienza a germinar su inconfundible estilo.

La Menina según Velázquez, un homenaje de Botero al pintor español
Botero sostenía que “el arte es la posibilidad de recrear la misma obra de manera distinta”. Por eso, a diferencia de otros artistas que prefieren ocultar sus influencias por creer que delata falta de originalidad, “él vivía orgulloso de sus influencias y quería que se notaran y se apreciaran. Decía que la primera muestra de un gran talento está en las bases en las cuales te apoyas, en las grandes influencias de los precursores que utiliza un artista para crear su obra”, explicaba su hijo Juan Carlos Botero durante la presentación en Barcelona.
Así, el impacto estético y conceptual de los grandes clásicos del arte europeo se transforma en sus lienzos en espléndidos homenajes al “estilo Botero”. Algunas de sus versiones más famosas, como el díptico Según Piero della Francesca; Los Arnolfini, según Jan van Eyck; La señorita Rivière, según Ingres; La Fornarina, según Rafael; o La Menina, según Velázquez y Homenaje a Mantegna, ambas nunca expuestas hasta la fecha, se podrán admirar en el carrer Ample de la Ciudad Condal.
El circo, Latinoamérica y violencia
Además de sus personalísimas versiones de obras maestras de la historia del arte, la exposición conduce al espectador por otras temáticas recurrentes del artista colombiano a través de cuadros de sus series más icónicas donde, también, se percibe el rastro de las grandes tradiciones.
Ya sea en sus cuadros del circo, un tema que le fascinaba, donde habitan trapecistas, payasos o contorsionistas que destilan color y melancolía; o en su obra referida a Latinoamérica.
Y es que, aunque vivió 15 años en Nueva York y otros tantos en Europa, el más universal y cosmopolita de los artistas colombianos nunca olvidó sus orígenes. Al contrario, fueron parte intrínseca de su identidad personal y una inagotable fuente de inspiración a lo largo de su trayectoria artística.
“La cuestión es que el arte y el artista deben asegurarse de que sus raíces sigan hundiéndose en su propia tierra y en su propia vida, y mi vida siempre ha estado en Colombia; mi tierra siempre ha sido Colombia (...) Mi pintura refleja un mundo que conocí en mi juventud. Es una especie de nostalgia y obsesión que he convertido en el tema central de mi trabajo”, afirmaba.
También se aprecia su devoción por los clásicos en las naturalezas muertas, un género que cultivó profudamente, o en su serie sobre la religión, una cuestión que abordó inspirándose, de nuevo, en el quattrocento italiano.
Absolutamente toda su obra se enraíza en los antiguos maestros, incluso aquella que remite al sufrimiento humano. Un paréntesis muy significativo de su trayectoria.
Convencido de que “el arte debe producir placer”, Botero abordaba su trabajo con un deleite extraordinario. Su obra es, por encima de todo, una celebración de la vida y así lo demuestra permanentemente. Sin embargo, en dos ocasiones, abandonó esta premisa para denunciar la violencia. Lo hizo con su serie dedicada a la violencia en Colombia, y en la que abordó las torturas infringidas por soldados estadounidenses a presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib en Irak.

La violencia en Colombia y en la prisión de Abu Ghraib, una excepción en la obra de Botero
Pasión por la forma
En un autor para el que el volumen exagerado, “la pasión extrema por la forma”, es seña de identidad, la escultura aparece como una consecuencia lógica. Figuras voluptuosas y rotundas, como el gigantesco Gato que campa a sus anchas en la rambla del Raval de Barcelona; el Gran Pájaro; la Mujer con Espejo en la plaza de Colón de Madrid o el Rapto de Europa, una de sus esculturas de pequeño formato presente en la exposición, forman parte de nuestro imaginario sobre el genio de Medellín.
'Fernando Botero. Un maestro universal', es una oportunidad única para descubrir algo realmente maravilloso: la complejidad y la riqueza de un artista exquisito, curioso e infatigable que dedicó toda su vida a aprender “la compleja técnica de la pintura”.