Antón Álvarez, la nueva cara de C. Tangana: "Yo nunca he hecho música comercial, lo que hago es cultura popular"
El cantante, productor y compositor da el salto al cine para contar la pena que lleva dentro Yerai Cortés
Crema, C. Tangana, Pucho, El madrileño… Antón Álvarez nació con este nombre tan castizo y, desde que decidió dedicarse a la música, se ha ido poniendo apodos, nombres artísticos de los que no reniega y que se han convertido en marca. Especialmente C. Tangana. Por eso, a muchos extraña que, ahora que se pase al cine, haya decidido firmar su primera película como director con su nombre real.
La película de C. Tangana
La guitarra flamenca de Yerai Cortés, el primer largometraje de Antón Álvarez, despertó tantas expectativas como aplausos en su estreno, en el pasado festival de San Sebastián. En esta cinta, el director novel consigue adentrarse en la pena del cantante flamenco que da nombre al título y desgranarla poco a poco, como si de una película de misterio se tratara. Todo salpicado con varias escenas musicales, pequeños videoclips, en los que el flamenco canta el dolor que le provoca este pesar que han vivido él y su familia. Todo está perfectamente milimetrado.
Álvarez no sólo juega con la información que ofrece al espectador en cada momento, sino también con la técnica. La visual y la sonora. Por un lado, apuesta por el formato 16mm, por una textura tan cercana como sincera, como la historia que relata. Unas imagenes que se convierten en espectáculo, fiesta y flamenco puro en las escenas musicales. Estas son las que causan aun un mayor impacto. El trabajo de sonido que ha buscado Álvarez hace que el público del cine escuche las palmas, la caja, la voz y todos los instrumentos en función de la distancia a la que están de la cámara. Una experiencia inmersiva en toda regla.
Sin duda, Álvarez sabe lo que se hace. Se nota. Le pone todo el cariño. Es consciente de que el material que tiene entre manos es tan delicado, como interesante y que el trabajo de Yerai Cortés es tan auténtico como único. Así, con estos ingredientes, sus conocimientos y su nombre en la dirección, ofrece una película de orfebrería cuidada a la par que comercial. Bueno, popular. Esa es la palabra que le gusta a C. Tangana.
El madrileño ya no es Crema. Se le ha pasado la época de desafiar al mundo, prefiere ir a por lo que le gusta y mostrarse como es, como Antón, pero sin olvidarse de la potencia que tiene su nombre popular y aprovechándolo para hacer algo grande. Sea lo que sea. De hecho, ya piensa en hacer ficción y, quién sabe, si montar un restaurante. “Soy muy buen cocinero” confiesa a Crónica Global. ¿Y un libro? “Siempre me he considerado escritor, en el fondo de mi alma. Eso era lo primero que pensaba que iba a ser. Pero ya con 50 años y la barba blanca”, avanza. Ahora, toca La guitarra flamenca de Yerai Cortés.
- ¿Dónde ha aprendido a hacer cine?
- Antón Álvarez (A): Pura intuición, igual que con la música. Yo he aprendido practicando y, de hecho, a nivel de técnico, he aprendido con la fotografía que tiene una parte muy técnica de objetivos, zooms… Porque conseguir que lo que quieres hacer se acerque a lo que la gente va a ver requiere una parte técnica. Además, esa parte técnica tiene un matiz que se vuelve emocional. No es lo mismo estar haciendo un zoom, que usar un teleobjetivo o mover un poquito la cámara con un 50… Todas estas cosas cambian.
- De todo esto no tenía ni puta idea, he aprendido poco a poco con los videoclips y la peli me ha ayudado a dar un paso más en eso. Pero, vamos, ha sido pura intuición y pura sensibilidad, en el sentido de que si algo me hace sentir, me gusta, me lo creo y ya, lo dejo.
- Yerai Cortés (Y): Y ese es otro tipo de técnica, en realidad. Porque si estudias la técnica y lo haces a base de repetir mucho una cosa para que luego te salga tal como tú lo tenías premeditado, pero no estudias la improvisación, la intuición, fijarte en ciertas otras cosas o irte al detalle que te estás encontrando en el momento, también te pierdes algo. Saber improvisar es tener técnica. Técnica de callo, no lo estudias en casa, lo estudias haciendo como dice él. Por tanto, también hay que saber improvisar y saber contagiarte del momento, del día, de la cosa. Y no se estudia mucho la improvisación. Por tanto, hay que estudiar mucho, pero también saber improvisar forma parte de la escuela.
- El flamenco tiene algo de eso, ¿no? O incluso hacer el directo.
- A: Totalmente, 100%.
- La película también nace de un momento puramente casual. Ustedes dos se encuentran en una fiesta, Yerai le cuenta que tiene un proyecto, que quiere “contar su pena” y a usted, Antón, le interesa. ¿Pero cuándo deciden que esa ‘explicación’ se convierta en un film?
- A: Yo en cuanto conocí a Yerai, él ya tenía todo esto de alguna forma montado. Casi que es él quien me elige a mí para llevarlo a cabo. Él ya quería hacer una parte audiovisual de su disco. Él me enseña el material original, que son un montón de composiciones, todas instrumentales. Luego me explica qué le ha inspirado cada momento musical y ahí hay una toda una narrativa que no se ve ni la escuchas con palabras, pero si alguien te lo explica, en la música se siente.
- Yerai quería acompañar todo eso, mostrando a su familia, con otro tipo de registro, en videoclips o sin saber cómo. Por tanto, eso ya estaba ahí. Entonces, cuando yo le conozco, simplemente, me tengo que convertir en director, porque no hay nada que me apasione más que lo que me estaba contando ahora mismo, me pareció un regalazo y tenía que ir con ello.
- Y usted, Yerai ¿cómo lo vivió? Porque si bien quería contar su pena, estuvo oculta y ahora se va a exponer.
- Y: Yo en el momento en que tuve la intuición de que quería contarlo, porque estaba segurísimo de que quería contarlo, supe que lo iba a contar de cualquiera de las formas que la vida o yo o quien sea me pudiera brindar. Pero en el momento en el que te pones a contarlo te encuentras con emociones, con miedos, con inseguridades… Pero bueno, gracias a eso, he podido vencer esos miedos y esas cosas, he aceptado muchas cosas de mí, muchas cosas de mi historia con mi familia.
- Ahora esos miedos se han convertido en lo que ahora llevo por bandera, y no me lo quita nadie, forma parte de mi persona y en lo que me he convertido. Esa parte del proceso de entender ese miedo y verlo ubicarlo y estar en el sitio y vencer eso y convertirlo en otra cosa ha sido muy bonita. Y luego ha habido otra parte súper guapa, que es que me lo he pasado muy bien también. Me siento muy orgulloso de la parte musical y de haber hecho este proyecto que siento que tiene mucha identidad. Es una cosa bastante concreta, no hay nadie ahora mismo que haya hecho una película así de guapa ni que haya grabado un disco de esta manera tan chula.
- Es curioso que hable de ese miedo, porque la manera en que está estructurado el documental recuerda mucho a un thriller. La cámara y la trama parece ocultar esa pena que Yerai quiere desvelar y que estuvo oculta en su familia y se hace al espectador tan cómplice que le genera interés por saber qué es. ¿Pensó en darle ese tono, Antón?
- A: Yo tenía miedo de esto al principio, porque no quería que Yerai lo interpretase como una frivolidad de director, para que fuera más atractivo para la audiencia. Pero sí, yo quería que hubiese una narrativa, quería que la película fuese cinematográfica, una obra en sí misma. Eso requiere una voz, una mirada.
- Entonces, mi razonamiento al pensar cómo contarla y cómo estructurarla, en realidad, fue ser muy fiel a cómo había vivido ese proceso de descubrimiento. Luego, ahí jugamos con la confusión, con la duda. A veces damos medio falsas pistas que poco a poco se va desvelando. Y hay momentos catárticos, sí, pero esa era la forma en la que Yerai me había contado cómo vivió el proceso: al principio sin saber nada, después sabiendo un poco pero sin hablarlo, luego tratando de hablarlo aunque no era el momento y generando una distancia con ello, hasta el final. Pero incluso hasta la película, yo creo que había cosas que estaban ahí poco claras y que la película ha ayudado a sacarlo, hablarlo y abrazarlo. Porque sí creo que la película ha provocado una aceptación. Una vez que en festival de San Sebastián le dan el aplauso a Miguel y a María, ahí hay algo de reconciliación. Ellos mismos también sienten ese aplauso y ese abrazo y dicen: esta es mi historia y yo vengo aquí y te la cuento. Pero esa estructura es porque se dió así y porque me parece la forma más honrosa de cómo lo habían vivido Yerai y Tania también.
- ¿Le ha costado mucho, sobre todo con el nombre que tiene, de no hacer de eso un producto, palabra que usted dijo que no le gustaba?
- A: Bueno, C. Tangana suele ser un producto asociado al marketing, pero yo llevo haciendo cosas independientes toda la vida. Todo lo que hago es alternativo lo que pasa es que tengo la ambición de hacer algo como si fuera un thriller de acción. Pero esta es una película completamente alternativa. La hemos hecho con LittleSpain y ya, no ha entrado ningún productor a decirnos cómo se hace, ni nadie se ha metido en la creatividad más que Yerai, yo y la gente que nosotros hemos querido que participase: los artistas, los directores de foto, la gente que nos ha ayudado y que ha colaborado artísticamente. Esta es una película pequeñita en que nos hemos arriesgado nosotros y gracias a eso creo que es la leche. Luego, en la parte del sonido, por ejemplo, a nivel técnico no tiene nada que envidiar a la mayoría de pelis que he visto este año.
- Ha sido un factor crucial, ¿no? En el cine se nota mucha que el sonido cambia mucho en función del lugar en el que uno está. Suena natural.
- A: La película en sí misma está pensada desde el sonido. El sonido está hecho como el POV (punto de vista, en sus siglas en ingles), que el sonido sea en función de dónde está la cámara. Eso es algo muy loco para escuchar música. No estamos acostumbrados a escuchar la música en la pantalla y que la música se vaya moviendo como si estuvieras en el lugar. En nuestra cultura, en la que hemos escuchado y visto mucho videoclip, estamos acostumbrados a una cosa muy plana. Por eso yo creo que está otra vez en auge ver cosas en directo y hay tantas cosas que surgen. Por eso experiencias como el Tiny Desk, de repente es refrescante y es nueva, porque estamos acostumbrados a la pantalla. Nosotros hemos intentado que en el cine y con la pantalla tengas una experiencia que es completamente distinta. Y todo nace de una idea que tiene Geray de cómo es el flamenco y de cómo quiere que suene y de entender el flamenco y que son cosas que están en su música y en su flamenco.
- Pero ¿cuán difícil es llegar al gran público haciendo una cosa como el flamenco?
- Y: Yo no me he fijao si ha sido así. Es cierto que el flamenco, hasta que no nos han dicho que mola, no le han hecho mucha cuenta. Antes tú te ponías La1 y todo eran fandango. Ahora no, no te encuentras a nadie que ponga un fandango en televisión. También escuchar un fandango no es fácil, tienes que estar muy preparado para escucharlo, sobre todo porque te cuenta historias duras y que te hacen meterte para adentro y a lo mejor queremos el entretenimiento o que nos hagan disfrutar y bailar. Y eso es increíble también.
- También le echo mucha culpa a este hombre también y Rosalía también de que el flamenco mole. Han sido dos artistas grandes que han sabido decir, “oye, esto es nuestro y mola que te cagas”. Y nos sentimos muy agradecidos. Pero me hace gracia que antes de todo esto, de que Pucho o Rosalía sacaran música, yo llevaba a gente al tablao que no se dedicaba a esto y no estaban convencidos y tal. Ahora, todos quieren venir al tablao. Y oye, porque aunque no conectes, algo te vas a llevar.
- ¿Pero teme que ahora al ser comercial o al volverlo comercial se pervierta? ¿O comercial no es sinónimo de malo?
- A: Es que la palabra no es comercial, la palabra es popular. A mí me gusta todo lo que es popular. Eso significa que puede tener muchas capas y profundidad, pero que hay una capa de emoción y comprensión que es instantánea y no requiere que hayas leído algún libro ni que seas a Albert Serra, que lo admiro mucho. No hace falta ocultarle a la gente eso tan increíble que se te ha ocurrido a ti. Y no lo digo por Albert Serra en concreto, cuya última película admiro muchísimo, me parece la mejor que se ha hecho este año. Yo lo entiendo así, hay otra gente que no y le echa para atrás. Yo pertenezco a la cultura popular. Dicho esto, para mí una película comercial en sí misma es mala y un álbum de música comercial es malo.
- Yo considero que nunca he hecho eso, siempre he hecho algo que era cultura popular, pero que tenía un peso, que tenía la emoción por delante, que tenía una preocupación por lo técnico, por lo estético y no una preocupación únicamente comercial. Nunca he tenido una preocupación comercial por encima de nada que tuviese que ver esto. De hecho, yo preferiría pudrirme y tener el respeto artístico de la gente como Yerai, de Isaki y de la gente a la que admiro.
- Entonces, yo creo que esta película conecta y conecta con las emociones y es una película muy popular en ese sentido, pero creo que es una cosa muy alternativa. O sea, la forma, la imagen, el sonido todo es como, es arriesgado y ambicioso en los dos sentidos.