La memoria histórica en España sigue siendo un tema pendiente. Sólo hace falta preguntar a sus víctimas y familiares. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos socialistas por reparar el daño causado por la dictadura franquista, aún hay familias que no saben dónde están sus allegados enterrados en fosas comunes aún por exhumar, cuando no en cunetas.
A pesar de ello, poco a poco, se sabe más de las prácticas del régimen. El robo de niños, las torturas a prisioneros, los asesinatos a los disidentes… Pero existe todavía un vacío que muy pocos conocen, una institución de la que apenas se habla y que afecta directamente y exclusivamente a una parte de la población.
El nombre Patronato de Protección a la Mujer se conoce más bien poco. No se trata de ninguna institución de nueva creación y su nombre lleva a engaños. Bajo este atractivo nombre que aparenta ayudar a las mujeres, la dictadura franquista ocultaba una de sus máquinas perversas para disidentes. Y sí, solo era para mujeres.
Esta institución se encarga de reeducar o encauzar, como solían decir, a esas mujeres díscolas, rebeldes, ya fueran con el régimen o con la idea de lo que una mujer debía ser según sus normas. A su entender, cualquier chica o mujer debía comportarse como una mujer sometida a los deseos del hombre y dedicarse a la crianza de los hijos, la casa, el marido o las tareas que, decían, ser “propias de ellas”. Una visión machista, sí, pero demasiado instaurada.
Un documental en formato corto
Desde esos años hasta la actualidad, diversas investigaciones han estudiado el funcionamiento de este Patronato de Mujeres. Personas como Carmen Guillén ha hecho tesis doctorales, investigaciones y libros al respecto. Y otras organizaciones como Grupo de Apoyo, de la que forman parte Sofia Esteve, Isa Luengo y Marina Freixa Roca, no dejan de trabajar y estudiar qué instituciones formaban parte de este patronato franquista. De instituciones psiquiátricas a órdenes religiosas, el entramado es más que complejo y desconocido.
Estas tres jóvenes han realizado ahora un cortometraje llamado Els buits (Los vacíos) que narran la historia de Mariona, la madre de Freixa, que fue una de las víctimas del Patronato. La cinta, precandidata a los Goya y los premios Gaudí, recoge el testimonio de una mujer que, denunciada por sus padres por ir a una manifestación antifranquista, pasó largos años encerrada en una institución. Cuando entró tenía sólo 17 años.
La historia de una madre
Su hija, Marina Freixa, de 30 años, poco sabía de eso. “Yo fui conociendo un poco la historia a lo largo de los años. En los últimos diez, en distintos momentos, y sin terminar de saberla muy entera”, vio que este pasado debía contarse.
Ella misma, que vive una relación más o menos cordial con sus abuelos maternos, poco se podía imaginar todo lo que vivió su madre. Poco a poco quiso saber más. “Y no es que tuviera siempre una inquietud de hacerlo”, matiza a Crónica Global. Fue cuando conoció a Isa y Sofía que se percató de la importancia de contar esta historia en formato documental.
La cinta parte del relato de su madre, Mariona, para, poco a poco, llenar esos vacíos de su historia y de la de España que apenas se conocen. Ese entramado de instituciones por los que pasaron miles de mujeres que sufrieron todo tipo de “torturas”. Una de las más comunes era el electroshock. Una manera de apagar la voluntad de libertad de unas mujeres que no estaban dispuestas en ser meros floreros de una sociedad machista y dictatorial.
El inicio de una investigación
Esteve asegura que, mientras investigaba con Luengo la represión a lesbianas y disidentes sexuales y de género, se dieron cuenta que en la Ley de Vagos y Maleantes sí estaba contemplada la homosexualidad, pero parecía que “las lesbianas no habían estado tan represaliados por el franquismo, porque habían sido invisibles para el franquismo”. Claro que empezó a sospechar.
Conocieron del Patronato al encontrar el caso de María Elena, una persona trans masculina que en el año 1968 fue detenida en Barcelona “por ir vestida de hombre”, según el parte policial. Ella, con la Ley de Vagos y Maleantes en la mano, acabó en la tutela de esa institución para mujeres.
La investigación siguiente les hizo ver que allí, no solo iban destinadas las lesbianas y disidentes sexuales y de género “sino mujeres llamadas rebeldes que escapaban del nacionalcatolicismo” imperante. No hacía falta ni más ni menos para acabar tutelada por esta institución. “Sólo era necesario ser mujer y la denuncia de una sólo persona”, fuera un conocido, un policía o cualquiera, indica Esteve. En el caso de Mariona fueron sus padres, pero podía ser cualquiera. Y no había juicio previo.
“Durante el franquismo pasaron por allí varias menores de edad, que eso implicaba a mujeres de hasta 21 años y se podía ampliar hasta los 25”. Las chicas eran internadas en “instituciones correccionales” por motivos tan dispares como “el trabajo sexual hasta por irse de casa de sus padres, darse besos con el novio en la calle o llevar una falda corta”.
Torturas prohibidas
Una vez puestas bajo tutela de una institución religiosa, que eran las que solían regentar estos centros, u otros equipamientos similares (maternidades, hogares-taller, centros psiquiátricos…) la vida de las internas podía ser muy variada. “El trato dependía del orden religioso de la institución”, apunta Esteve. “Había algunas muy duras y otras un poco más flexibles”, detalla.
Las mujeres y chicas allí internadas eran obligadas a hacer prácticas religiosas “con el objetivo de redimirse”, señala Freixas. Todo para que “la mujer caída se curase a través de una última confesión”. Si no lo hacía, podía verse sometida a realizar “trabajos forzados, pasar por el electroshock o recibir un shock insulínico”, una práctica que dejó de usarse en los 50, pero que en el 69, como le aplicaron a Mariona. El objetivo era hacerle perder la memoria de todo lo que había hecho y por qué.
No era una vida fácil. Y cuando salían tampoco lo pasaban bien. “Muchas llevaron su paso por el Patronato como una mancha de por vida”, lamenta Luengo. Algunas incluso llegaron a perder la tutela de sus hijos o fueron ignorados por su familia. Otras entraban “en un círculo vicioso de dependencia: de los padres al marido y luego a los hijos”, prosigue Esteve.
Els buits habla de todo esto. Ha hecho falta que Mariona le contara la historia a su hija para que Freixas conociera parte de esto. Lo mismo que Luengo y Esteve, que llegaron a saber de esta institución cuando investigaban otras represiones franquistas. Luego ha llegado un camino mucho más arduo.
Sin memoria
Más allá de que Mariona y Marina tengan que afrontar este pasado familiar como pueden, todo un país debe hacerlo. Y no es fácil. Como reza el título, desde el Patronato en sí hasta las instituciones que formaban parte de él son como un vacío en la memoria histórica de España. Apenas se habla de ellos.
Como muestra el corto, algunos de estos edificios se han derruido, otros colegios y órdenes religiosas siguen en pie y educando a nuevas generaciones, como si nada hubiera pasado. No hay placa alguna que recuerde a la ciudadanía que, en distintos puntos de España, algunas mujeres eran privadas de su libertad e incluso torturadas por el mero hecho de ser independientes, libres y demócratas.
“Hubo una especie de desidia respecto a este tema”, denuncia Luengo. A su modo de ver, hay varias razones por las que se ha producido este silencio. Una de ellas tiene mucho que ver “con las instituciones que siguen activas hoy en día”. “Muchas de las órdenes religiosas que se encargaban de gestionar el patronato, como las adoratrices, las oblatas y demás, a día de hoy, siguen gestionando temas de trabajo sexual, de menores, gracias a convenios públicos”.
Por otro lado, y como defienden las responsables de Els buits tiene que ver por el mero hecho de que es un tema que “solo afectaba a las mujeres”. En cualquier caso, defiende Freixas, “hay poca voluntad política” para investigar el Patronato de Protección de la Mujer. A pesar de las leyes de Memoria Histórica. Asegura que ha tenido acercamientos con partidos políticos catalanes y que se llevó una propuesta al Parlament, pero las elecciones detuvieron todo.
Borrado de memoria
Lo único que quieren es que “se abran cajas, se hable de números, se reconozca a sus víctimas y también a sus responsables”, porque el tiempo pasa. Víctimas y verdugos son cada vez más mayores y poco a poco los documentos se esfuman.
“Ha habido un borrado de archivos literal desde 1955 por parte de las órdenes, algunos se destruyeron”, denuncia Freixas. Una inundación hizo que se perdieran 1.000 cajas con documentación, recuerda Esteve. Una inundación en el Ministerio de Justicia hizo que en los años 90 de esas mil cajas solo se pudieran rescatar 31. Y, aun así, muchas quedan por abrir.
Els buits y la historia de Mariona son sólo una historia de tantas. Un caso que su hija ha logrado visibilizar y llevar a las puertas del Goya y los Gaudí. Ahora, hace falta más. Es necesario un compromiso político, investigaciones y concienciación.
La Ley de Memoria Histórica, criticada por muchos, está activa, pero estos vacíos de información y de conocimiento se deben llenar de reconocimiento, de datos, de historias de unas mujeres que han sufrido mucho por una causa injusta y que pueden ser olvidadas.