Cuando Montserrat Morera (Barcelona, 1952) trata de recordar en qué momento de su vida empezó a aficionarse a la escritura, le viene a la cabeza una imagen de sí misma, siendo aún una niña, intentando escribir un cuento como el que se acababa de leer. “Recuerdo que en el interior había un gato desplegable, y yo intenté hacer lo mismo con un pato”, se ríe esta escritora criada en el barrio del Raval y afincada desde hace unos años en el Maresme.
Licenciada en Filología Hispánica, con un doctorado sobre metáfora y aprendizaje por la Universidad Autónoma de Barcelona, Morera dedicó prácticamente toda su vida profesional a la enseñanza –ha sido profesora de lengua castellana y catalana en diversos institutos y también en la UAB– hasta que un viaje a Grecia con su marido y sus dos hijos, entonces en edad adolescente, la animó a dejar de lado por un momento los textos académicos y escribir su primer relato de ficción, Niké vol dir victòria (1999), una historia de intriga juvenil ambientada en los mitos de la Grecia clásica. “Es una novela dedicada a nuestros hijos”, admite la autora, que coescribió la historia junto a su marido.
Los espacios como inspiración
Desde entonces, no ha dejado de escribir ficción. Una ficción que suele surgir de su entorno más inmediato, los lugares que visita, lo que ocurre en ellos, lo que le cuentan las personas. “Los espacios me motivan a escribir”, dice.
Su siguiente novela, Perfum d’Almesc (Pagès editors, 2008), surgió cuando un verano, al volver como de costumbre a Valls para pasar las vacaciones en la masía familiar, se encontró con la emblemática plaza del Pati totalmente perforada debido a la construcción de un aparcamiento.
“Mientras duraban las obras, fueron apareciendo objetos del antiguo castillo que allí se ubicaba, y acabé escribiendo sobre una mujer que indaga en la vida de Leonor de Prades, reina de Chipre, una mujer muy fuerte, con una vida trepidante, que fue señora de Valls y vivió en el castillo”, explica Morera, convencida de que “la literatura nos ofrece una manera más profunda de entender la historia. A diferencia de los libros de historia, las novelas y cuentos nos permiten entender las emociones y sentimientos de las personas en el momento que ocurren los acontecimientos”, comenta.
El atentado de las Ramblas
Acontecimientos como, por ejemplo, el atentado terrorista de las Ramblas, el 17 de agosto de 2017, que a Morera le sirvió de contexto para el final de su siguiente novela, Ravals (Bromera, 2022). Inspirada en el lugar que marcó su infancia y juventud, la escritora afronta las transformaciones urbanísticas y sociales del barrio del Raval a través de un amplio abanico de personajes, sus habitantes, sin caer en falsas nostalgias ni ingenuidades.
“Llevaba años madurando esta novela cuando una serie de cuentos que acababa de escribir me sirvieron de trampolín para emprender la redacción definitiva”, explica Morera, que suele empezar a dar forma a sus libros a partir de relatos cortos, un género en el que se siente cómoda y que le permite desarrollar personajes que protagonizarán sus novelas.
Una palabra, varias interpretaciones
Así pues, una parte de los relatos que ya tenía escritos le sirvieron para desarrollar la novela Ravals, publicada en 2022, y la otra parte le sirvió para dar forma a su último libro: Aures (Bromera, 2023), una selección de relatos cortos tenuemente enlazados que tienen en común estar protagonizados por personajes corrientes en situaciones cotidianas, desde un fotógrafo preparando una tortilla para su enamorada (Truita) a una prostituta inmigrante recién apeada del cercanías preguntando a una transeúnte cómo llegar al prostíbulo del pueblo (La Maleta).
“Es un libro lúdico”, sonríe. “Cada cuento lleva por título una palabra que permite diferentes interpretaciones. Así, jugando con las palabras, pretendo encontrar el aura de las cosas del día a día: aquello que hace único un instante”, explica.
Feminismo sin etiquetas
Por otro lado, sus relatos tienen un punto feminista y de denuncia social, como Maternitat, donde una inmigrante de Mali explica cómo le fue practicada la ablación mientras amamanta a su pequeño en un piso de Mataró, o Puta, donde narra sin prejuicios ni dramas el día a día de una esposa engañada y una prostituta en un burdel. “El mío es un feminismo asumido, no creo que una novela necesite llevar esta etiqueta. Las conclusiones las hace el lector”, explica.
Morera insiste en la importancia de poner el foco en los momentos “aurados”, esos detalles cotidianos que la literatura te permite apreciar y que de otra forma pasarían desapercibidos. Por ejemplo, cuando buscaba una forma “no periodística” de explicar los atentados de las Ramblas para su novela Ravals, se dio cuenta de que todas las personas con las que hablaba le mencionaban lo mismo: que después del atentado había tal silencio que volvían a escucharse los pájaros. “Era como en ese poema de Juan Ramón Jiménez: 'Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros/ cantando…'”, comenta.
El poder transformador de la lectura
En la actualidad, Morera está trabajando en un nuevo cuento, un género que, en su opinión, cada vez despierta más interés entre el público. “Es cierto que aquí no tenemos la tradición de los países anglosajones, pero cada vez son más populares”, añade esta profesora jubilada, que sigue creyendo en el poder transformador de la lectura y le preocupa el progresivo declive de los índices de comprensión lectora en las aulas catalanas.
“Se trata de un problema complejo, con muchas causas. Pero lo que está claro es que los niños son un reflejo de la sociedad”, explica. Y una de las características de la sociedad en que vivimos es el descrédito que sufre la cultura. “Ahora parece que el libro tiene que ser un objeto socializado, que no hay que comprar libros, sino pedirlos prestados en la biblioteca o tenerlos en el aula para uso compartido… ¿Y por qué comprar libros no, pero juguetes sí?”, se cuestiona. “Siempre he creído positivo que los niños tengan su biblioteca particular en casa, que puedan volver a sus libros... Pero resulta que ahora la moda es depurar la casa de objetos innecesarios. Defiendo como Nuccio Ordine la utilidad de lo inútil”, concluye.