Cuando, en el verano de 1929, Gala, cuyo verdadero nombre era Elena Ivánovna Diákonova (Kazán, Rusia, 1894-Portlligat, España, 1982), viajó a Cadaqués junto a su hija, su esposo, el poeta Paul Éluard, y algunos amigos, entre los que se encontraban Luis Buñuel, René Magritte y el galerista belga Camille Goemans, no podía imaginar lo que el destino le tenía preparado.

Quién podía imaginar que allí, en un pequeño pueblo de la costa catalana de la España de los años 20, conocería a la persona que literalmente le cambiaría la vida. Salvador Dalí, un joven y provocador artista que, en gran medida gracias a ella, acabaría convirtiéndose en uno de los grandes nombres de la historia del arte. Así lo reconoció el propio artista tal y como lo recoge la Fundación Gala-Salvador Dalí: “Me trajo el raro libro de magia que debía nutrir mi magia, el documento histórico que probaba irrefutablemente mi tesis cuando estaba en proceso de elaboración, la imagen paranoica que mi subconsciente deseaba, la fotografía de una pintura desconocida destinada a revelar un nuevo enigma estético, el consejo que iba a salvar del romanticismo una de mis imágenes demasiado subjetivas”.

'Colección Primavera-Verano' es la primera entrega de este proyecto expositivo JORDI BLANCO FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ

Musa, esposa, confidente, marchante

Desde aquel primer encuentro, sus identidades fueron prácticamente indisociables. Gala vislumbró su potencial, intuyó la transcendencia del artista consagrado y se entregó a él en cuerpo y alma. No fue solo su musa, esposa y confidente, también asumió el papel de consejera, marchante y administradora de su obra. Era la persona que le hacía avanzar. El genio de Figueres fue la mejor creación de esta artista sin obra.

“De alguna manera ella es el escaparate de las ideas dalinianas”, explica a Crónica Global Bea Crespo, coordinadora del Centro de Estudios Dalinianos y comisaria, junto a Noelia Collado, directora de contenidos de La Roca Village, de El despertar del mito: Gala Dalí, un proyecto expositivo, narrado en tres entregas, que aborda la construcción del mito de Gala a través de su colección de moda.

Dos de los trajes de la 'Colección Primavera-Verano' JORDI BLANCO FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ

La mejor embajadora de la obra daliniana

Gala difunde y promociona el trabajo de Dalí, pero, además, “es la principal admiradora de su obra. Como cuando lleva el sombrero zapato de Elsa Schiaparelli. Hay que llevarlo”, apunta Crespo. Nadie como ella supo interpretar su peculiar manera de entender el mundo. Y lo hizo con un estilo muy personal, tejido, en no pocas ocasiones, en complicidad con reconocidos couturiers para los que también fue una fuente de inspiración.

En esta primera entrega, Colección Primavera-Verano, se muestran ocho outfits creados por celebrados diseñadores como Pierre Cardin, Christian Dior, Hubert de Givenchy o Elsa Schiaparelli, quien, en 1938, diseñó junto a Dalí el emblemático Traje de Lágrimas. Para Crespo, “era sin duda su mejor embajadora, también porque le interesaba. Ella es una mujer de negocios, cree en el proyecto y quiere que también sea rentable”. “Y no me parece mal –prosigue—; es que aquí está la visión misógina: si un hombre tiene poder, busca el poder, es ambicioso o le gusta el dinero nadie le juzga”.

Otra muestra de la colección JORDI BLANCO FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ

Las múltiples caras de una mujer inclasificable

La moda tuvo un papel fundamental en la creación del mito que siempre quiso ser. De alguna manera Gala se disfraza para interpretar los diversos roles que asume para alcanzar ese hito: musa, compañera, representante o performer al lado del artista como un elemento más de toda la acción artística.

Para la comisaria, “en ese sentido tiene un estilo muy ecléctico porque Gala es muchas Galas”. Segura de sí misma, moderna, creativa, inteligente y muy culta, la musa imprescindible del surrealismo tenía una personalidad compleja, de ambivalencias, pero también era muy poderosa, sobre todo en lo referente a su relación con Dalí. Y todas estas singularidades que conforman su identidad se reflejan en la evolución de su estilo. Desde la androginia de los sastre pantalón de los años 20 y 30 de Gabrielle Chanel o las prendas sin género como la camisa de marinero que lucía la Gala joven y fascinante, hasta el revolucionario New Look del visionario Christian Dior que tan bien encajaba en la versión más femenina, consolidada y madura de las décadas de 1940 y 1950.

La muestra en el castillo de Púbol explora el mito de Gala a través de su colección de moda JORDI BLANCO FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ

Una leyenda

“Quiero pasar a la historia como una leyenda”, afirmó Gala Dalí en una entrevista concedida a la revista Garbo en 1964. Lo consiguió. Aunque la identidad que nos ha llegado ha sido construida por la mirada misógina de otros. Aun así, y a pesar de esos otros, 130 años después de su nacimiento su legado pervive en el castillo de Púbol, su refugio y su última morada.

Tras Colección Primavera-Verano, en junio será el turno de Alta Costura y, en el mes de octubre, el de Colección Otoño-Invierno, la última entrega de este proyecto expositivo organizado por la Fundación Gala-Salvador Dalí en colaboración con La Roca Village. La muestra se completa con las aportaciones de la ilustradora Carla Fuentes y la instalación artística de gran formato que “vincula la mirada del espectador con la del mito ausente”, realizada por el fotógrafo Jordi Bernadó.

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