Ignorando que esa escapada le cambiaría la vida, en verano de 1981, Adela Picón, entonces una veinteañera de fuerte espíritu activista, no dudó en viajar de Barcelona al País Vasco para participar en una manifestación contra la central nuclear de Lemóniz, cerca de Bilbao. Allí conoció al suizo Mauro Abbühl, quien no solo sería el amor de su vida, con quien se casaría y se mudaría a Berna, sino que se convertiría en su más ferviente colaborador en su carrera como artista.
“Siempre pensé que me dedicaría a la pintura, pero estando en Suiza, siendo mujer, extranjera, con un bebé en la barriga, entendí que iba a ser muy difícil abrirme camino como pintora. Así que me pasé al arte conceptual”, recuerda Picón (1958), que antes de mudarse a Berna estudió Pintura en la Universidad de Barcelona y fue alumna de J. Hernández Pijoan. Aprovechando el auge del arte conceptual de los noventa, Picón empezó a hacerse conocida gracias a sus instalaciones audiovisuales e intervenciones en espacios públicos, en los que abordaba temas sociales bajo una perspectiva crítica, y hoy es una respetada artista en su país de adopción.
¿Qué somos?
“Suiza no es un país políticamente fácil, pero desde el arte he podido abordar temas conflictivos sin problemas”, explica la artista, autora de proyectos como ¿Aquí o allí? (2009), una instalación audiovisual en la que invitaba a refugiados de las guerras de los Balcanes a compartir álbumes de fotos antiguas, o Pass Auf (Ginebra, 2012), una página web en la que se animaba a cualquier persona no sólo a solicitar el deseado pasaporte suizo, sino también a votar las candidaturas ajenas.
Ahora, invitada por el Museu d’Història de Sant Feliu de Guíxols, municipio de la Costa Brava en el que veranea desde hace más de 20 años, Picón reflexiona sobre una nueva cuestión: ¿qué significa hoy el concepto de familia?
“Buscábamos una forma de cerrar nuestra exposición sobre los 200 años de historia de Sant Feliu de Guíxols. Hemos sido un pueblo pesquero, un pueblo industrial y luego un pueblo turístico. Y ahora ¿qué somos? ¿Quién vive aquí? ¿Qué valores tienen?”, explica Sílvia Alemany, directora del centro.
La autora, presente en todas las fotos
El resultado es la instalación Famílies de Sant Feliu (2021-2022), una serie de fotografías en color de diferentes familias del municipio en la intimidad de sus hogares, en las que Picón ha logrado infiltrarse. “Hasta que el espectador no averigua que aparezco en todas las fotos, puede pensar que soy parte de esa familia, incluso ha venido algún pariente pensando que soy una tía que no conoce”, bromea, recalcando que la gracia de su instalación reside precisamente ahí, en que ella esté presente en todas las fotos.
“De esta forma, planteo una cuestión antropológica fundamental: ¿qué son las relaciones familiares? ¿Qué peso tienen en nuestras vidas?”, explica la artista, que se encargó ella misma de seleccionar a las familias y de convencerlas para que le abrieran las puertas de sus casas. Son fotografías “normales y corrientes, que cualquiera podría haber tomado con su móvil”, menciona, que reproducen la cotidianidad de sus vidas sin ocultar el mínimo detalle, desde el juego infantil escondido debajo de un sofá o las zapatillas deshilachadas de un cabeza de familia.
El concepto de familia
“Busqué familias trabajadoras, locales o recién llegadas, que aceptaran mostrar su realidad tal y como es”, prosigue. Entre los fotografiados destacan una familia ucraniana asentada en Sant Feliu desde antes de la guerra, una de origen marroquí y la formada por una mujer de origen ruso y un hombre británico negro que se conocieron aquí de vacaciones y han tenido tres niños. “No hay que olvidar que Sant Feliu es la costa, y la costa siempre ha sido un lugar de amor, de vacaciones”, sonríe.
En otra sala del museo, la artista expone un vídeo documental en el que ha invitado a diversos vecinos y paseantes del pueblo a dar su opinión sobre las fotografías anteriores y sobre lo que significa para ellos el concepto de familia.
Los clichés
“Te das cuenta de que todos tenemos clichés en la cabeza. Algunos te hablan de raza, otros de que la ‘familia lo es todo’, otros de que ‘una mujer que ha tenido un hijo sola tiene todo el derecho a encontrar una nueva pareja y rehacer su vida’, y mientras lo dice se da cuenta de su incoherencia: ¿no forman una madre y su hijo una familia de por sí?”, comenta.
“Los conceptos de familia, herencia o legado nos resultan muy cercanos, nos interpelan y nos afectan muy directamente, pero a la vez los relacionamos con una idea cerrada que se ha transmitido de generación en generación”, aclara el antropólogo Xavier Roigé en el librito de la exposición. “Esta muestra pretende otorgar a estar palabras nuevos significados, abiertos a sociedades de la sociedad actual, donde todo el mundo debe tener cabida y sin estar condicionados por estereotipos”, añade.
Adiós al modelo de familia único
En el mismo texto, Roigé cita a la conocida antropóloga francesa Martine Segalen, dedicada al estudio de la familia, y defensora de que la anunciada “muerte de la familia”, tan criticada por círculos conservadores por creerse el motivo del colapso de la sociedad, no ha llegado a producirse. “Lo que se ha acabado –escribe Roigé– es el modelo de familia único nacido del siglo XIX: el del matrimonio aparentemente estable, en el que la mujer se queda en casa, cuidando de los niños y del hogar, bajo la autoridad del paterfamilias”.
“Las familias de hoy son mucho más diversas: conyugales, monoparentales, homoparentales, recomposiciones familiares tras separaciones conyugales... lo que queda, sin embargo, es la fuerza social de las relaciones de parentesco en la sociedad moderna”. Sea cual sea el modelo familiar que nos haya tocado vivir, está claro que siguen teniendo un enorme peso en nuestras vidas. “La red familiar sigue actuando como soporte en el día a día y nos aporta seguridad en un mundo inestable”, concluye.