‘Mataró potatoes’ y otras historias
La biografía de mataronense Ramon Lleonart pone en valor el oficio de payés y la importancia de la agricultura en el desarrollo del Maresme
26 noviembre, 2023 00:00Cuando David Farell hojeó por primera vez la libreta de notas de Ramon Lleonart –150 páginas escritas a mano en una letra que parecía indescifrable–, enseguida tuvo claro que allí dentro se escondía un libro: “No eran solo sus recuerdos de familia, sino un homenaje al oficio de payés”, explica este veterano arqueólogo y profesor de secundaria afincado en Argentona, en el Maresme.
Farell, igual que su amigo Francesc Navarro Bonamusa, estaba convencido de que las memorias de su paisano Ramon Lleonart, a quien conocían por ser también miembro de Natura, una organización radicada en Argentona que lucha por la preservación y mejora del medioambiente, tenían un valor incalculable para una comarca que ha vivido tantos años de la agricultura y, a la vez, servían de testimonio de una época. Así que se pusieron manos a la obra.
Un libro de historia
El resultado es Ramon Lleonart de Can Seraneta. Memòries d’un pagès del segle XX al Rengle mataroní, un libro que refleja la biografía de cuatro generaciones de payeses, los Lleonart, desde que empezaron a trabajar en las llamadas tierras del Rengle, una zona agrícola que entonces pertenecía al término de Argentona y que quedaba enmarcada entre la ciudad de Mataró, la riera de Argentona y el mar, hasta ser expulsados por la especulación urbanística del litoral unos 150 años después.
“La masía de Can Seraneta estaba justo donde ahora se levanta la Torre d’Ara”, explica Farell refiriéndose al moderno bloque de oficinas que preside el polígono industrial El Rengle, a las afueras de Mataró, que puede verse desde varios puntos de la comarca.
A tomatazos contra el tren
Mezcla de libro de historia, biografía y homenaje a la vida del payés local, publicado pocos meses después de la muerte de Ramon Lleonart, arranca con una introducción a la agricultura de Argentona y los alrededores a lo largo de la historia, desde la producción de vino en la época romana a la aparición de las primeras masías, en los siglos X y XI, y la imposición de los regímenes de masovería; la llegada de los sistemas de riego y la crisis de la filoxera, que forzaron la transformación de los campos de viñas y olivos en cultivos de fruta y hortaliza, pasando por la construcción del ferrocarril Barcelona-Mataró, inaugurado en 1848, y el boom de las patatas para la exportación (las famosas Mataró's potatoes) en la primera mitad del siglo XX.
“En los primeros tiempos del tren, los pasajeros eran a menudo atacados con tomates o cualquier objeto que tuvieran al alcance. Fue necesario poner vigilantes en algunos puntos del recorrido, y dos más a bordo del tren, uno delante y otro detrás”, escribe Farell en el libro, basándose en los apuntes de su amigo Ramon Lleonart.
El origen del nombre Can Seraneta
Más adelante, el libro se adentra en la historia familiar de los Lleonart. El bisabuelo de Ramon, Ramon Lleonart Serra, entró como masovero de la finca Can Seraneta, propiedad de una familia adinerada de Mataró, en 1860, tomando el relevo a un primer masovero que era muy “sucio y dejado”. “Los Lleonart cuentan que fueron ellos los que empezaron a limpiar la masía y dejarla en buenas condiciones. Resulta que la casa hizo un buen cambio y, cuando la gente les preguntaba por el nuevo aspecto, ellos ponían mala cara y respondían ‘ara serà neta’ (‘ahora estará limpia’), ganándose el apodo de Can Seraneta”, escribe Farell en el libro.
Al mando del nuevo masovero, la finca prosperó. Las cosechas de patata primeriza se vendían muy bien en los mercados inglés y francés (se transportaban por tren y ferri) y, en 1917, su hijo, Ramon Lleonart Boix, el hereu, pudo reunir el dinero suficiente (20.000 pesetas) para poder comprar la finca a los Spà-Salarich y convertirse en el primero de su familia en ser propietario. La finca la heredó más adelante su único hijo varón, Pepito Lleonart Puig, Pepito Seraneta (Mataró, 1899), quien logró la mayor expansión.
Patatas, el producto estrella
Cofundador y presidente del Sindicato de Payeses Cosa de Levante de Mataró (el sindicato de los propietarios “ricos”), acondicionó los sistemas de regadío, arrancó las viñas y construyó pocilgas para el engorde de cerdos, que servían además de estercolero para la huerta, etcétera. Todos estos cambios se financiaban con la exportación de patatas, el producto estrella. “En Europa –escriben los autores–, las patatas del Maresme eran las primeras de la temporada, entraban en marzo y abril, mientras que en el norte la cosecha empieza más tarde”. “Teníamos tren y puertos, así que el Maresme resultaba un lugar propicio para la exportación rápida”, añaden.
La idónea ubicación geográfica, sumada a la bonanza del clima y al savoir faire de los payeses, hicieron que estos se organizaran bajo el apelativo Mataró’s Potatoes. “Ramon nos dice que, entre 1900 y 1923, la patata fue una cosecha armónica, de calidad y buena venta”, escriben. Aunque de forma general se las llamaba a todas “patata inglesa”, había dos denominaciones, según el origen de la semilla: Royal Kidney, el tipo inglés, y Etoile de Lyon, la francesa. “Eran un poco dulces y de muy buen cocer. Además, gracias a nuestro terreno arenoso, salían muy limpias, de tonalidad dorada”, detallan.
De los caballos al camión
En 1925 se compró un camión en EEUU con ayuda de sus suegros. Era un Chevrolet nuevo que llegó al puerto de Barcelona desmontado y empaquetado en dos cajas de madera. Del puerto de Barcelona fue traslado a un taller de Mataró, donde en un plazo de 10 días fue montado y puesto a punto para realizar el servicio nocturno de transporte de mercancías al mercado del Born, en Barcelona. De esta forma, Pepito pudo suprimir los dos caballos y dos mozos que cada día llevaban las verduras y patatas al mercado.
La llegada de la Guerra Civil detuvo el negocio, pero los de Can Seraneta sobrevivieron principalmente a fuerza de plantar grano para hacer pan y del cuidado de cuatro vacas suizas que les fueron asignadas por milicianos de la zona para producción de leche.
La expropiación
En 1945, tras superar los años más duros de la posguerra, nació el último heredero de Can Seraneta, Ramon Lleonart Itchart, autor de la libreta de notas que ha dado origen a este libro. “El trabajo de payés no le entusiasmaba mucho. A él lo que le gustaban eran los tractores y las herramientas”, escribe Farell en la obra. Lleonart adoptó de nuevo el cultivo de la viña e introdujo nuevas cosechas, como los famosos guisantes del Maresme, que se exportaban sobre todo a Suiza. Fue el primero en su familia en contratar a temporeros (en su mayoría del Maestrazgo), en adquirir el primer tractor (1962), en viajar a Holanda para aprender nuevas formas de presentar la verdura e introdujo los invernaderos (1978).
Pero también fue el primero en toparse cara a cara con el desarrollo urbanístico del siglo XX: la construcción de la autovía C-60 entre Mataró y Granollers, y el posterior desarrollo de varios polígonos industriales implicaron la expropiación de su finca, en 1993. A cambio, recibió la finca de Can Pitongo, en Argentona, donde vivió las últimas dos décadas, dedicándose principalmente al cultivo de verduras, como sus apreciados calçots, que los miembros de Natura pudieron “degustar en más de una ocasión”.