Marc Chagall, el poeta del color
El Palau Martorell de Barcelona acoge una exposición dedicada a los grandes temas que le inspiraron
12 noviembre, 2023 00:00Noticias relacionadas
Cuenta el marchante, galerista y editor Ambroise Vollard (Saint-Denis, Reunión, 1866-Versalles, Francia, 1939) en su deliciosa autobiografía, titulada Memorias de un vendedor de cuadros (Editorial Renacimiento), que una de sus ambiciones más tenaces como editor había sido la de “publicar las fábulas de La Fontaine dignamente ilustradas”.
Esta obra maestra de la literatura francesa de relatos breves, cuyos protagonistas son animales antropomórficos, no sería su primer libro de artista. Vollard ya se había adentrado en el noble oficio de la edición con Pierre Bonnard, a quien había encargado las litografías de Parallèlement de Paul Verlaine y Las Pastorales de Daphnis et Chloé del novelista griego del siglo II Longo de Lesbos; Émile Bernard ilustró para él Fleurs du mal de Charles Baudelaire y con Auguste Rodin editó Le Jardin des supplices del poeta francés Octave Mirbeau.
Hasta el 24 de marzo
Para interpretar el tan deseado libro de narraciones moralizantes del “poeta más francés” eligió, paradójicamente, al pintor y poeta ruso Marc Chagall (Vitebsk, Imperio ruso, 1887-Saint-Paul de Vence, Francia, 1985). “Precisamente, teniendo en cuenta las fuentes orientales del fabulista, pensé en un artista a quien, por su origen y cultura, le fuera familiar ese prestigioso Oriente. Mis esperanzas no se vieron defraudadas: Chagall hizo un centenar de aguadas deslumbrantes”, escribió Vollard en sus memorias.
Casi un centenar de esas obras dedicadas a las Fábulas de La Fontaine conforman uno de los ámbitos más destacados de “Chagall. El color de los sueños”, la magnífica exposición que permanecerá en las salas del Palau Martorell de la calle Ample de Barcelona hasta el próximo 24 de marzo.
Un autor inclasificable
Uno de los motivos que le sedujeron de este encargo fue la fascinación que sentía por los animales. Chagall se había criado en un pequeño pueblo donde las hormigas, los zorros, las vacas y las ranas formaban parte de vida. Además, el artista siempre se sintió muy cercano a la tradición y a la iconografía rusa a pesar de que la mayor parte de su vida la pasó en Francia.
“El título de Un pintor ruso significa más para mí que cualquier fama internacional… en mis cuadros no hay centímetro libre de nostalgia de mi tierra natal”, confesó. Pero su desbordante imaginario creativo bebe también de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX como el cubismo, el fauvismo y el surrealismo. Sin embargo, sus ansias de independencia y libertad lo mantuvieron al margen de todos estos movimientos, su obra no se adscribe a ninguno de ellos, es un artista inclasificable, con un estilo propio.
Un universo creativo a todo color
Su idiosincrasia luce omnipresente en la variada temática de su obra. No hay cuadro que no haga referencia a sus recuerdos, sus raíces, sus vivencias, sus deseos o sus obsesiones. Comisariada por Lola Durán Úcar, historiadora especializada en arte del siglo XX, “Chagall. El color de los sueños” se plantea como una suerte de biografía artística que recorre los principales temas que inspiraron su trabajo y su vida durante cinco décadas. Un universo creativo arraigado en sus orígenes, en el mundo sagrado y en su condición de judío, también en el fascinante París de las primeras décadas del siglo XX, en el amor y por supuesto en el color con el que el artista ruso trasmite sensaciones y emociones. Por algo se le considera el “gran maestro del color”.
La exposición del Palau Martorell muestra una cuidada selección de más de 150 obras, algunas nunca vistas en España, arrancando precisamente con aquellos cuadros que remiten a sus orígenes, a su niñez en el pequeño municipio de Liozna, en Vitebsk.
Éxodo y religión
La religión, el desarraigo y el judaísmo ocupan un lugar destacado. “Chagall era judío y su infancia se vio profundamente afectada por el antisemitismo ruso”, aclaran los organizadores. En 1931, viajó a Tierra Santa, donde visitó los lugares que fueron escenarios bíblicos: Jerusalén, Tel Aviv y Haifa. El impacto emocional que le causó esta experiencia le marcó para siempre.
De hecho, el Museo Nacional Marc Chagall de Niza se creó originariamente para acoger los 17 lienzos de gran formato de la serie Mensaje bíblico que el artista donó en 1966 al Estado francés. La epopeya del éxodo bíblico también le causó una profunda huella representándolo como una alegoría de la persecución que sufrió el pueblo judío a manos de los nazis durante la segunda guerra mundial.
París y el amor
El barrio parisino de Montparnasse fue su hogar durante los años 20. La capital francesa era por aquel entonces el epicentro artístico por excelencia. París no solo era el foco de todas las vanguardias europeas, sino, además, punto de encuentro de artistas universales como Pablo Picasso, Juan Gris, Sonia Delaunay, Vasili Kandinski y Amedeo Modigliani. La ciudad de la luz fue una de sus principales fuentes de inspiración y algunas de sus obras, una vehemente declaración de amor al París que “iluminó” su “mundo sombrío, como si del sol se tratase”.
Tras la ocupación nazi tuvo que exiliarse a Estados Unidos durante algunos años. Al finalizar la guerra regresó a Francia y en 1966 se instaló definitivamente en Saint-Paul de Vence, un idílico enclave de la Costa Azul francesa donde murió y donde está enterrado junto a Vava (Valentina Brodsky), su última esposa. Anteriormente estuvo casado con Virginia Haggard y la escritora rusa Bella Rosenfeld, su primer gran amor y eterna musa, fallecida prematuramente en 1944. “Yo solo abría la ventana de mi habitación y el aire azul, el amor y las flores entraron con ella”. Bella aparece en multitud de cuadros del artista, algunos de ellos presentes en la sección que cierra la exposición, la dedicada al amor.