La Copa América de vela es el evento internacional deportivo con mayor repercusión económica para el anfitrión, después los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol. Pero su impacto en Barcelona irá más allá de los 1.115 millones de euros que se calcula que dejará en la ciudad. La capital catalana y el sector del turismo y la restauración abrazan su celebración para acercarse a un modelo de mayor valor añadido y menos masivo.
La 37ª edición carrera de regatas, patrocinada por Louis Vuitton, proyectará a partir del jueves de esta semana la imagen del frente marítimo de la ciudad ante una audiencia global de 1.500 millones de espectadores. Una exposición mediática que el sector espera capitalizar durante años en términos de reputación y atracción de turismo de calidad, una vez constatado por organizaciones empresariales y autoridades políticas que el modelo ha llegado a su límite.
Inspiración del 92
Durante las cerca de diez semanas que durará el evento, "no solo se verá el espectáculo de la competición de vela más emocionante, tecnológica y sostenible que existe, sino que tras los barcos aparecerá el frente marítimo de Barcelona en una imagen similar, si no mejor, a la famosa de los saltos de trampolín de los Juegos Olímpicos", señala el director general de Turismo de Barcelona, Mateu Hernández.
La llegada de las regatas ha acelerado la renovación del litoral --que aún recuerda las olimpiadas de 1992 como el motor que despejó el acceso al mar-- y ha dado un nuevo impulso al ecosistema empresarial local ligado a la náutica. Desde que saliera elegida hace más de dos años, el Port Vell ha recibido más de 120 millones de inversión público-privada para recuperar el Rompeolas, construir el paseo en la rambla Nova Bocana y el nuevo edificio Mirador; también rehabilitar edificios históricos y espacios de ocio privados, como el Maremagnum o el Club Natación Barcelona.
Menos masivo
El sector hotelero da la bienvenida a un acontecimiento que elevará la "imagen y el prestigio" de Barcelona, pero no provocará una llegada "masiva" de espectadores durante este verano. Para esta temporada, se prevé en Barcelona una ocupación de en torno al 87 %, un nivel similar al del año pasado y solo ligeramente por debajo del que se registró en 2019, el año previo a la pandemia, una evolución que el Gremio de Hoteles de Barcelona considera una "buena dinámica".
Un estudio promovido por la fundación Barcelona Capital Náutica calcula que se producirán 2,5 millones de visitas relacionadas con el evento durante los dos meses que durará la competición, un cálculo que incluye los desplazamientos diarios tanto de visitantes extranjeros como de locales que se movilizarán para las regatas. De esta forma, el evento no hará que el número de turistas en la ciudad sea este año mucho mayor que el de otras temporadas.
Así las cosas, el impacto del evento irá más allá de la ciudad. Un porcentaje relevante de las reservas en el litoral catalán, desde Sitges hasta Mataró, proceden de visitantes vinculados de alguna forma con la Copa América, que ocuparán camas que otras temporadas disfrutaban otro tipo de turistas.
Elegir a los visitantes
El director general de la fundación confía en el "efecto escaparate" para atraer nuevas tipologías de visitantes no solo este año, sino los próximos tres, cuatro y cinco, resalta Ignasi Armengol. El objetivo es seducir a futuros viajeros "apasionados del mar, de nuestra gastronomía y nuestra cultura", de acuerdo con Hernández. Él ve el evento deportivo como "la mejor campaña e inversión que puede hacer" un destino turístico "maduro y de éxito", con recursos suficientes para "elegir quién quiere que lo visite".
En términos parecidos se expresaba el presidente del Puerto de Barcelona, Lluís Salvadó, en la presentación de los resultados trimestrales del organismo. "Nuestro objetivo es pasar de los barcos de grandes dimensiones a cruceros premium, que son los generadores de un alto valor añadido", dijo. Por su parte, las empresas concesionarias ubicadas en el puerto, especialmente las del Port Vell, están viendo incrementos significativos en sus volúmenes de facturación. Una actividad extraordinaria que compensa los gastos generados para el puerto por mayores necesidades de personal, mantenimiento y mejoras.