El presidente del BBVA, Carlos Torres, ha dedicado las últimas 48 horas a intentar cambiar el parecer de la clase económica, mediática y política de Cataluña respecto a la OPA hostil que la entidad ha lanzado contra el Sabadell. Apretó la agenda, hizo noche en la ciudad e intentó verse con todos los agentes relevantes de estos tres ámbitos en el territorio, pero su regreso al edificio Vela de Madrid es ambiguo. Los gestos educados y las palabras amables no se han traducido en el éxito total del reto que tenía por delante al aterrizar en la capital catalana.
Torres era consciente de que no lo iba a tener fácil, tal y como indican fuentes de su entorno. El primer guiño fue el lugar elegido, la antigua sede de Caixa Catalunya en la plaza Antoni Maura de Barcelona.
Las fuentes consultadas señalan que mantuvo en todas las reuniones un discurso de financiero pegado al Excel en el que detallaba las ventajas para el BBVA de absorber el Sabadell, pero sin llegar a convencer de que los dueños del banco opado no tienen otra opción mejor que aceptar su propuesta para preservar sus intereses en un mercado financiero cada vez más agresivo y concentrado.
Los plantones sufridos
Además, se topó con plantones sonados. El más destacado fue el del presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre. El líder de los empresarios catalanes alegó que estaba de misión comercial en Marruecos para declinar la reunión y eludió mandar a alguien que le sustituyera. Cedió el protagonismo al presidente de Pimec, Antoni Cañete, cuya incidencia social en Cataluña es menor.
En cuanto a los encuentros políticos, el banquero de Salamanca se desplazó hasta el Palau de la Generalitat para verse con el presidente en funciones, Pere Aragonès. No le convenció, pero esto es una cuestión menor. El propio calendario de la operación convierte al republicano en una figura irrelevante para marcar el futuro de la fusión.
Cuando los accionistas del Sabadell tengan que decidir si aceptan o no la OPA del BBVA, el de Pineda ya se habrá apeado de la política en activo. Y es que, si todo va muy rápido y no surgen curvas en el camino, el plazo de aceptación se iniciará en el último trimestre del año.
Ampliación de capital prevista
Torres relató a sus interlocutores catalanes que mantener el perfil bajo ha sido necesario en los primeros compases de una fusión por absorción que ha derivado en OPA hostil. El grueso del argumentario del que echó mano era conocido. Es el mismo que había dado con anterioridad a los analistas y financieros de todo el mundo, ya que antes de aterrizar en Barcelona se empleó en un road show internacional para asegurar el éxito de la ampliación de capital que se tiene que aprobar en la próxima junta de accionistas del BBVA.
Sacó pecho de que el banco resultante, si consigue unirlos, será más solvente y que las economías de escala amplificarán los beneficios. Es decir, que el negocio estará más saneado. Además, se mostró confiado de que la integración pasará la criba de competencia y no tendrá que desprenderse de actividades que resten brillo a la absorción.
Expectativas de mejora de la oferta
El banquero comunicó que el futuro de la sede operativa de Sant Cugat del Vallès (Barcelona) está confirmado e incluso planteó la posibilidad de mantener la marca del Sabadell como una filial especializada en el negocio de pymes de BBVA. Este segundo escenario le permitiría salir airoso de la operación incluso si el Gobierno cumple con su negativa a autorizarla y bloquea la fusión que seguirá a la OPA lanzada.
Ambas concesiones se daban casi por sentadas desde la sociedad catalana. Igual que la opción de que las condiciones económicas mejoren en el tramo final de la operación, cuestión que también contemplan los mercados y que siempre se ha negado desde el banco impulsor del proceso. Torres, según el relato de los presentes en esta maratón de encuentros, amagó con la revisión sin apearse del discurso oficial actual. Cabe tener en cuenta que la OPA está en sus compases iniciales y que, por ahora, todos los escenarios están abiertos.
Minoritarios y clientes
El éxito de la operación está en la decisión de los institucionales, ya que el núcleo duro del Sabadell son fondos de inversión. Con todo, el rechazo social marcará la decisión de los minoritarios (un pool que superaba el 40% del capital cuando se lanzó la fusión) y puede complicar el futuro del banco resultante en cuanto a pérdida de clientes. Y desde el entorno del presidente del BBVA reconocen que la cúpula de los compradores tiene claro que se deben ganar el favor de los catalanes.
Torres ha roto el hielo y se ha acercado a una sociedad que no ha mimado, precisamente, en los años que han seguido a las integraciones de CatalunyaCaixa y Unnim. Tras buscar la aprobación del nacionalista Oriol Amat o de los economistas Santiago Niño Becerra y Gonzalo Bernardos, tiene mucho trabajo pendiente.
Cuenta con tan sólo unos meses para revertir el ninguneo al que han sumido el territorio desde hace años, periodo de tiempo que también tendrá que aprovechar para demostrar que no va de farol con los compromisos adquiridos con un mercado tan relevante de pymes como el catalán.