Fue el filósofo francés de la Ilustración Voltaire quien escribió en el siglo XVIII que el hombre se precipita en el error con más rapidez que la de los ríos camino del mar. Este aforismo es particularmente relevante para analizar los recientes movimientos de BBVA con el objetivo de absorber Banco Sabadell, comprometiendo potencialmente su futuro como una institución financiera de primer orden. A continuación, se examinan algunos de los obstáculos más evidentes y notorios que deben superarse:
1. La oportunidad
El 30 de abril pasado, a tan solo 12 días de las elecciones autonómicas catalanas, y mediante un medio de comunicación británico (conforme a las preferencias de los directivos de la entidad, tan anglófilos ellos), Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) proclamó su intención de lanzar una oferta de fusión sobre Banco Sabadell que, en la práctica, supondría la absorción del banco catalán con sede social en Alicante. Una semana después, tras la comunicación oficial, la entidad que preside Josep Oliu replicó con una segunda negativa al ofrecimiento, que no reconocía ni el valor propuesto ni las posibilidades que podían desarrollar en solitario. Era la segunda ocasión en la que los catalanes decían no. Tres años y medio antes habían conversado y fracasado en el intento por motivos similares.
A pesar de la oposición, el 9 de mayo pasado, BBVA resolvió anunciar una OPA de carácter hostil. Quedaban tres días para visitar las urnas. El mensaje implícito era contundente: el consejo del Sabadell no representa al banco, que sean sus accionistas los que decidan. En Moncloa se había recomendado evitar la presentación de la oferta por razones de oportunidad electoral. Carlos Torres y su arrogante equipo de comunicación decidieron proseguir. Primera consecuencia: todas las facciones políticas adoptaron una postura respecto al asunto, generando una respuesta casi unánime: ni PSOE ni PP arroparon al BBVA. Por supuesto, los nacionalistas catalanes se opusieron por principios. El único silencio cómplice fue el del PNV, al que el BBVA mima con la trampa de la sede social vasca y la liquidación de impuestos en la hacienda foral. El Gobierno fue incluso más lejos y adelantó que, aunque triunfase la OPA, usaría sus prerrogativas reguladoras para impedir la fusión.
¿Qué prisa tenía Torres por sacar adelante la oferta? ¿Qué piedra apretaba el zapato del antiguo consultor de McKinsey para aventurarse por el terreno de la hostilidad en el epicentro de un terremoto político como unas elecciones a las que iban a seguir otras para este próximo 9 de junio? ¿Todo es fruto de una grandilocuente chulería financiera sin otra motivación razonable?
Craso error. La adquisición del Sabadell no es un tema ya de precio o de jerarquías directivas. El ecosistema social ha sido igual de categórico que el político en el rechazo y apenas una parte de la CEOE ha decidido apoyar a Torres. Ni la catalana (Foment), liderada por Josep Sánchez Llibre, ni la valenciana (CEV), que capitanea Salvador Navarro, han avalado la operación y, es más, la han criticado de manera frontal y razonada.
2. El método
Relatan las fuentes cercanas a esta contienda financiera que Torres abordó a Oliu en un ágape e intentó persuadirlo. Se produjo una categórica negativa del banquero catalán a escuchar los cantos de sirena del representante del BBVA, que además le avisó de que si había una oferta no le contase cuentos, sino que la presentase por la vía reglamentaria. Ambas entidades debían presentar las cuentas al mercado y el momento debía ser a posteriori. Se cuenta, también, que Torres había iniciado el acercamiento antes de obtener el visto bueno del consejo de administración de su propio banco. Como si estuviera sujetando el cubata con una mano en un bar de copas, con la otra dio instrucciones de arrancar la vía hostil.
La premura solo se justifica por el interés desmesurado de Torres en captar el negocio del Sabadell en el segmento empresarial y en un momento en el que la acción del banco catalán no dejaba de ascender. Si continuaba subiendo al mismo ritmo, el precio de la entidad podía dispararse y quizá con esa visión tan de barandillero apretó el acelerador para abaratarlo. Los mercados reconocían la buena gestión de César González-Bueno en el Sabadell y los títulos habían duplicado su valor en un año y casi un 44% desde principios de 2024.
La absorción del Sabadell en el mapa financiero europeo tampoco constituye una gran operación para BBVA. No se trata de fusionarse con Unicrédito (Italia), ING (Holanda), Lloyds (Reino Unido) u otras entidades europeas similares por tamaño. El banco catalán aumentaría la dimensión del BBVA, pero ya es seis veces mayor que su objetivo solo por el valor bursátil de cada uno. O, formulado por pasiva, el Sabadell es seis veces más pequeño. La operación no modifica en sustancia el mapa financiero europeo, aunque sí afecta de manera contundente al mercado español y en especial al segmento de las pymes, donde la restricción de la competencia resultará notable.
Tampoco ha resultado meritorio el método de Torres al conseguir una movilización contraria de las administraciones a la operación. La OPA puede ser aprobada por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) con tal nivel de restricciones que la haga inservible para sus objetivos. Es posible, incluso, que BBVA deba renunciar el día que la CNMC se pronuncie sobre el condicionado con el que admite dar curso a la oferta. A saber, véndase esto, no sobrepase tal cuota de mercado en tal segmento o territorio, no integre determinados negocios paralelos… Si la entidad pública da paso a la OPA pero limita su alcance, Torres puede quedarse atrapado en un escenario que nadie en su equipo parecía haber valorado con antelación. Es lo que en términos técnicos se conoce como coste del capital (se trata del rendimiento mínimo que debe producir una inversión para hacerla rentable a los poseedores de una empresa), que podría dispararse. ¿Bisoñez reiterada o arrogancia de nuevo? Son las preguntas de fondo que tiene el mercado pendiente para que alguien de la entidad ofertante responda de manera más clara a cómo lo hizo el día que se presentó ante analistas y medios de comunicación para explicar sus intenciones.
3. Insensibilidad
Las OPA hostiles tienen cada vez menos sentido a estas alturas del siglo XXI. Comprar a la brava o vencer sin convencer son una mala praxis que casi nadie practica en sectores de actividad donde los stakeholders son tan plurales como la banca. Sin un proyecto para los propios trabajadores de BBVA y unas garantías para los de Sabadell, la parte social solo puede mirar con reticencia la decisión compradora de Torres.
Ocurre lo mismo con la sensibilidad territorial. BBVA es el banco que se mantiene más distante de sus mercados. Lo demostró en Cataluña con la compra de una mayoría de Banca Catalana en 1984 (operación que finalizó de manera completa en 2000) y lo hizo palmario en 2012 cuando absorbió Unnim (cajas de Terrassa, Sabadell y Manresa). Nadie esperaba ya en 2014, cuando el expresidente del BBVA Francisco González adquirió en subasta Catalunya Banc (Catalunya Caixa y Caixa de Tarragona), la cosa iba a cambiar. Cerró sucursales a destajo y se olvidó por completo del vínculo de sus adquisiciones con la vida social, cultural y hasta política del territorio. Los clientes pasaron a ser números, a cambiarles de agencia y a recibir el consejo de gestores bancarios por teléfono.
¿Con esos antecedentes, quién puede creer que hoy BBVA tenga un proyecto distinto para adquirir el Sabadell? Mucho deberán trabajar en Kreab y Acento para que la opinión pública catalana sea distinta con respecto a un comprador que actúa como Atila cuando ha firmado las escrituras. Hoy mismo Carlos Torres se ha desplazado a Barcelona para intentar revertir esa opinión contraria a su entidad. Igual propone respetar la marca, una gran fundación benefactora y el catalán como lengua en sus comunicaciones. A saber. Se verá con algunos líderes de opinión, pero harían bien sus colaboradores en informarle de cuántos han rechazado la invitación con educadas y corteses excusas de agenda o compromisos previos.
Al futurible presidente de la Generalitat Salvador Illa, más allá de la negativa de sus socios madrileños del PSOE, no le conviene iniciar su mandato con un banco menos. Uno de sus aciertos electorales ha sido acercarse a esa capa de población que habita en el comercio, las profesiones liberales y el mundo de la pyme catalana, que sabe con certeza que la restricción de la competencia en el mercado bancario es una pésima noticia para sus intereses. Debieran prever en el madrileño edificio Vela que bastaría con que un grupo de opinión de corte nacionalista o algún medio de comunicación emprendiera una campaña de boicot al banco para que se produjese un caso Galinsoga financiero que hiciera inútiles sus esfuerzos por aparentar un proyecto que desde Banca Catalana han sido incapaces de asimilar al territorio. Y detrás viene la Comunidad Valenciana y Carlos Mazón (PP), que bastante tiene en los últimos años con perder cualquier rastro de su poderío financiero (Bancaja, Banco de Valencia y Caja de Ahorros del Mediterráneo) para dejarse escapar ahora la sobrevenida presencia del Sabadell en sus dominios.
4. Presión personal
Carlos Torres no puede permitirse fallar. Otro revés en el intento de absorber al Sabadell implicaría que el mercado demandase su destitución de manera inmediata. Incluso si consigue avanzar algunos pasos, pero con unas condiciones restrictivas que afecten a los resultados de BBVA, a su política de dividendos y a su imagen de marca, el futuro no será halagüeño para el ejecutivo. Un contexto al que puede añadirse la imputación del banco, como solicita la fiscalía, por haber contratado y usado los servicios del comisario José Manuel Villarejo, sinónimo en Cataluña de la guerra sucia contra el procés.
Lo saben los mercados, también los accionistas del Sabadell y hasta las administraciones y los sindicatos como representantes de la plantilla. La presión del hombre que desea comprar el Sabadell con papelitos del BBVA (pidiéndole a los inversores que le financien la operación con una ampliación de capital) es mayúscula en estos momentos. La política del vaso de cubata en la mano ya le llevó a un estruendoso error cuando lo intentó por primera vez.
Es cierto que el hombre es ese complejo animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra o que, como decía Voltaire, el error acostumbra a ser más rápido que el acierto. El jardín en el que Carlos Torres intenta recolectar flores tiene el buen color de la primavera, pero el riesgo de una sequía amenazante.