La del grupo Puig es una historia de éxito con mayúsculas a lo largo de sus 110 años de historia. Pero el crecimiento de la compañía en la última década y, especialmente, en los últimos cuatro ejercicios difícilmente encuentra parangón en los mercados occidentales.
El gigante de los negocios de perfumería, belleza y cosmética culmina una trayectoria fulgurante con la exposición a los focos más potentes pero, al mismo tiempo, los más exigentes: los del mercado de valores. Lo hace con el aval de una gestión liderada por la tercera generación de la familia fundadora pero cada vez más profesionalizada, que le ha aupado a sus máximos históricos de facturación, por encima de 4.300 millones de euros.
Un 186% más en diez años
La cifra supone una mejora del 19% en relación al año anterior pero, con algo más de perspectiva, multiplica por 2,1 la registrada en 2019, el ejercicio anterior a la fatídica pandemia del coronavirus.
Un poco más allá, en la última década Puig ha logrado casi triplicar el volumen de negocio, con un más que notable incremento del 186% desde el cierre de 2013. El enorme salto dado desde 2019, gracias a un ambicioso plan de crecimiento basado en la diversificación de productos y geografías, queda ilustrado por la diferencia en la evolución de los últimos años de este periodo respecto de los primeros.
Así, entre 2014 y 2019, la facturación de Puig progresó un 35%; a partir de 2019, un 112%, acompañado por resultados de 465 millones de euros, que también representan máximos de todos los tiempos.
Puig presenta una cartera de excepción de firmas en el sector de la belleza premium, que ha adquirido en estos años de expansión, una de las claves de este crecimiento, junto con su gran apuesta por el segmento del cuidado de la piel, actualmente en pleno auge.
Rabanne, Carolina Herrera...
Rabanne, Charlotte Tilbury y Carolina Herrera se cuentan entre las 17 "Love Brands" del grupo, que ha seguido una estrategia de control mayoritario de las enseñas, lo que le permite eliminar riesgos y, al mismo tiempo, avanzar de la mano de sus fundadores, a quienes da la posibilidad de seguir ligados al negocio a través de una participación minoritaria.
Este mismo camino se ha seguido con su última compra antes de la salida a bolsa, la de Dr. Barbara Sturm, enfocada al cuidado de la piel, un ámbito en el que Puig está presente desde hace varias décadas; no en vano, cofundó Isdin a mediados de los años 70 y aun mantiene el 50% de la propiedad.
Junto con la diversificación de productos, Puig ha basado su evolución en ampliar su presencia en varios mercados. Con presencia en 32 países, el peso de las regiones de América y Asia Pacífico es creciente y gana terreno a Europa y Oriente Medio, que aun acapara el 54% de las ventas del grupo.
Desde hace 20 años, Marc Puig está al frente del imperio familiar, en un primer momento como consejero delegado mancomunado con su primo, Manuel Puig Rocha, y poco después como máximo ejecutivo al asumir también la presidencia, mientras que Manuel Puig ejerce como vicepresidente y número dos de la compañía.
Profesionalización
Ambos son miembros de la tercera generación, herederos de dos de los cuatro hijos que tuvo el fundador, Mariano Puig.
Pese a que otros tres miembros de la familia forman parte del consejo de administración (los hermanos Jordi y Xavier Puig Alsina y Marian Puig, hermana del presidente), la gestión del grupo ha experimentado un profundo proceso de profesionalización a lo largo de los últimos años.
Mayoría de independientes
De hecho, los Puig Alsina no tenían relación profesional con la empresa hasta su incorporación al órgano de gobierno; además, pese a que el grupo es propiedad prácticamente en su totalidad de la familia fundadora, el apellido Puig es minoritario en el consejo: cinco de 12 miembros. El resto son independientes.
Otro aspecto que muestra la profesionalización de la gestión es que en la comisión ejecutiva, compuesta por nueve personas, tan sólo están presentes dos miembros de la familia: el presidente y el vicepresidente.