El legado de Vila Casas, el último gran burgués catalán
El empresario Antonio Sagnier dará continuidad a la Fundación que lleva el nombre del recientemente fallecido farmacéutico y mecenas, que gestiona fondos valorados en cerca de 90 millones con una notable apuesta por artistas contemporáneos
30 septiembre, 2023 23:52Noticias relacionadas
Con Antoni Vila Casas, fallecido el pasado 15 septiembre a los 92 años, no sólo se fue un notable representante de la pujante industria farmacéutica catalana y un apasionado del arte que coleccionó prácticamente hasta sus últimos días. Además, se fue para siempre el último exponente de la tradicional burguesía del territorio, capaz de unir a su figura brillante empresario la de mecenas y filántropo. Por sí sólo habla el legado que deja en la Fundación que lleva su nombre, cuyos fondos dotacionales se aproximan a los 90 millones de euros.
Vila Casas atesoró una simpar colección de miles de obras, la mayoría de las cuales pertenecen a artistas contemporáneos catalanes, promocionados y expuestos de forma permanente en los cuatro museos que la Fundación tiene distribuidos por las provincias de Barcelona y Girona.
Enfoque original
La venta a finales de los 90 a la ahora cotizada Almirall de Prodesfarma, la exitosa compañía de laboratorios que fundó tres décadas antes, fue el espaldarazo para una institución que, para entonces, ya tenía en realidad más de diez años de vida.
Enfocada en un primer momento a objetivos más filantrópicos, como el apoyo a la investigación sociosanitaria (que nunca ha abandonado), la Fundación Vila Casas incorporó a partir de 1998 los ámbitos artístico y arquitectónico. A partir de entonces, el empresario no dejó de invertir de cientos de miles de euros cada año en incrementar su colección, hasta el punto de que pronto se quedó pequeña aquella modernista Casa Felip, en el Eixample barcelonés, en el que comenzó a exhibirla tras una laboriosa rehabilitación.
En su empeño por enriquecer la cultura del territorio y preservar la cultura artística, la Fundación abrió sólo dos años después, en el ejercicio que cerraba el siglo XX, el Museu Art 2000, ubicado en el Palau Solterra (que más tarde pasó a dar nombre a la galería), en la localidad gerundense de Torroella de Montgrí.
Poco más tarde llegarían el Espais Volart (Barcelona) y Can Mario (Palafrugell, Girona), conforme se extendían las actividades de la Fundación con exposiciones temporales y permanentes de pintura, escultura y fotografía.
De Tàpies a Fina Miralles
Por estas salas desfila lo más granado del arte contemporáneo catalán, desde Tàpies hasta Fina Miralles y María Girona, que exponen en la actualidad en el Espais Volart. O Eduard Bigas e Inés Molina, que hicieron lo propio antes del verano en Palau Solterra y Can Mario.
Más allá de nombres a los que la Fundación ha dado un impulso fundamental para seguir formando parte del patrimonio artístico de Cataluña, las cifras de la institución hablan por sí solas.
2,5 millones en cinco años
La inversión agregada en los últimos cinco años se ha ido por encima de los 2,5 millones de euros. En este mismo periodo se han incorporado a la colección 1.200 pinturas y cerca de 650 obras fotográficas, junto a una treintena larga de esculturas.
Una de las incorporaciones más sonadas de los últimos tiempos ha sido el cartel de la última corrida de toros celebrada en la Plaza Monumental de Barcelona, antes de su cierre definitivo y transformación de su uso, pintado por el artista mallorquín Miquel Barceló. La tauromaquia formaba parte de las pasiones de Vila Costas.
Legado arquitectónico
Por los museos de la Fundación han pasado más de 210.000 visitantes desde 2018, el año en el que se registró un récord de 59.000 personas.
El legado del último gran mecenas de la tradicional burguesía catalana incluye también el patrimonio arquitectónico de edificios emblemáticos que albergan las galerías, valorado en algo más de 35 millones de euros.
Sin olvidar que la Fundación arrancó con un enfoque sociosanitario que ha mantenido a lo largo de estos años y que ha incluido notables aportaciones al debate técnico y al incremento de la calidad en los medios de comunicación especializados en el ámbito médico y farmacéutico. Y también, generosas donaciones a centros como el Hospital Vall d'Hebron de Barceona y el Materno-Infantil Sant Joan de Déu de Esplugues de Llobregat.
Perfiles como el de Antoni Vila Casas se encuentran hoy en día en vías de extinción pero uno de los más homologables es precisamente el de su sucesor al frente de la Fundación. Antonio Sagnier, hasta ahora vicepresidente, comparte con su antecesor la condición de empresario y humanista, amante del arte y los patrimonios artísticos, como el del arquitecto modernista Enric Sagnier, que se ha encargado de gestionar.
Enfocado en el ámbito financiero, Antonio Sagnier trabajó para entidades como NatWest y Santander y fundó Privat Bank a comienzos de la década de los 90.
Un espacio necesario
A partir de ahora se encargará de la dirección de la Fundación junto con el director de Arte, Bernat Puigdollers.
Un relevo que Vila Casas dejó bien preparado antes de partir, como reflejó Josep María Cortés en Crónica Global, para hacer posible que su legado siga cumpliendo con la misión de llenar un espacio que quedaría huérfano si dependiera en exclusiva de la administración.