Applus y McLaren han renunciado a su proyecto de compra de Can Padró, el recinto catalán de emergencias, seguridad y circuito de carreras situado a 50 kilómetros de Barcelona en el que se entrenaron topos que se infiltraron en las bandas terroristas ETA y Terra Lliure. La certificadora y la empresa automotriz han descartado comprar y transformar el recinto porque el Ayuntamiento de Castellbell i el Vilar le ha retirado permisos.
Lo han explicado fuentes conocedoras de la inversión, que han dado por cerradas las negociaciones entre Applus, un directivo de McLaren y Eulen, que es la propietaria del recinto. Las conversaciones han terminado sin acuerdo, por lo que la instalación se queda en el porfolio del grupo multiservicios de la familia Álvarez, de momento.
La retirada del permiso, clave
El desmoronamiento de la inversión tiene una razón: la retirada de permisos. Las fuentes consultadas subrayan que el gobierno municipal de Castellbell i el Vilar, donde queda Can Padró, "ha extinguido la autorización para hacer actividades con fuego".
Ese permiso era clave, pues de todo el complejo de 700.000 metros cuadrados, el llamado campo de fuego, donde se entrenan efectivos antiincendios y donde se hacían las pruebas de resistencia de materiales, "es la única rentable". Sin permiso para utilizar esa área de negocio --que se alquila a los Bombers de la Generalitat o de plantas químicas, por ejemplo--, "Can Padró es un negocio ruinoso".
"Salvo sorpresa, se lo quedará Eulen"
De hecho, el intento de compra de la instalación por parte de Applus y McLaren --algunos apuntan a un "directivo o intermediario a título individual"-- partía de la premisa de que Can Padró tenía un campo de fuego operativo, además del circuito de entrenamiento, galería de tiro e instalaciones tácticas para cuerpos policiales o de seguridad del Estado. Pero, sin autorización municipal, la instalación "es un secarral de plantas y cemento".
De ahí el desinterés de los dos inversores por cerrar la inversión. ¿En qué situación queda Can Padró ahora? "Hay otros interesados en comprar, pero si nadie lo hace, se lo quedará Eulen a regañadientes", explican.
Aquí nació el 'caso DYA'
Y es que el conglomerado de la familia Álvarez no quiere Can Padró. El grupo lo cedió en alquiler a Global Formación a principios de los 2010, pero la firma fue a concurso de acreedores y acabó entregando el activo a su propietario tras impagar la renta.
Por el camino, la instalación se vio salpicada por dos presuntos casos de corrupción. Uno de los gestores de Global era Fernando Izagirre, exconcejal del PNV y ex director general de Protección Civil del Gobierno vasco. Izagirre, expresidente de la DYA de Vizcaya, había engrosado el sector negocios de la oenegé de ayuda en carretera sumando la gestión de Can Padró, pero afloraron graves irregularidades en la gestión. Todo ello acabó en un procedimiento por administración desleal que se sigue en el Juzgado de Instrucción número 5 de Bilbao.
También se gestó la 'pata ambulancias' del 'caso 3%'
El segundo batacazo a la reputación de Can Padró fue la pata ambulancias del caso 3% de presunta alteración masiva de los concursos de transporte sanitario en Cataluña. Izagirre y su entorno pusieron en contacto el entorno de CiU con el de Ambulancias Egara en torno a 2010, como avanzó este medio. Tras ello, se investiga si altos cargos de CiU manipularon la macrolicitación de ambulancias de 2014 --efectiva en 2015-- a favor de Egara.
Durante ese tiempo, Izagirre gestionaba Can Padró y al centro también había acudido Fermí Ferran, investigado en la pata ambulancias y a partir de 2016, administrador único de Egara. Se da por descontado que en aquel complejo se acercaron los dos mundos, las emergencias y CiU, y Egara terminó visitando el despacho del ex secretario de Comunicación del Govern David Madí en el paseo de Gràcia de Barcelona.
Ahora, aquella operación se investiga en la Audiencia Nacional por si fue delictiva.
'El Lobo' en ETA y Txema Aloy en Terra Lliure
Pero es que la reputación de Can Padró ya venía de exponerse a la luz porque fue aquí donde se escondió --o "se entrenó", según otras fuentes-- Míkel Lejarza El Lobo, un infiltrado que consiguió entrar en la banda terrorista ETA en los años 70 para ayudar a desarticularla. Lo hizo a mediados de la década, cuando propició más de 100 detenciones de etarras. Tras ello, Lejarza se refugió discretamente en este complejo de Castellbell i El Vilar de la mano del exespía Fernando San Agustín, que había creado el campo de entrenamiento tras su paso por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Al caer ETA de la mano de El Lobo, San Agustín dio cobijo a su tutelado en Can Padró para evitar que los terroristas le localizaran y le mataran como represalia, como explicó Crónica Global.
Pocos años después, Can Padró volvió a acoger a otro topo en otra banda armada: Txema Aloy, un excargo del departamento de seguridad de la multinacional del juego Cirsa que terminó infiltrándose en Terra Lliure. Ayudó a la desarticulación del grupo en 1992, antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Tras ello, volvió a Cirsa --de donde venía también Fermí Ferran, ahora rector de Ambulancias Egara-- y fue destinado a Sudamérica para, también, impedir que los independentistas catalanes le asesinaran como venganza.
Esas dos infiltraciones amantaron de mística a Can Padró, pero también le dieron una reputación que incomoda a su propietario, que no encuentra a su comprador.