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Benetton-Singapur, la conexión que controla Cellnex y bloquea a Florentino Pérez

Los empresarios italianos buscan de nuevo el apoyo del fondo soberano del país asiático, al que Juan Villalonga introdujo en España, para parar los pies a ACS en Atlantia

18 abril, 2022 00:00

Ocupa un segundo plano en la pelea por el control de Atlantia pero, como sucede muchas veces en estas operaciones con decenas de miles de millones en juego, su papel es más principal de lo que parece. GIC, el fondo soberano de Singapur, es una pieza fundamental en el intento de la familia Benetton por impedir que Florentino Pérez se salga, esta vez sí, con la suya y se quede con las autopistas de Atlantia. 

La familia de empresarios italianos cuenta con el inversor del Sudeste Asiático como aliado desde hace tiempo y, además, la conexión trasciende los límites del gigante concesionario que pretende ACS. Sin ir más lejos, se refleja también en Cellnex, la compañía de infraestrcuturas de telecomunicaciones en la que GIC es actualmente el primer socio en sustitución, precisamente, de Edizione, el holding de participadas de los Benetton.

Oferta defensiva 

En Atlantia, GIC cuenta con algo más de un 8%, suficiente para ser el segundo socio de una compañía cotizada cuyo capital flotante oscila en torno al 50%. Una puerta de entrada para terceros demasiado grande para un momento de incertidumbre como el actual y para un grupo netamente infravalorado en el parquet. 

La estrategia de los Benetton para asegurarse el control de Atlantia consiste en lanzar una opa de carácter defensivo y excluir al valor de bolsa para anticiparse a las ofertas que algunos fondos (no sólo GIP y Brookfield, los aliados de ACS) preparan para quedarse con la compañía. Y en este punto, el papel de GIC resulta fundamental. 

Más fácil negociar con uno

Si el fondo de Singapur se involucra en la operación, los Benetton se aseguran al menos una participación mayoritaria en la concesionaria a un precio probablemente más ajustado que el que tendría que fijar si se tratara de una oferta dirigida exclusivamente a minoritarios.

“Es más fácil negociar con uno que con decenas de miles de pequeños socios. Y más cuando ese negociador es un viejo conocido, con negocios comunes”, apuntan fuentes del sector, que ven en la alianza entre los Benetton y GIC un factor clave para que la operación Atlantia se resista una vez más a intereses españoles. 

La apuesta por Cellnex

Precisamente en España, ambos socios intercambiaron en plena pandemia sus papeles de primer y segundo accionista en Cellnex en plena pandemia, cuando los italianos se deshicieron en favor de GIC de un porcentaje de la compañía que dirige su consejero delegado, Tobías Martínez, antes de la última de las grandes ampliaciones de capital que ha llevado a cabo para financiar su ambiciosa expansión.

En ese ciclo de cuatro ampliaciones en apenas dos años por valor de 14.700 millones de euros, GIC ha representado un papel clave, al suscribir la parte que le correspondía para evitar diluir su participación, que por mor de estos procesos ha ascendido hasta alcanzar algo más del 9%. A precios actuales de mercado, su valoración se aproxima a los 2.850 millones de euros. 

La barrera del Gobierno

A la hora de adquirir un mayor porcentaje de Cellnex, a GIC sólo le frena el hecho de que tendría que contar con la autorización del Gobierno para sobrepasar el 10% de la compañía, merced a los mecanismos de control de inversiones extranjeras en empresas de sectores estratégicos que Moncloa reforzó como consecuencia de la pandemia y que ya ha tenido oportunidad de ejercitar.  

Así lo hizo en el caso del fondo IFM Investors y su opa parcial sobre Naturgy, que finalmente autorizó aunque con condiciones para asegurar tanto el mantenimiento de la sede en España y su condición de empresa cotizada como el empleo. Y su resistencia ha hecho desistir al grupo francés Vivendi de su intento por alcanzar hasta un 29,9% del capital de Prisa

El papel de Villalonga

Por ahora, GIC está cómodo en Cellnex en la que, además, verá algo diluida próximamente su participación por la entrada de CK Hutchison, al suscribir de forma íntegra una ampliación que forma parte del pago por la operación de venta de sus torres de telecomunicaciones en Europa. 

En la relación de GIC con España ocupa un papel protagonista un viejo conocido: el expresidente de Telefónica Juan Villalonga. El controvertido empresario, aterrizado en la cúpula de la operadora a finales de los 90 al calor de su, por entonces, estrecha relación con el, también por entonces, presidente del Gobierno, José María Aznar, no dejó el entorno de los negocios tras salir por la puerta de atrás de la compañía, ya en los estertores del mandato de los conservadores.

Peter Lim y el Valencia C.F.

En uno de esos movimientos, actuó como intermediario para que GIC entrara en España, a las puertas de la anterior crisis financiera, para la adquisición de una participación en dos centros comerciales que puso a la venta Metrovacesa. Uno de ellos, el barcelonés de La Maquinista (el otro, Habaneras, en la Comunidad Valenciana). 

Poco después, el papel de Villalonga también resultó clave para que el magnate singapurense Peter Lim se hiciera con el control del Valencia Club de Fútbol, una operación que trascendía mucho más allá del ámbito deportivo hacia el inmobiliario, en los desarrollos previstos en torno al nuevo estadio valencianista que, hoy día, sigue siendo un siniestro esqueleto próximo a una de las salidas por carretera de la capital del Turia. 

Opa con Blackstone

La conexión con GIC también tiene como protagonista a Abertis, sin duda el activo más preciado de la cartera de Atlantia en estos momentos. En la última gran operación de la concesionaria española en el exterior, la adquisición de la mexicana RCO, GIC tuvo una participación del 30%. 

Tras anunciar una opa conjunta con Blackstone a 23 euros por acción para asegurarse el control de Atlantia, los Benetton negocian con GIC para abaratar la oferta y con la intención de mantener a un socio fiel y con un destacado músculo financiero. Un papel discreto pero que no le resta trascendencia.