Inveready es uno de los grandes de la inversión en España. La gestora dirigida por Ignacio Fonts tiene en cartera casi 200 empresas activas y gestiona activos por encima de los mil millones de euros. La firma se ha hecho, además, con uno de los portfolios más importantes a nivel nacional en soluciones disruptivas vinculadas al concepto de la Web 3.0. Crónica Global entrevista al jefe de la gestora para saber cuáles son los intereses del capital riesgo en un horizonte tecnológico en plena efervescencia.
--Pregunta: Una cuestión de urgencia, ¿cómo está afectando la guerra de Ucrania a Inveready y, en general, al sector del capital riesgo?
--Respuesta: Por suerte no está incidiendo mucho, pero a medio plazo puede tener un gran impacto. Hay otros sectores que se van a ver mucho más afectados como el transporte, la alimentación... y esto tendrá un impacto de rebote en el sector de TI [tecnologías de la información]. No puede ser de otra forma porque la inflación nos mata a todos. Pero el capital riesgo será de los últimos afectados, por suerte es mucho más resiliente. Por ahora no hay ningún beneficio ni ningún perjuicio inmediatos.
--Blockchain, criptomonedas, NFT... ¿qué tecnologías despiertan más interés para la gestora?
--Desde un punto de vista de desarrollo tecnológico, la tendencia más importante es la web 3.0, que engloba todas las economías basadas en algoritmos criptográficos que habilitan los modelos descentralizados. Eso afecta a cripto y todas sus ramificaciones financieras, NFT y todas sus ramificaciones en el mundo de la propiedad intelectual y la transmisión de activos... prácticamente todos los sectores se van a sentir directa o indirectamente afectados. Desde hace mucho tiempo es nuestra gran apuesta y mantenemos esta tesis de inversión con el convencimiento de que va a ser muy importante. Ya tenemos en el portfolio activos importantes en representación de este mundo como Bit2Me y Rand.
--Cualquier startup, sea en finanzas, educación o salud, incorpora hoy las cadenas de bloques. ¿Se ha convertido el blockchain en un nuevo activo transversal de innovación?
--Yo lo comparo con lo que fue Internet entre 1995 y 2000. En aquel momento la gente pensaba que Internet era una cosa divertida, un calentón. En el 2000 ya estábamos en plena burbuja y se veía que aquéllo era insostenible. Sin embargo, otra gente veía que al margen de la burbuja era algo transformacional. Estamos en ese momento con el blockchain. Todavía se ve de forma discreta como una tecnología más, pero supone un cambio mucho más profundo. Internet cambió la forma en que se transmitía información y blockchain va a cambiar la forma en que se transmite valor.
--A veces se dice que el día de mañana quizá no haya criptomonedas, pero sí blockchain.
--No se va a poder mantener el blockchain sin criptomonedas. Es una de las sustanciaciones más interesantes de esta transmisión de valor. Habrá tokens, pero otra cosa es qué función van a tener y los habrá de todo tipo: de reserva de valor, de medios de pago, de representación de productos financieros... Lo que desaparecerá a lo mejor son los aspectos más especulativos como los criptomemes. Lo mismo que en el 2000 hubo la burbuja de los e-commerce, Ahora no podemos confundir los hiperventilados cripto, que hablan de cómo todo el mundo se va a enriquecer, con la realidad que creo que es muy seria.
--¿Cómo evolucionará la fiebre de los NFT [siglas de token no fungible en inglés]? El mundo del entretenmiento y del videojuego están mostrando mucho interés en estos activos
--Veo los NFT en el contexto de la descentralización. Hará que quienes sean creadores de contenido estén más cerca del beneficio que produce su creación. Ahora la dejan en manos de servicios centralizados como Spotify, Youtube o Instagram de una forma que les queda una parte muy pequeña. Con los NFT la relación del creador con su creación es mucho más estrecha. Y esto es tan profundo que va a cambiar el mundo de la música, lo mismo que el streaming cambió el mundo de las discográficas para siempre. Como siempre ocurre en estas grandes transformaciones están las puntocom, esos NFT que tienen valoraciones absurdas. Todo esto pasará y quedará el poso del rol real que los NFT tienen en la transmisión de valor de la propiedad intelectual. Ahora han captado nuestra imaginación los NFT de representación gráfica, pero los que creo que van a tener más éxito serán los que representen la propiedad, como un contrato de alquiler tokenizado representado por un NFT.
--Tengo la sensación de que el regulador, tanto en Madrid como en Bruselas, no saben qué hacer con las criptomonedas. El ecosistema avanza sin tener un marco jurídico claro.
--El legislador existe para crear marcos estables que protejan el comercio y la propiedad intelectual. No podemos pedirle al legislador que se ponga por delante, tiene que ir un poquito por detrás porque sino no puede hacer su función. Pero debe hacerlo habilitando modelos híbridos como el sandbox, donde a empresas muy innovadoras se les permite un campo de actuación semirregulado. España tiene un marco regulatorio desfasado con respecto al cripto y tenemos que exigir que este retraso no dure un día más de lo absolutamente necesario. Pero me temo que como ha sido tradicional en España, esto durará más de la cuenta. No va a estar la legislación por encima del desarrollo tecnológico, pero no nos pongamos por detrás de los países de referencia porque vamos a perder inversión. Hay que entender que el negocio cripto no es un tema especulativo ni de mafiosos. Lo ha sido en el pasado, pero esa pantalla ya la hemos pasado.
--¿España tiene su propio modelo de innovación? ¿Entiende el regulador lo que es el emprendimiento, el venture capital?
--No lo tiene. EEUU ha tenido una visión de nación emprendedora muy potente desde hace tiempo, también otros países como Chile, Israel, Portugal, Irlanda... Hay países con modelos de innovación que son evidentes. Tenemos nuestra ley de emprendedores que ha llegado más tarde que ninguna otra y no tiene ninguna originalidad en nada. Es como la del resto de países, pero peor. Los países que tienen un entorno innovador son aquellos que son mejores que los demás y no iguales que el resto. España está en el vagón de los más o menos iguales.
--¿Qué opina de la ley de startups? En el sector están contentos pero añaden que solo es un primer paso. ¿Hay espacio de mejora?
--Es muchísimo mejor tenerla que no tenerla y es un paso adelante. Pero no pensemos que ya hemos hecho los deberes. Pongamos el punto de mira en quién los hace mejor.
--¿La fiscalidad para startups e inversores sigue siendo peor que en los países de nuestro entorno?
--Es peor que en Portugal. El ajuste de las stock option ha sido realmente pequeño. Creo que le falta valentía. Que lo digamos nosotros tiene poco mérito porque nos interesa, pero es que el sector del futuro y, por suerte, se está demostrando el aumento que tiene en el PIB. Y debe tenerlo más. Estamos en un país en que quizá la crisis del Covid ha puesto de manifiesto cómo lo más sostenible es el conocimiento. El turismo no es muy sostenible como sector y el real state tampoco crea riqueza a largo plazo. No tenemos los costes para competir en manufactura. Tenemos que ser como los países de nuestro entorno y apostar por la economía del conocimiento.
--En el último Mobile World Congress algunas marcas reconocieron que los consumidores no buscaban móviles con 5G. ¿La innovación está alineada con las preferencias de los consumidores o bien los empuja en nuevas direcciones?
--La innovación de verdad, como decía Steve Jobs, no es la que piden los clientes. Nunca ningún usuario pidió un teléfono sin teclado con el que se pudieran hacer fotos y atender las redes sociales. La tecnología que hace saltos cuánticos importantes es la que interpreta necesidades que el cliente no ha verbalizado. El cliente no verbalizará nunca que quiere 5G porque no sabe lo que es. Lo cual no quiere decir que no sea disruptivo y necesario. Con el blockchain pasa lo mismo, ningún cliente ha pedido la descentralización porque es un concepto bastante abstracto. Sin embargo es un gran avance. La innovación va sobre todo por categorías no tan conocidas. Y esas son las categorías que a los inversores nos parecen más interesantes.
--En España se emprende mucho, pero se escala poco. ¿Por qué no crecen las startups?
--Los países pequeños como Portugal tienen una gran ventaja. Como su mercado es tan pequeño, su proceso de escalación es mucho más rápido porque la única salida para una compañía portuguesa es vender en Europa desde el día uno. España es suficientemente grande, pero no tanto para escalar rápido. Y como es suficientemente grande, se invierte demasiado en España antes de dar el salto fuera. Eso les pasa a los americanos. Ellos se pasan muchos años invirtiendo en Estados Unidos antes de salir fuera. Pero tienen la suerte de que su mercado es muy grande. Aunque sobreinviertan en Estados Unidos tienen un retorno muy bueno. En España si sobreinviertes, te puedes meter en un agujero. La otra trampa es Latinoamérica. Parece que es natural irse a Latinoamérica, pero es muy pequeño como mercado en algunos aspectos.
--En los últimos tiempos se habla de Madrid, Málaga y Valencia como nuevas ciudades startuperas. ¿La marca Barcelona está perdiendo fuelle?
--La marca es muy importante. El glamour es una parte muy importante de la decisión de dónde te vas a instalar, pero el valor más importante del ecosistema es la cross-fertilización con otros. Eso viene por la gente de fuera, sino te conviertes en un ecosistema provincial. Es fundamental que podamos atraer a gente de fuera que es lo que le ha hecho despuntar a Barcelona. No nos durmamos. SI la marca Barcelona pierde fuelle, y la está perdiendo, se va a resentir el ecosistema emprendedor. Hay que azuzar al Ayuntamiento pero también a la sociedad civil.
--Recientemente Tech Barcelona se ha aliado con Adigital. ¿Hace falta también abrirse al resto de España?
--En el ecosistema español hay una cosa única: el polo Madrid-Barcelona. No hay muchos países que tengan dos ecosistemas tan fuertes a dos horas de distancia. Si los sumamos es un polo muy grande. Sin diluir la marca Barcelona hay que apalancarse en el hecho de que el ecosistema real es un ecosistema Barcelona-Madrid. Esta cocapitalidad, que políticamente es muy poco correcta, nos beneficia mucho.