La primera vez que el Mobile World Congress (MWC) se celebró en Barcelona nadie había oído hablar del metaverso, los smartphones todavía tenían teclado y el 3G aún estaba en pañales. De hecho, en 2006 el evento organizado por la GSMA ni siquiera se llamaba así, sino 3GSM Congress. Dieciséis años y quince ediciones después --en 2020 el MWC se canceló tras el estallido de la pandemia--, la feria de la industria móvil tenía el objetivo de recuperar su esplendor pre-Covid.
Pero el resultado ha quedado lejos de lo esperado y ha sembrado dudas sobre el porvenir del encuentro. Máxime, cuando el certamen cuenta con la complicidad de la Administración --que trasladó de nuevo sus pugnas partidistas al escenario dinamitando el carácter transversal que el congreso tenía antaño-- y el compromiso de las privadas, volcadas en el éxito de la cita pero insatisfechas tras una edición con regusto a fin de ciclo.
Propuesta agotada
No tanto por la insuficiente afluencia de congresistas --la entidad organizadora afirmó ayer que más de 60.000 visitantes habían pasado esta semana por la Fira de Barcelona, aún lejos del récord de 109.000 asistentes de 2019--, sino por el agotamiento de una propuesta que ha perdido pegada.
"El Covid-19 podría haber sido una oportunidad para reformular la agenda de la feria. Se ha perdido el ¡wow!, la ocasión de buscar un formato más atractivo para revitalizar el congreso", señala una fuente bien posicionada de una teleco. "En el Mobile hay cada vez más soluciones y menos dispositivos. La expo tiende progresivamente hacia la innovación", resume otro directivo de la industria de las telecomunicaciones.
De móviles a soluciones
Los propios expositores han reforzado esta dinámica. Faltaron dispositivos de gama alta --Xiaomi y ZTE presumieron de sus móviles low cost-- y estrenos verdaderamente in situ. El Mobile ha pasado de trampolín a escaparate. Marcas como Oppo y Samsung llevaron productos revelados antes en foros alternativos. De hecho, la coreana ni siquiera presentó un smartphone, sino un portátil. Huawei tampoco llevó novedades en terminales.
La mutación del Mobile --"evolución", como la define Miquel Martí, presidente de Tech Barcelona-- de show de telefonía a muestra de soluciones tecnológicas en su sentido más amplio va de la mano de la propia transformación del sector. Pero este tránsito devalúa el activo diferencial del MWC en la liga de citas de la electrónica donde juegan rivales como IFA y CES. Y no se percibe un esfuerzo de la organizadora por rediseñar la propuesta de valor del certamen.
Barcelona no se ha parado
Evidentemente, la percepción de quienes visitaron el Mobile este 2022 pero también en 2021 es muy positiva. "En términos de asistencia, networking... ha sido una edición totalmente de recuperación", explica Joan Ramon Barrera, presidente de CTecno.
"Teníamos reuniones agendadas desde hace semanas. No se ha visto el gentío de otros años, pero se ha movido mucho negocio", añade una voz de la industria. Al mismo tiempo, cunde la sensación de que la agitación que el congreso suscitaba en la metrópolis catalana se ha mitigado tras el coronavirus. La duda, tras el desbarajuste pandémico y los cambios de fondo de la industria, es si la feria será capaz de reavivar la expectación de años anteriores.
Menos impacto económico
Cuando el Mobile desembarcó en Barcelona en 2006, el lobi empresarial que agrupa a cerca de 750 operadores mundiales de telefonía, los poderes públicos y el tejido económico local rubricaron un contrato no escrito por el cual las Administraciones alfombraron la llegada del evento a cambio de que la capital y su área metropolitana se beneficiasen de las externalidades generadas por el congreso.
Externalidades que, este año, se quedarán a la mitad de la edición previa a la crisis sanitaria. Si en 2019 se aportaron 473 millones de euros a Barcelona, este 2022 se esperan algo más de 240 millones. Una cifra nada desdeñable pero a mucha distancia del impacto pre-Covid del MWC. Si bien algunas fuentes de la industria relativizan los números que tras la pandemia son capaces de generar los grandes eventos feriales.
Pero, más allá de la cifra, el problema es que el congreso se ha notado poco en la ciudad. Si en otros años quedaba claro para toda la ciudadanía que se estaba en semana de Mobile, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, en esta ocasión el congreso ha sido una feria más en el calendario, tal y como explican las fuentes consultadas. No ha habido conexión con Barcelona y la presencia de la GSMA en el territorio se ha limitado prácticamente a la recogida de galardones por parte de su primer ejecutivo, John Hoffman.
Futuro incierto
Ahora se abre un compás de espera para renovar el congreso más allá de 2024, último curso en que la Ciudad Condal tiene asegurado el certamen. Foment ya ha rogado a la entidad dirigida por John Hoffman que confirme la pervivencia del encuentro en Barcelona en lo que queda de década. Pero el directivo no ha ofrecido más que insinuaciones. Entre la pandemia y una organizadora, GSMA, a la que se le critica desde el empresariado por ser poco ágil a la hora de adaptarse a las nuevas necesidades y requisitos de la industria, las dudas sobre su futuro en la ciudad cada vez son más visibles.
Para que todas las piezas encajen, la organizadora del Mobile debe abrir una etapa de reflexión (y redefinición) para hallar una apuesta que ate a las compañías y seduzca de nuevo al público. El sector lo pide: no basta con ser una feria más, hay que aspirar a ser la feria de Barcelona. Este año no se ha conseguido. El reto está sobre la mesa.