Sin unidad institucional, adiós a los Juegos Olímpicos de Invierno. Una candidatura con fisuras en el ámbito político dañaría no solo la imagen de Cataluña, sino también la del motor económico que es Barcelona, y podría restar atractivo mundial a una marca ya de por sí debilitada por la situación derivada del procés. Los expertos en analizar el impacto de las olimpiadas coinciden: la visibilidad del acontecimiento deportivo crearía un impacto negativo a gran escala si se asocia con un conflicto. Y esto es, precisamente, lo que empieza a ocurrir en la candidatura Barcelona-Pirineus.
Lausanne (Suiza), donde se encuentra la sede del Comité Olímpico Internacional (COI), no aceptará una candidatura quebrada. Así lo asegura Ferran Brunet, profesor titular del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) e investigador especializado en olimpiadas. Recuerda que “uno de los cinco anillos de los JJOO se basa en la unidad institucional; si tienes inconvenientes con otras regiones, tu candidatura será menos atractiva”. Este es el dilema que existe actualmente con la batalla política entre el presidente catalán, Pere Aragonès (ERC), y el de Aragón, Javier Lambán (PSOE), en la que intenta poner paz la síndica de Aran, Maria Vergés (UA).
El caso de Barcelona 1992
La comparativa más común con el quebradero de cabeza que está suponiendo la decisión de presentar una candidatura para los Juegos Olímpicos de Invierno en los Pirineos es la de Barcelona 1992. Salvando las diferencias de inversión y repercusión de las olimpiadas de verano, en ese momento se llegó a un consenso político para que Lausanne apostara por la capital catalana. Juan Antonio Samaranch, en ese momento presidente del COI, también jugó una baza importante. No obstante, la propuesta barcelonesa prosperó, primordialmente, por la unidad institucional.
Emilio Fernández Peña, director del Instituto de Estudios del Deporte de la UAB, apunta que “una de las claves del éxito es que se produzca una unidad institucional sin fisuras, o la menor para que la candidatura siga adelante”. “A Lausanne hay que ir con un proyecto que refuerce este consenso”, resuelve el experto, “al menos, si no se apoya la propuesta, lo mejor es callar y no oponerse”. Este fue el caso de Jordi Pujol (CiU), que era presidente de la Generalitat cuando la capital catalana se postuló para ser escenario de la competición deportiva internacional. Apostó por un perfil más bajo frente al impulso de los JJOO que dio el entonces alcalde de la capital catalana, Pasqual Maragall (PSC), con el apoyo del presidente del Gobierno, Felipe González (PSOE).
Inversión, no sólo en los Pirineos
“La celebración de unos JJOO puede mejorar muchísimo las conexiones Barcelona-Pirineos, especialmente en una zona donde las carreteras y vías de tren son muy deficientes”, asevera el profesor de Economía Aplicada de la UAB. Este sería el aspecto más valorado de la celebración de un acontecimiento deportivo de estas características, que permite un desarrollo acelerado de una zona, en la que perdura esa inversión. Brunet remarca que existe una “rentabilidad general de estas infraestructuras”, que podría ir de la mano de una colaboración público-privada y permitiría posicionar a los Pirineos como un destino capaz de competir con otras regiones alpinas.
Pero no todo acaba en los Pirineos. Las inversiones harían crecer las zonas de tránsito, como los aeropuertos de Lleida-Algüaire, Girona-Costa Brava y Barcelona-El Prat. Incluso podría repercutir en la pequeña base del aeródromo de Andorra-La Seu. “Existe un territorio intermedio, en el que también se realizarán otras actividades derivadas de estos JJOO, que contará con mejoras para el acceso y adecuación de la cordillera”, señala Brunet. El economista explica que la candidatura Barcelona-Pirineus debería verse como una “vertebración vertical”, que llevaría a un impacto que empezaría en la capital catalana y acabaría en las montañas.
‘Indoor’ en ciudades
Barcelona y los territorios cercanos serían los principales beneficiados de estas competiciones, más allá de los Pirineos. “Las pruebas de invierno más importantes se hacen indoor”, asegura el profesor de la UAB. ¿Y qué ciudad cuenta con la capacidad necesaria para acoger estas disciplinas? Posiblemente la capital catalana, que todavía mantiene parte de la infraestructura olímpica de 1992, aunque también podrían ser Lleida, Girona e incluso Zaragoza, si se lograra esa “candidatura conjunta” que ambiciona Lambán.
La consejera de la Presidencia, Laura Vilagrà, ya avanzó que en el caso de ser escogida la propuesta Barcelona-Pirineus para 2030, el Palau Sant Jordi de la capital catalana podría acoger las pruebas sobre hielo. Todo este entramado devolvería los lazos económicos, culturales y sociales entre los habitantes de las montañas y los de las ciudades, más allá de las escapadas a segundas residencias. Pero, una vez vistos los beneficios y lo que podría perder la región, los daños de no lograr presentar la candidatura ante el COI o de registrarla en malas condiciones serían mayores para Cataluña, Barcelona e incluso el resto de España.
La política y el desgaste económico
Los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 son una oportunidad que, en palabras de Brunet, “podrían hacer pasar página a la fragmentación política actual y de los últimos años”. Recuerda, además, que tras el éxito de la celebración de 1992, un evento mucho mayor que las olimpiadas de invierno, “tenemos capacidad suficiente para hacerlo” y que llega en el momento oportuno, en el inicio de la salida de la crisis del coronavirus. Sin embargo, el economista advierte de que se debe asociar Barcelona-Pirineus a una “marca positiva”; si no, “se convertirá en un problema” que impactará directamente sobre el empleo, las empresas y la propia sociedad. Es decir, sobre la proyección exterior de los dos nombres que se postulan: Barcelona y los Pirineos.
“Es un riesgo”, aclara. “Los JJOO son el evento de comunicación más importante del mundo, tiene más espectadores que las guerras, por poner un ejemplo”, afirma Brunet. Los enfrentamientos entre Lambán y Aragonès, el respeto a la autonomía que solicita Vergés para Aran después de que el Govern anunciara la consulta en el Alt Pirineu i Aran, y el leve marcaje del Comité Olímpico Español (COE) en pos de la “candidatura conjunta” entre Cataluña y Aragón forman parte del grueso de la pugna política que marca la actualidad del proyecto. En cuanto a Barcelona, la alcaldesa, Ada Colau (comunes), rechazó la candidatura en un principio, pero en estos momentos mantiene un perfil más bajo sobre la idoneidad o no de la candidatura. La pugna se da a nivel autonómico.
Coste de oportunidad perdida
Los expertos piden que el pacto político para la recuperación del empleo, la atracción de inversión y ganar la oportunidad de protagonizar una campaña de márketing mundial como implica el mero hecho de presentar una candidatura olímpica bien trabajada es primordial. Más allá del resultado final de las votaciones. Hay consenso en señalar que arrastrar esta oportunidad al barro de las batallas preelectorales o llevarla al debate nacionalista --el diputado de JxCat Joan Candell ha afirmado que como Cataluña será independiente en 2030, el Govern debe girar la espalda a Aragón-- es fatal para las dos marcas asociadas a la candidatura.
Cataluña está, de nuevo, ante una disyuntiva en la que se empieza a intentar valorar, por enésima ocasión, el precio de la oportunidad perdida.