Ana Botín, presidenta de Banco Santander / EP

Ana Botín, presidenta de Banco Santander / EP

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Merlin, el (pen)último tropezón empresarial de Ana Botín en Santander

Un año después de la frustrada revolución que impulsó en Prisa, el banco vuelve a estrellarse al tratar de sacar de escena al alma mater de la socimi, aun con la huella del revés judicial de Orcel

27 diciembre, 2021 00:00

Ismael Clemente puede añadir un logro más a su ya dilatada trayectoria: lograr torcerle la mano nada menos que a Santander en la batalla por la gobernanza de Merlin Properties, la socimi que el empresario, junto a algunos socios, creó prácticamente de la nada para convertirla en una de las mayores de Europa. Al contrario que otros hitos apuntados en el haber de Clemente, su victoria parcial frente al banco que preside Ana Botín no le convierte precisamente en pionero.

Merlin se suma a una lista de tropiezos de Santander en lo tocante a movimientos empresariales que empieza a ser inquietantemente voluminosa. En los últimos tiempos, los intentos de la entidad por influir en la gestión de aquellas sociedades en las que participa se cuentan por sonoros fracasos a los que el banco no estaba precisamente acostumbrado.

El episodio de Prisa

Hace justamente un año, en la recta final de 2020, Prisa vivió un auténtico terremoto interno que comenzó con la llegada hasta la mesa del consejo de administración de una oferta por su división de medios de comunicación, que incluye El País y la cadena Ser, a cargo de un grupo de empresarios liderado por Blas Herrero.

La propuesta, valorada en 200 millones de euros, llegaba en un momento especialmente delicado para la editora, que estaba a punto de aprobar en junta extraordinaria la venta de la división internacional de Santillana, una de sus joyas de la corona, por la imperiosa necesidad de aligerar su abultada deuda.

Influencia probada

La oferta fue rechazada por el consejo de administración de Prisa, al considerarla insuficiente desde el punto de vista del precio, pero generó divisiones en el órgano de gobierno de la compañía. No quedó del todo claro si Santander estaba detrás del movimiento de Herrero pero sí que era partidario de no cerrarse a hacer la operación si se revisaba al alza el precio.

La postura del banco no era una más. Pese a contar con una participación de apenas el 6%, producto de las operaciones de capitalización de deuda llevadas a cabo por la editora y que convirtió a sus acreedores en accionistas, la influencia de Santander en la compañía era más que evidente ante una sorprendente pasividad por parte del fondo Amber, primer accionista de la empresa con casi el 30% del capital.

Puñetazo en la mesa

No en vano, el banco promovió el nombramiento de Javier Monzón como presidente de Prisa, una vez que salió de Indra. Muy bien relacionado en círculos empresariales de la capital, Monzón es además presidente de Openbank, el banco online de Santander y un reconocido amigo personal de Ana Botín desde tiempos remotos.

Ante una más que probable nueva oferta por los medios de Prisa, con Monzón y Santander partidarios de esta línea estratégica, Joseph O’Ghourlian, responsable de Amber en España, decidió tomar cartas en el asunto. Con Telefónica como improvisado aliado, sorprendió en la citada junta con la propuesta in extremis del cese de Monzón como presidente. El apoyo de la operadora, que mantiene cerca del 10% de Prisa, fue suficiente para sacar adelante la iniciativa.

Propiedad contra gestión

De inmediato, O’Ghourlian cerró las puertas a cualquier otro movimiento con la incorporación en los primeros días de 2021 del gigante Vivendi, su gran aliado en Francia, como socio industrial. En apenas tres semanas, Santander pasó de tener una influencia decisiva en la gestión de Prisa a quedar cautivo y desarmado.

En el caso de Merlin, la difícil convivencia entre propiedad y gestión que se ha vivido en muchas compañías se ha visto agravada por el hecho de que, en el caso de la socimi, Clemente ha pasado de tener ambas a ostentar únicamente la segunda pero sin olvidarse del todo de la primera.

Apoyo inesperado

La pandemia ha recrudecido más un enfrentamiento que ya se extiende durante dos años y en el que Santander ha visto cómo se quedaba provisionalmente sin dividendo pero las retribuciones variables de los ejecutivos, especialmente el propio Clemente y su socio Miguel Ollero, director general de la compañía, no sufrían las mismas penalidades.

Sin embargo, las cosas se han vuelto a torcer para el banco. Cuando ha intentado dar un vuelco a la situación y acabar de un plumazo con la ‘era Clemente’ en Merlin se ha encontrado con que gran parte de la empresa apoya al equipo fundador y se ha levantado en armas de tal forma que Santander ha tenido que replegarse y replantear su estrategia.

Un comunicado incendiario

“En ambos casos ha sucedido algo similar: en el banco no han tenido en cuenta el entorno. Tenía claro sus apoyos pero no tanto aquéllos con los que contaban los demás”, señala un empresario conocedor de este tipo de situaciones.

En la tarde del lunes, cuando el consejo de Merlin estaba convocado para proceder a la destitución de Clemente, el equipo directivo en pleno emitió un comunicado, distribuido entre los medios de comunicación por los canales habituales empleados por la empresa para proporcionar información meramente corporativa, en el que no sólo manifestaba su apoyo al consejero delegado sino que calificaba el comportamiento del banco (sin nombrarlo) de “abusivo” y “feudal”.

Doble perjuicio

Y además, la nota, que contaba con el apoyo explícito de 185 trabajadores del grupo, insinuaba el posible inicio de una batalla legal si Santander seguía adelante con sus intenciones.

“No midió las consecuencias. Y, al final, tuvo que recular porque iba a resultar casi el más perjudicado por su propia actuación”, señala la citada fuente.

El caso Orcel

Un final de año particularmente complicado para Ana Botín, que también ha visto cómo perdía el primer asalto judicial frente al que en su día fue su fichaje estrella para el banco, Andrea Orcel. Aunque el fallo del juzgado de instrucción no es firme y el proceso seguirá adelante a través de los recursos, la condena a indemnizar al ejecutivo italiano con 68 millones de euros no juega a favor de la imagen de Santander.

“Un patinazo de este tipo redunda negativamente en la imagen del banco porque transmite una sensación de debilidad, seguramente falsa, pero que no deja de ser un intangible a tener en cuenta para el futuro. Para dar un paso adelante en estas batallas tienes que estar muy seguro del triunfo; es preferible esperar, aunque signifique llegar más tarde, que equivocarse”.