Cataluña recupera la ocupación hotelera en el litoral gerundense. La Costa Brava vuelve a tener los niveles de antes de la pandemia del Covid-19 y se ha llenado de turistas durante la primera quincena de agosto, algo que también se ha notado en el aumento del turismo rural en toda la comunidad. No obstante, la Costa Dorada, en la provincia de Tarragona, sigue rezagada y no alcanza las cifras de 2019, aunque registra una mejora respecto al verano de 2020, algo que no sucede en la ciudad de Barcelona.
Los hoteleros de la Costa Brava celebran la buena ocupación que han registrado durante la primera mitad de este mes, de entre el 95% y el 100% y se muestran esperanzadores: “Según va la tendencia podríamos tener también plena ocupación”. Las cifras están a los mismos niveles que antes de la pandemia y el menor flujo de extranjeros, especialmente franceses este año, se ha suplido con el aumento de turistas nacionales, muchos de los cuales solían viajar al extranjero y este año han preferido venir a la costa gerundense.
Turismo francés
La nacionalidad francesa se ha duplicado en los visitantes de la costa de Girona. De hecho, según el patronato de turismo de la Costa Brava, se ha convertido en el primer mercado de procedencia tras el nacional, pasando del 5,3% de los turistas en 2020 al 9,1% este año. Esto se debe a la proximidad con la frontera, el pase sanitario y la promoción turística que la provincia ha hecho en Francia bajo el lema “Vive el Doble”.
Este auge del turismo francés, frente a la caída del británico, que tradicionalmente había sido la primera nacionalidad que venía a veranear a Cataluña, se suma el aumento de los visitantes de origen nacional. La llegada de veraneantes internacionales solía rondar entre el 40% y el 50% en la Costa Brava, aunque este año tan solo representa el 30% y es fundamentalmente procedente del país galo, seguido por holandeses y suizos. Para la segunda quincena de agosto, la zona ya tiene unas reservas del 80% de las plazas de hotel ofertadas.
Costa Dorada reflota y Barcelona cae
Las dos primeras semanas de agosto han reflotado la Costa Dorada, en Tarragona, con respecto a la ocupación de 2020. No obstante, aunque las plazas hoteleras se han cubierto entre el 70% y 80%, no han llegado a niveles de antes de la pandemia. El visitante de esta zona suele ser de origen británico, holandés, alemán y ruso, a nivel internacional; aunque ante las restricciones impuestas por sus países para viajar a España, ha descendido de forma drástica frente a años anteriores.
Barcelona se mantiene al margen del auge de turismo de la Costa Brava e incluso mira con recelo las cifras de la Costa Dorada, a pesar de ser peores que antes del Covid-19. Las previsiones del Gremio de Hoteles para este verano son “malas”. La ocupación media de la capital catalana es del 40% en la planta hotelera abierta en estos momentos. El sector hotelero de la ciudad estima que ha perdido en estos 18 meses de pandemia cerca de 2.700 millones de euros.
Turismo rural y montañas de Lleida
Las casas rurales han sido uno de los grandes descubrimientos entre los turistas nacionales tras el inicio del Covid-19 para pasar las vacaciones de verano. La ocupación, según aseguran desde la Confederación del Turismo Rural y Agroturismo de Cataluña (Turalcat), es casi total y cuando hay alguna cancelación, en seguida entra una reserva de algún cliente “desesperado” por encontrar un alojamiento. En 2019, los turistas extranjeros representaban el 70% de las reservas, que ahora se han convertido en residuales y han dejado paso a clientes procedentes, mayoritariamente, de distintas partes de Cataluña.
El turismo rural ha sido el gran resurgir de la hostelería de los Pirineos de Lleida, con una ocupación que roza la de la Costa Brava: entre el 95% y el 100%. La mayoría de turistas son catalanes en esta zona, que han logrado mantener niveles de ocupación previos a la pandemia y están a la espera de saber qué sucederá a partir del 20 de agosto, cuando suelen comenzar a descender las reservas en las áreas de montaña.