El Ibex pierde en tres semanas más de un euro de cada tres invertidos
La crisis por la expansión del coronavirus ha dado paso a un escenario inédito en la bolsa, que es lo que más está asustando a los inversores
13 marzo, 2020 00:00Las bolsas tardarán en olvidar, si en algún momento lo logran, las últimas tres semanas, que figurarán a partir de ahora y para siempre en los libros de historia de los mercados. No es la primera vez que el pánico se instala en el parqué durante varias sesiones y provoca notables recortes en los indicadores. Pero lo ocurrido en las principales plazas mundiales durante 16 sesiones consecutivas es completamente inédito. Al menos, en el caso de la española, que no encuentra precedentes de un desplome superior al 36% en tan poco tiempo. Tanto como decir que de cada 3 euros que estaban invertidos en el Ibex el pasado 19 de febrero, 1,1 ha huido en busca de mejor destino.
El Ibex se desploma por el Coronavirus / CG
Ni las crisis en Latinoamérica de finales del siglo XX, ni los atentados del 11 de setiembre contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono, ni el estallido de la burbuja tecnológica de los primeros años 2000, ni la quiebra de Lehman Brothers, ni el referéndum del Brexit… el impacto del coronavirus en el mercado español no tiene comparación posible. Las cifras hablan por si solas. En estas tres semanas de pesadilla, la capitalización conjunta de las empresas que componen el selectivo se ha reducido en más de 191.000 millones de euros, cantidad equivalente a algo más del 15% del PIB.
Un desplome que se traduce en que el 13 de marzo, las mayores empresas del país valen un 37% menos que a mediados de febrero. Compañías como Telefónica, Santander o BBVA cotizan en zona de mínimos históricos. Pero, en contra de lo que pudiera parecer, España no ha entrado en guerra, ni tampoco ninguno de sus aliados. La situación actual demuestra que mucho peor que los atentados terroristas, las quiebras de los bancos o las tensiones de liquidez es la falta de confianza.
Pánico a lo desconocido
Es el factor, junto con el miedo a lo desconocido (un clásico de los mercados) que los expertos coinciden en señalar para explicar un comportamiento mucho más negativo que el provocado por acontecimientos que, quizá, sí justificarían esta huida desaforada de los inversores que, en las últimas sesiones, ha tenido incluso el carácter de indiscriminada: todo está a la venta, los valores de riesgo y los conservadores, los activos refugio y los sectores más tradicionales.
Los veteranos de las mesas de contratación recuerdan que nada más producirse los atentados del 11S, y tras el lógico desplome provocado por la incertidumbre, los índices experimentaron un considerable rebote. Fue como consecuencia de la decisión de los principales bancos centrales del mundo de coordinarse entre ellos para llevar a cabo una bajada conjunta de los tipos de interés para estimular las inversiones que las economías precisarían para recuperarse del mazazo que, previsiblemente iban a sufrir en los trimestres siguientes.
No hay problemas de liquidez
“El problema ahora es que los inversores, una vez pasado el lógico susto, han mirado a un lado, han mirado al otro y lo único que han encontrado ha sido a políticos actuando por su cuenta, bancos tomando decisiones de forma descordinada o incluso algunos dejando toda la responsabilidad a los Gobiernos, como el BCE”, apuntan desde una firma de análisis internacional. “Ante esta situación, en la que el inversor no tiene ningún tipo de certidumbre, sale corriendo”.
Al contrario de lo que sucediera en la última gran crisis, la economía mundial no padece en general un problema de liquidez. Organismos multilaterales como la OCDE o el Fondo Monetario Internacional (FMI) han alertado sobre las consecuencias para el crecimiento de las principales economías de que la crisis del coronavirus se extienda demasiado en el tiempo. E incluso han rebajado sus, en ocasiones poco fiables, previsiones macroeconómicas. Pero no han mencionado que falte dinero en los mercados.
El propio BCE ha admitido este jueves, al término de su consejo de gobierno, que no ha detectado, al menos por ahora, un problema de liquidez en el sistema. Y, sin embargo, una de las medidas que ha tomado, esas que tanto esperaba el mercado como una última esperanza a la que agarrarse, ha sido un refuerzo de sus mecanismos para dotar de liquidez al sistema, a través de las subastas para los bancos condicionadas a dar créditos a pymes en condiciones ventajosas.
Nada funciona
“Es obvio que las bolsas esperaban otro tipo de actuaciones; a diferencia de lo que ocurrió hace una década el crédito está fluyendo. No es un problema acuciante que haya que solventar”, señala la citada fuente.
Y tampoco las decisiones de política monetaria están surtiendo el efecto de antaño, precisamente porque los problemas no son los mismos. Hace unos días, la Reserva Federal rebajaba por sorpresa medio punto porcentual los tipos de interés en EEUU y lo único que consiguió fue asustar aún más al mercado, que descontaba una medida similar pero a su debido tiempo y sin tales urgencias.
Mientras, el Banco de Inglaterra sí pareció convencer a los inversores, más que con la rebaja del precio oficial del dinero en Reino Unido, con un paquete de medidas en apoyo de las pymes y para flexibilizar los requisitos de capital de la banca. Pero el efecto no llegó ni siquiera al final de la sesión de aquel día en que lo anunció.
Miedo a lo desconocido
Antes de la reunión del BCE, el último desencanto para los inversores fue el resultado de la reunión de urgencia del Consejo europeo el pasado martes: un compromiso de la Unión Europea para inyectar 25.000 millones de euros pero, además, no de una sola vez, sino de manera progresiva, comenzando por 7.500 millones. El programa del Banco de Inglaterra era capaz de superarlo con creces. Y solo tenía como destino el Reino Unido.
“Es cierto que, ahora mismo, nada parece gustar al mercado. La única noticia que quiere recibir es que se haya tenido éxito en el descubrimiento de la vacuna contra el coronavirus y que se va a empezar a distribuir”.
Lo peor es que, hasta entonces, cualquier escenario es posible. “Nadie garantiza que con esta última e histórica caída haya terminado todo”. El problema de un escenario sin precedentes como éste es que no se encuentran referentes en el pasado. Y este hecho, el enfrentarse a lo desconocido, genera incertidumbre, una de las peores enemigas del mercado.