Llevaba meses Jorge Lucaya, el banquero de negocios de Isidro Fainé, con las manos en el asunto Abertis por indicación del propio presidente la Fundación Bancaria La Caixa. Sólo ellos dos, y más tarde el consejero delegado, Francisco Reynés, estaban al corriente de la operación que se preparaba. Ni tan siquiera el director general de Criteria Caixabank, Marcelino Armenter, había sido informado en el arranque de la operación, pese a que su entidad controla el 22,5% de la concesionaria de las autopistas españolas.
El 15 de mayo de 2017, tras días de rumores en el sector, la italiana Atlantia lanzó una Oferta Pública de Adquisición (OPA) para hacerse con una participación de control. De forma sorpresiva e inesperada para los mercados y hasta para el Gobierno español, se abría el melón de la venta de una compañía que acababa de celebrar una junta de accionistas de trámite en la que Salvador Alemany, su presidente, y el propio Reynés dieron cuenta de un negocio consolidado que iba al alza, se mantenía el tradicional reparto de dividendos y cuya cotización seguía estable en el marco de las oscilaciones de la bolsa.
Una imagen antagónica a la que se vive hoy en el número 17 de la avenida Pedralbes de Barcelona, las oficinas centrales de la gestora de infraestructuras. Casi 10 meses después de esta acción, la compañía Abertis, explotadora de autopistas y otras infraestructuras, camina hacia un desguace programado a medio plazo. Perderá a su gestor y socio histórico, el grupo La Caixa, y la multinacional italiana de los Benetton ha pactado con su adversario en la operación, Florentino Pérez, un reparto del botín de activos existentes.
Pacto de no agresión
Los dos pretendientes de esta batalla empresarial han dado forma a una nueva empresa de la que presumen que será el gigante mundial de las concesiones, tal y como indicó el presidente de ACS en la presentación del acuerdo. En el seno de estas compañías, en cambio, se analiza el resultado final de la pugna por Abertis como un pacto de no agresión con fecha de caducidad.
El presidente de ACS, Florentino Pérez (c); el consejero delegado de Atlantia, Giovanni Castelluci (i), y el presidente de Hochtief, Marcelino Fernández Verdes (d), dan a conocer el pacto por quedarse con Abertis / EFE
¿Con qué objetivo? Básicamente, esperar y repartirse la compañía entre los nuevos socios sin injerencias políticas que frustren la compleja operación. Las mismas que han llevado la venta de Abertis hasta el momento actual y que se activaron hace exactamente 10 meses.
Las Torres Negras y AZ Capital
La operación empresarial se incubó meses antes de ser pública desde las Torres Negras. Fainé confió a Lucaya, su hombre en las operaciones estratégicas y cabeza de AZ Capital, el análisis de una entente que permitiera a Abertis dar su salto definitivo.
Atlantia, la italiana, fue la pareja de baile ideal para los trabajos exploratorios de Lucaya. Meses antes, se habían puesto sobre la mesa otras alternativas, como construir el gigante español de las concesiones con Agbar. Es más, la operación tenía antecedentes. En abril de 2006, la situación fue la inversa: Abertis lanzó una OPA sobre Atlantia (entonces Autoestrade) y el gobierno italiano de Romano Prodi la vetó. Fainé había querido crear el gigante europeo de las autopistas, pero la política se lo impidió. Ahora, no ha querido comprar, como antaño, sino que se ha vendido la misma compañía que lideraba de forma personal 12 años antes.
El papel del Gobierno
La transacción que se exploraba en 2017 tenía justo el sentido contrario. Una operación en la que los italianos se rascaran el bolsillo para convencer a los dueños de acciones de Abertis. Tanto a los grandes fondos, claves para que la venta llegara a buen puerto, como a los minoritarios que quisieran hacer efectiva su participación.
Ilustración de Isidro Fainé / PEPE FARRUQO
Pero en el cálculo inicial, que se trabajó incluso antes de que lo supiera la propia dirección de la cotizada, se desdeñó el papel del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Sorprendente, según todos los analistas, porque Fainé ya había fracasado en la operación de 2006 por razones políticas, italianas, pero políticas. A la postre, y preocupado por la pérdida de españolidad de la compañía resultante --como en su día manifestó el Gobierno transalpino en sentido inverso--, Rajoy y los suyos han sido los cuartos protagonistas de esta operación. Nadie quería rememorar el achatarramiento de Endesa a manos del socio italiano.
Presión para conseguir una contraopa
El ministro de Energía, Álvaro Nadal, y el de Fomento, Íñigo de la Serna, dejaron claro desde el primer día que no veían con buenos ojos dejar en manos extranjeras las autopistas del país, reguladas por concesiones públicas. La Moncloa intentó propiciar una OPA que compitiera con la de Atlantia y no tuvo reparos en frenar operaciones adyacentes a la venta de Abertis que allanaban el camino de la italiana. Entre ellas, la venta del 57,07% de los satélites Hispasat a Red Eléctrica. Y el Gobierno se activó. ¿Cómo podía lograrse revertir la operación o darle un seso distinto?, se preguntaban en el seno del Ejecutivo.
Tras un verano de movimientos tanto empresariales como económicos, Florentino Pérez anunciaba el 18 de octubre que ACS lanzaba una contraopa a través de su filial alemana Hochtief. Compañía que lo tenía más fácil para conseguir la financiación requerida en la propuesta. Al presidente del Real Madrid le fueron a buscar desde el entorno gubernamental para darle a la operación una “solución española”.
Oferta económica de Hochtief
Lo hizo 10 días después de que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) autorizase la OPA de Atlantia y, tal y como se podía suponer, rompió la baraja. Mientras que la empresa italiana proponía abonar 16,5 euros por acción, la constructora de Pérez estaba dispuesta a ofrecer 18,76 euros.
Fainé no dio marcha atrás y entró en el juego de beneficiar al accionista, Criteria Caixabank entre ellos. El consejo de administración de Abertis que se celebró el día después de esta comunicación oficial pidió a Atlantia que se rascara de nuevo el bolsillo. Indicó que el proyecto industrial resultante era “positivo y atractivo”, pero sin ir más allá. En el capítulo económico, resultaba perdedor.
Cotización disparada
La batalla estaba servida y los fondos oportunistas hicieron el agosto con las entradas y salidas del capital de Abertis. Una pugna entre dos compañías monitorizada tanto desde la Moncloa como desde las Torres Negras de la avenida Diagonal de Barcelona cuyo principal impacto fue la cotización de la empresa. Abertis se ha revalorizado en el parqué el 39,5% en el último ejercicio frente al 7,4% del Ibex 35, el índice selectivo español.
Francisco Reynés, nuevo presidente ejecutivo de Gas Natural, e Isidro Fainé, presidente honorífico de la compañía / CG
Llegó el momento de buscar una solución al atasco. En una batalla como esta hay demasiado en juego para vencedores, vencidos y para sus alrededores. Un acuerdo o un pacto de reparto era la salida menos traumática y así se ha trabajado después del parón navideño y con la entrada del nuevo año. Hubo no pocos encuentros discretos y muchos intermediarios.
‘Rescate’ de Reynés
En medio de este proceso, Fainé rescataba a su ejecutivo estrella para transformar otra de las joyas de la corona de Criteria. Reynés, que acababa de meritar un millonario bonus por su gestión, dejaba Abertis y tomaba las riendas de Gas Natural en el mismo momento en el que se presentaban los resultados anuales de la gestora de infraestructuras. Le sucedía el responsable financiero, José Aljaro, que se mantendrá en el cargo hasta que los nuevos propietarios decidan la estructura de gobierno del grupo.
Al perder a su primer ejecutivo, el estupor en el área directiva de la compañía fue total. Un asombro que se ha mantenido hasta la fecha. Se prevén tres años de aparente tranquilidad, pero no hay garantía alguna. Todos han ganado en la solución final: Fainé, los Benetton, Florentino y el Gobierno. O lo que es igual: nadie pierde del todo. Mientras, Abertis no perderá su españolidad formal, pero ha dejado de ser una multinacional catalana. De lo que no hay duda es de que muchos pequeños accionistas y empleados ya le han dicho adiós. Tienen claro que va de camino del desguace.