El rey Felipe VI (en el centro) junto a los premiados por Foment del Treball; el presidente de la patronal, Joaquim Gay de Montellà (d); la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (2i), y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont

El rey Felipe VI (en el centro) junto a los premiados por Foment del Treball; el presidente de la patronal, Joaquim Gay de Montellà (d); la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (2i), y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont

Política

El empresariado catalán se rinde ante el Rey y se decepciona con Puigdemont

La reivindicación de la gestión de los ejecutivos del discurso de Felipe VI, sin referencias políticas, es aplaudida en la noche grande de Foment del Treball

18 noviembre, 2016 00:39

Felipe VI aterrizó en la noche grande del empresariado catalán, la entrega de las medallas de honor y los premios Ferrer Salat de Foment del Treball, tras inaugurar por fin, después de un parón de 11 meses, la legislatura. Los mensajes políticos los dejó en el Congreso de los Diputados y en su parlamento público en la patronal de Barcelona se centró en lo empresarial, un discurso que dejó tibia a la prensa reunida en la sede de Vía Laietana pero que fue recibido con un sonoro aplauso entre el empresariado, que se rindió ante un monarca que reivindicó que es “fundamental para el progreso y el bienestar de la sociedad” el ámbito “económico y empresarial”.

Habló de los retos de la internacionalización y la innovación en el país, y eso era, precisamente, lo que quería escuchar la sala. “Era una noche para reconocer el esfuerzo de los empresarios catalanes, y el Rey lo ha hecho”, comentaban los presentes al salir del acto. Incluso pasaron por alto las estrictas medidas de seguridad que se impusieron desde la organización.

Puigdemont no convence

Más acusadas que cuando Felipe VI presidió la misma entrega de los reconocimientos económicos hace dos años. En esa ocasión, el monarca sí habló de la necesidad de tender puentes de diálogo entre Cataluña y España en un momento en el que el procés estaba en una fase más inicial y no se había marcado una fecha para avanzar en la proclamación de la independencia catalana, algo que el empresariado catalán, por lo menos el que se reunió anoche en Foment del Treball, mira con cierta distancia.

Los discursos de marcado carácter político en un escenario como el de ayer propiciaron que la sala entrara en letargo. No cuajó el parlamento del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. El líder de Junts pel Sí era consciente de que no jugaba en casa y moderó el tono de su discurso, pero el fondo era el mismo.

Discurso ‘estridente’

No hizo ni una sola mención ni a la independencia ni al procés, pero pasó por alto el reconocimiento a los empresarios que sí que se le ha visto en otros foros. Aplaudió el papel de liderazgo de la “sociedad civil y empresarial” catalana y enumeró las bondades económicas de un territorio que con el “16% de la población representa el 20% del PIB” de España. Pero cargó las tintas --el suyo fue el parlamento más reivindicativo-- contra las “negligencias” del Estado que incumple con las inversiones en infraestructuras, desarrolla una legislación energética que “penaliza los territorios industriales” y “judicializa a las opiniones políticas, especialmente las enfocadas a escuchar la voz de la ciudadanía”.

“Fue un discurso un tanto estridente”, señalaron los empresarios consultados. “No tocaba”, indicaba otro de los asistentes, “las bondades de la economía ya nos las sabemos”.

Puigdemont hace un aparte con Sáenz de Santamaría

Al final, los presentes lamentaron que el presidente Puigdemont no hubiera incidido más en la acción de gobierno que ha realizado hasta la fecha. Le reclamaron un perfil más institucional que ejercía su predecesor en el cargo, Artur Mas, incluso en momentos en los que la agenda catalana estaba tan presente como ayer.

Al fina de la cena, con los cafés en la mano, Puigdemont se retiró en un aparte con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Ella fue la invitada de piedra ante los micros en la noche grande del empresariado catalán, pero al final de la cena, sin ninguna cámara delante, departió con el presidente de la Generalitat. En un ambiente cordial, según los presentes. “Esa era la máxima de un encuentro empresarial de estas características”, sentenciaron.