Estados Unidos celebrará elecciones presidenciales el 5 de noviembre próximo con dos candidatos que rondan la dorada categoría de octogenarios. El demócrata Joe Biden, capitoste de la nación, soplará 82 velas quince días después de la magna consulta. Su contrincante republicano, el vitriólico Donald Trump, le va a la zaga, pues ya cuenta 77 años. Nunca antes dos aspirantes de edad tan provecta habían competido por el trono más poderoso del mundo.

Ya se sabe que la veteranía es un grado. Lo malo es que el tiempo no transcurre en vano y ambos individuos han dado pruebas palmarias de que no atraviesan su mejor momento físico y mental.

La gerontocracia no constituye una circunstancia exclusiva de EE.UU. Por nuestros andurriales también parece que se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte, sobre todo en el ámbito de las grandes sociedades integrantes del exclusivo club de la bolsa.

Un sucinto repaso nos depara unos cuantos ejemplos de directivos experimentados que muchos lustros atrás sobrepasaron la edad a la que todo hijo de vecino suspira por retirarse y adquirir la condición de pensionista.

A este respecto, el rey del mambo en España es sin discusión el benemérito manresano Isidro Fainé, líder de la omnipotente Fundación La Caixa, de la que cuelgan Caixabank y Criteria, entre otros muchos colosos empresariales.

Fainé cumplirá en julio su 82 aniversario. En 2022, renovó su mandato durante un cuatrienio. Nadie duda de que seguirá en la brega hasta el final del periodo. De tal forma, culminará una experiencia en dirección bancaria ininterrumpida de nada menos que 65 años. El cuerpo le pide marcha y todavía le quedan dos años en el puente de mando.

A ese eviterno banquero le supera en longevidad por muy poco margen un personaje poliédrico, el expolítico y abogado Miquel Roca Junyent. A punto de festejar los 84 tacos, acaban de designarle vocal del grupo de autopistas Abertis, donde ya venía desempeñando la secretaría.

A Roca se le considera uno de los más consumados e influyentes lobistas del país. Es algo parecido al perejil de todas las salsas, con una capacidad de interlocución sin igual en las más altas y diversas esferas.

Lleva un cuarto de siglo como secretario del consejo de Banco Sabadell gracias a los designios de su mandamás José Oliu. Un menester análogo ejerce en la multinacional de materiales hospitalarios Werfen, perteneciente a los acaudalados hermanos Rubiralta Giralt.

Asimismo, ocupa desde hace dos décadas un sillón en el órgano de gobierno del gigante ACS, pilotado por su viejo protector Florentino Pérez. Este, por cierto, ya calza 76 abriles. Es el máximo jerarca de la compañía desde 1993, cargo que compagina airosamente con otro de idéntico rango en el Real Madrid.

Antes salió a relucir el nombre de Oliu, de Banco Sabadell. Alcanza las 75 primaveras el mes que viene y sigue comandando la corporación con pleno desahogo. A título adicional, no ha mucho se aupó a la cima de la Fundación del banco.

También es de citar Jordi Mercader, ex factótum de la casi tricentenaria papelera Miquel y Costas. Cesó en 2023, a los 80 años. Dejó la sucesión atada y bien atada, tras entregar la batuta a un hijo suyo.

En materia de supervivencia al pie del cañón, quien batió todas las marcas habidas y por haber es el recordado emprendedor barcelonés Casimiro Molins.

Accedió al consejo de administración de la cementera familiar en 1945, apenas concluida la II Guerra Mundial. En su seno permaneció hasta su muerte en 2017, a los 97 años. En tan extenso intervalo, cubrió los sucesivos cometidos de secretario, primer ejecutivo y presidente.

En total, sumó la friolera de 71 años como miembro de la cúpula de Cementos Molins. Los récords están para lograrlos, pero el de don Casimiro es de los que marcan una época. Costará superarlo.