Marian Muro en la entrevista con Crónica Global / CG

Marian Muro en la entrevista con Crónica Global / CG

Vida

"El problema es que se ha hecho política del turismo"

Marian Muro habla sobre la situación turística en Barcelona

6 agosto, 2017 00:00

Marian Muro, ex directora general de Turismo de la Generalitat de Cataluña entre 2011 y 2016, ha hablado en una entrevista en exclusiva para Crónica Global sobre la situación turística que vive la capital catalana. Muro implantó la tasa turística en Cataluña por pernoctación y cree firmemente en el de calidad. Bajo su punto de vista, el rechazo al turista son el fruto de la politización de un sector al que, años atrás y pese a ser el principal ingreso del país, nadie hacía caso.

—Pregunta. ¿Por qué decidió cambiar de la Generalitat al Grupo Julià?

—Respuesta. Llevaba cinco años y cuando entré en la Administración, en el 2011, dije que estaría ese tiempo. Aunque la posición de directora es un cargo político, en mi caso concreto entré por mi experiencia y conocimiento del sector. Mi voluntad fue la de contribuir en el desarrollo turístico de Cataluña. Acceder al sector público era una oportunidad para promover cambios, instaurar otras dinámicas, aportar diferentes visiones que lo favoreciesen. Ese cargo me lo planteé para un período de tiempo limitado, para evitar el riesgo de establecerme en una zona de confort, algo que es fácil que suceda cuando uno trabaja en la Administración.  

—¿En qué se basó el precio de la tasa turística que se aplicó en Barcelona?

—Establecimos unos importes que fueran asequibles y proporcionales. Lo más importante era poner la tasa, garantizar una mínima recaudación para poder hacer política turística y, posteriormente, si se consideraban las cuotas bajas, ya se incrementarían.

—¿Cómo ve la situación en Barcelona?

—Creo que está viviendo la situación de las grandes capitales turísticas del mundo. La ciudad ha sufrido una evolución, un crecimiento y un liderazgo en tan sólo 25 años. Los JJOO se capitalizaron muy bien y se continuó con la promoción y difusión de la ciudad de una forma extraordinaria.

Sin embargo, en aquel momento la ciudad no dejaba de ser un destino emergente. Un destino que se estaba dando a conocer al mundo, que estaba configurando su oferta, diversificando sus productos. Y como le pasa a la mayoría de destinos emergentes los destinos vacacionales se traducen en una palabra: promoción. El problema es que no es sólo promoción, requiere gestión y ello implica establecer políticas de diferente índole: movilidad, transporte, acceso, sostenibilidad, uso del espacio público, control de la oferta, entre otros.

—¿Por qué cree que los turistas se ha convertido en un problema?

—En Barcelona se da otro hecho que a mí sí que me preocupa especialmente y es la politización. Es una fuente de riqueza, pero no se ha sabido explicar. No se han sabido comunicar su importancia y su verdadero impacto. Posiciones reduccionistas asocian los beneficios a unos pocos empresarios cuando de forma directa o indirecta beneficia a muchos sectores. ¿No aporta al sector del taxi?, ¿no se benefician los operarios y montadores de estands en ferias?, ¿no aporta a los comercios que abastecen los grandes cruceros? ¿Creemos que Barcelona tendría este aeropuerto si no fuera por los turistas? 

El turismo ha normalizado y hecho accesible muchas zonas. Nos ha dotado de infraestructuras. Dicho esto, que la actividad turística tiene externalidades negativas también es una realidad. Que hay que gestionar, ordenar, y en algunos casos limitar, es cierto, pero ni por asomo Barcelona está en una situación caótica como algunos pretenden reflejar.

—¿Dotado de infraestructuras…?

—Infraestructuras como el aeropuerto. A ver, ¿alguien se cree que nosotros tenemos el aeropuerto que tenemos por arte de magia? ¿Y que las empresas vienen y se instalan en Barcelona sólo porque la ciudad es bonita? Pues no. El aeropuerto que tenemos está dando de sí al máximo, pero si lo tenemos es por los turistas. Atrae a compañías aéreas y éstas deciden operar porque apuestan por el destino. Gracias a que tenemos un gran aeropuerto, tenemos inversiones, emprendedores y nuevos negocios, entre otros.

Y del mismo modo ocurre con el puerto, que se ha consolidado como el primer puerto del Mediterráneo.

—Entonces, ¿qué soluciones propondría?

—Pues yo propondría un pacto global , con una clara visión y misión, consensuado entre todas las fuerzas políticas, el sector privado y los sectores sociales, manteniéndolo al margen de debates políticos, con una estrategia y recorrido independiente y autónomo de las ideologías políticas que en cada momento puedan estar gobernando.

—Cuando ha mencionado que la situación turística requiere de gestión, ¿a qué se refiere exactamente?

—Tenemos una particularidad frente a las grandes ciudades y es que todos los recursos y atractivos turísticos están en un perímetro muy pequeño. Tenemos que mejorar en movilidad, planificar y ordenar para hacerlo sostenible y hacerlo compatible con la vida del residente.

—¿Cree que las vacaciones 'low cost' puede afectar en un futuro a la ciudad?

—El concepto low cost está malinterpretado. Low cost no es igual a incívismo, de borrachera... Hay gente que duerme en albergues o que vuela con compañías de bajo coste y no causa problemas, y es bienvenida a la ciudad 

Si me pregunta qué pasa y qué hay que hacer con los que que causan deterioros, que sólo viene a beber y a hacer un uso deficiente del espacio público, le diré que hay que aplicar las ordenanzas y establecer las sanciones pertinentes al turista o al residente que se comporta así.

—¿Entiende que algunos sectores de la sociedad lo rechacen pese a que es el sustento de muchos barceloneses?

—No. La turismofobia surge de la falta de conocimiento. El problema, insisto, es que se está politizando, cuando siempre había estado al margen. En el momento en que se hace política de algo intervienen las ideologías, discursos tendenciosos, demagogia, superficialidad en los planteamientos. Yo no entiendo que muchos sectores rechacen a los turistas. Entiendo que hay externalidades negativas que deben solucionarse sin demora, pero sinceramente, no lo veo como un drama. Son muchas más las externalidades positivas que negativas.

—¿Cómo se puede parar un fenómeno de masas como este?

—Es difícil porque Barcelona gusta y todo el mundo quiere venir. Un destino turístico que tiene sobresaturación en algunas zonas sólo se puede frenar, hoy en día, con dos medidas: con imposición de tasas o con incrementos de precio.

Esta ciudad tiene posibilidad de crecimiento, tiene margen de subir precios. Tenemos una planta de alojamiento espectacular, con una calidad-precio increíble, si la comparamos con Roma, Nueva York, Londres que no tienen nada qué ver. Disponemos de una buena oferta cultural y de una espléndida gastronomía, pero nos lo tenemos que creer.

—¿Qué piensa de la moratoria que ha impuesto Ada Colau?

—Como he dicho, pienso que es preferible antes de actuar sin un criterio sólido establecer un plan estratégico consensuado para saber a dónde se quiere ir.

—¿Qué soluciones alternativas propondría para el Ayuntamiento?

—Que presente un plan de actuación en el que la visión y misión de la ciudad estén muy claros. Ese plan debe ser un plan global que tenga perdurabilidad y que esté basado en el consenso. La política establecida por el ayuntamiento en la persecución de la oferta ilegal está muy bien planteada y se están logrando grandes resultados. En ese caso, es un ejemplo de gestión eficiente.   

—Sobre la pérdida de cadenas hoteleras de referencia mundial como Four Seasons, ¿qué opina?

—Se sacrificó el establecimiento de una gran cadena en BCN que iba dirigido a un segmento de la demanda muy interesante.

—¿Qué opina sobre las plataformas de economía colaborativa para apartamentos turísticos, más conocida como Airbnb?

—Conozco muy bien el tema ya que me tocó lidiar con ellos. Estoy a favor de la innovación y de la tecnología. De lo que no estoy a favor es de aquellas empresas que erigiéndose como meras plataformas tecnológicas optan por implantarse en otros países sin aceptar las reglas de juego ni las regulaciones que rigen en aquel territorio. A Airbnb lo único que se le solicitó cuando empezó a operar en Cataluña es que publicitara oferta de alojamiento legal a fin de contribuir a la identificación y erradicación de la oferta ilegal. Nada más. Esta opción fue rechazada de forma sistemática por la plataforma. Ahora, parece que finalmente ha llegado a un acuerdo con el ayuntamiento, de lo que me alegro.

—¿Cree que una vez se legalicen todos esos pisos bajará la demanda?

—No, yo creo que tienen su perfil. Barcelona tiene una demanda muy diversa y está bien porque tiene que haber oferta de alojamiento para todos los gustos y perfiles. Esta modalidad de alojamiento tiene que existir porque la gente la reclama, pero como he dicho, tiene que ser legal. Los que se benefician deben pagar impuestos y ofrecer las viviendas con unos mínimos de calidad.

—¿Qué piensa sobre las zonas con más afluencias turísticas y a la vez conflictivas de la ciudad?

—Efectivamente, en aquellas zonas donde están los recursos turísticos más visitados, se produce una presión que causa una serie de externalidades negativas esencialmente para aquellos que residen en esas zonas. Esto pasa en todas las grandes capitales turísticas del mundo. En estos casos hay que ver cómo se pueden reducir los perjuicios y molestias de aquellos que viven en esos barrios adoptando medidas como reducir el tráfico, restringir la circulación salvo para los vecinos, intensificar la vigilancia, limitar cierta oferta de alojamiento… pero tengamos en cuenta que los turistas van a visitar aquellos atractivos que tienen más notoriedad y eso es inevitable.

—¿Cómo se presentan estas ideas a un vecino que no quiere más turistas?

—Mire, todas las actividades tienen aspectos positivos y otros negativos y mejorables. Si hoy ponemos en una balanza los aspectos positivos y negativos, la balanza se inclinará clarísimamente en los positivos. ¿Ello implica que hay que obviar los negativos? Pues no. Hay que tener visión de futuro, ser previsible y siempre buscar la mejora. ¿Es un problema que Barcelona sea hoy un destino de primer orden?, ¿es un problema que la actividad turística genere en la ciudad miles de puestos de trabajo?, ¿es un problema que tanto extranjero quiera residir en la ciudad?, ¿es un problema atraer inversión? Entiendo que no. Al final depende de cómo queramos ver el vaso, si medio lleno o medio vacío.

—¿Sobre la ciudad qué cree que se debe mantener?

—Hay que trabajar para mantener la autenticidad, la singularidad, el arraigo a nuestras costumbres. El turista del siglo XXI es un turista global, comunicado, hiper conectado, pero que busca experiencias locales. Quiere sentirse como un ciudadano más, un ciudadano temporal. Ello implica que aquellos destinos que sepan preservar sus elementos diferenciales son los que mantendrán el liderazgo.

—¿Cree que la tasa turística que se aplica actualmente por pernoctación podría destinarse (una parte) para poner más seguridad en las zonas conflictivas?

—Me parece bien que la recaudación se revierta en mejorar la calidad de vida de la ciudad. Genera riqueza, pero también desgaste y, por tanto, me parecería razonable que una parte se destinara a paliar sus efectos. Que se establezca más seguridad, más controles en determinadas zonas, más inspecciones, es correcto.

—¿Qué piensa sobre la tasa turística que se quiere aplicar en visitas sin pernoctar a Barcelona?

—Tengo poca información. A priori no me parece mal, pero faltan detalles sobre su aplicación, control, sujetos obligados, destino de la recaudación... Es una medida que ya opera en otras urbes.

¿Cree que el fenómeno de la independencia puede afectar o sólo a la política y a la economía?

—No, para nada. Creo que el tema de la independencia no tiene ni tendría ningún efecto. BCN es una magnífica ciudad, de una gran riqueza cultural, hospitalaria y dinámica sumamente atractiva para el público. El turista queda al margen de todo eso.