Una de las participantes en las jornadas de Aviación Adaptada junto a su piloto en el momento de montar en un planeador / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Una de las participantes en las jornadas de Aviación Adaptada junto a su piloto en el momento de montar en un planeador / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Vida

Aviación adaptada a la discapacidad: abrir las alas para volar sin límites

El aeródromo de Igualada-Ódena se convierte por un día en el epicentro de las emociones, los estímulos y la superación personal para brindar un escenario donde las barreras se rompen en cada despegue

5 octubre, 2022 00:00

Pies para que os quiero si tengo alas para volar. El aeródromo de Igualada-Ódena celebró este sábado 1 de octubre sus jornadas sobre Aviación Adaptada [vea aquí la galería de imágenes], organizadas por asociaciones y organizaciones sin ánimo de lucro para que personas con discapacidad logren “un bautizo de vuelo”. Aunque no solo supone eso, las emociones, los estímulos y un día de ocio en familia y amigos crean un ecosistema donde las barreras, muchas veces sociales o mediáticas, desaparecen para dar paso a la libertad de surcar los cielos.

La jornada de Aviación Adaptada llegó, así, a su quinta edición. Todo comenzó con una unión de asociaciones entre las que destaca las Sillas Voladoras, presidida por Carlos de Albert. Esta entidad logró el 8 de agosto de 2008 que las personas con discapacidad motora pudieran sacarse la licencia de piloto de planeador en España, a través de una Orden Ministerial publicada en el BOE. Esto hizo que la legislación española se amoldara a la línea que hacía décadas seguían otros países europeos como Francia, Italia, Reino Unido y Alemania, donde incluso pueden obtener el certificado para aviones comerciales. Así nació esta iniciativa, en la que en cada despegue de un planeador o una avioneta se descubren esas alas que todos tenemos para dar un salto y alcanzar el espíritu de la libertad.

Una avioneta antes de despegar durante las jornadas de Aviación Adaptada en el aeródromo de Igualada-Ódena / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Una avioneta antes de despegar durante las jornadas de Aviación Adaptada en el aeródromo de Igualada-Ódena / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Estímulos, diversión y valor

El más joven de los centenares de personas que acogió el acontecimiento desde las diez de la mañana de este sábado tenía tan solo 3 años y medio. El pequeño Roque, con una afectación genética rara, iba acompañado de sus dos padres y sus hermanos. Su padre, Ismael, fue el que se montó en la avioneta con él. “Es la primera vez que vuela, creemos que es una buena forma de estimularlo. Los sentidos, la emoción y la reacción a algo nuevo. De hecho, también ha realizado equitación, que se parece mucho a la forma de caminar”, aseguraba su progenitor.

Pasaban las horas y, poco a poco, personas con discapacidad física y psíquica iban subiendo a los ultraligeros y planeadores. Pasadas las doce del mediodía llegó el momento de Roque. Ismael lo levantó para que viera por la ventana las montañas, mientras el piloto les explicaba dónde estaban Montserrat, Igualada y Barcelona. “Ha sido increíble, hemos disfrutado mucho”, resumía su padre poco después de bajar del aeroplano. Los estímulos de la aviación son una de las principales razones por las que la jornada de Aviación Adaptada coloca el cartel de sold out a los pocos días de sacar las entradas. Un evento sin ánimo de lucro que se autofinancia y quiere poner en valor la capacidad para volar de cualquier ciudadano, sea cual sea su condición.

El piloto Asier habla con uno de los participantes antes de despegar / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

El piloto Asier habla con uno de los participantes antes de despegar / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Pero el valor también se encuentra entre los estímulos y la diversión. Asier, uno de los pilotos más veteranos de ultraligero, siempre hace una broma (a veces muy real) a sus pasajeros: “Ahora despegamos y en cuanto estemos en el aire coges los mandos y conduces tú”. El joven que se encontraba junto a él balbuceó y finalmente preguntó: “¿De verdad?”. No existe el miedo, tan solo las ganas de probar y descubrir un nuevo espíritu de altos vuelos. Así lo explicaban muchos de los presentes venidos de todas las partes de Cataluña, el sur de Francia y de comunidades tan distantes de la geografía española como Extremadura.

Sin paternalismos, volar para disfrutar

Carmen Arana, en silla de ruedas por esclerosis múltiple y tesorera de la asociación Aviación Adaptada, era una de las personalidades más nombradas entre los asistentes. No por su cargo en la organización, sino por las propuestas que han llevado a centenares de personas a romper barreras, incluso antes de sufrir la enfermedad. “Nos ha llevado a Cantabria, el País Vasco…”, decían algunos. Y, de hecho, así era. Arana ha hecho rafting, parapente, paracaidismo y, por supuesto, vuelo en planeador. “Va a sonar muy fuerte, pero no tenemos miedo a volar o tirarnos en paracaídas, porque pensamos que mientras no nos demos en la cabeza, las piernas ya no nos funcionan”, narraba con una sonrisa.

Carmen Arana fotografiada durante las jornadas de Igualada / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Carmen Arana fotografiada durante las jornadas de Igualada / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Esta era una de las claves por las que muchas personas, cada vez más, se apuntaban a actividades organizadas o promovidas por ella. Quizás antes no habían probado esos deportes de riesgo, pero ahora tras la enfermedad todo había cambiado, según sus palabras, y querían ir más allá de los tradicionales locales de ocio para personas con alguna discapacidad de las ciudades. “Que están bien, pero también les damos alternativas para probar cosas nuevas”, aseveraba. Por ello, solo hacía una petición a la sociedad y a los medios de comunicación: “Me gustaría que nos dejaran de tratar de forma paternalista. Somos personas igual, y una discapacidad no implica que nos tengan que tratar como niños, en el buen sentido”, afirmaba con una sonrisa.

Montserrat a vista de halcón

Y así fue. Sin paternalismos y con el Mediterráneo como horizonte despegamos. Pies para que os quiero si tengo alas para volar, decía el eslogan de las jornadas. Carlos de Albert había logrado un gran equipo para organizar el evento, con el apoyo incluso de una aerolínea: Volotea. Los pilotos, y Domènech, del club de vuelo a vela de Igualada-Ódena, coordinaban sus salidas y llegadas con un controlador aéreo venido de Barcelona. La precisión por la saturación de operaciones se unía a explicaciones al detalle y la transmisión a los participantes de su gran pasión: la aviación. “Esto es volar y lo demás son tonterías”, afirmaba complacido Domènech al ver aterrizar a un planeador. Ciertamente los neumáticos no eran excesivamente gruesos, y el golpe a casi 100 kilómetros por hora debía ser suave y ligero. Prácticamente imperceptible.

Domènech realiza los trabajos para unir el planeador a la avioneta / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Domènech realiza los trabajos para unir el planeador a la avioneta / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Montserrat se observaba con sus características crestas. Todo era calma. “¿Os gustan las montañas rusas?”, preguntaban de vez en cuando los pilotos, que al tener una respuesta afirmativa realizaban un leve viraje descendente con toda seguridad que hacía subir durante unos segundos la adrenalina. El aterrizaje siempre estaba plagado de sonrisas entre los pasajeros, que se acercan al mundo de la aviación en la autonomía española que más ha fomentado esta pasión aeronáutica.

Montserrat al fondo, en uno de los vuelos durante las jornadas de este sábado de Aviación Adaptada / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

Montserrat al fondo, en uno de los vuelos durante las jornadas de este sábado de Aviación Adaptada / LUIS MIGUEL AÑÓN (CG)

El aeroclub más grande de España, e incluso de Europa, se encuentra en la provincia de Barcelona y los que lograron que las personas con movilidad reducida pudieran obtener la licencia de vuelo también salieron de Cataluña. Aún faltan pasos para equipararnos con otros países europeos, aunque la discapacidad nunca ha sido un impedimento para abrir las alas y volar sin límites.