Nigredo, cuadro de Anselm Kiefer

Nigredo, cuadro de Anselm Kiefer Gallerix Online Museum

Vida La Columna

Argullol exalta a Kiefer

"Tal como dijo Malraux, la vida personal de cada hombre no es más que un montón de secretitos, pero se puede matizar añadiendo que la calidad de tus amigos dibuja tu perfil con bastante elocuencia"

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Que todo está perdido lo intuí el otro día, cuando llevé a un adolescente a visitar el museo del Prado. Le enseñé las obras maestras, Velázquez, el Descendimiento de Van der Weyden, el Greco, Goya, etcétera. Es cierto que muchos Cristos crucificados. Cuando ya íbamos a salir, después de una hora y media, me di cuenta de que nos íbamos sin ver una obra maestra importante, el Descendimiento de Fra Angelico, y le invité a echarle una mirada. Su respuesta, “no, más hombres ensangrentados no”, me hizo comprender que todo está perdido. 

Me acordé de que la semana pasada me encontré en la Rambla de Cataluña con Rafael Argullol (Barcelona, 1949), y deteniéndonos a conversar unos minutos, me explicó, con melancólica sonrisa, una anécdota de sus años de catedrático en la Pompeu Fabra: estaba explicando a sus alumnos (¡alumnos universitarios!) una obra maestra del Renacimiento, un alumno alzó la mano para preguntarle: “Oiga, ¿quién es el tipo que bajan de la cruz?”.

Precisamente ayer recibí en casa dos libros de Rafael Argullol, los dos publicados por editorial Acantilado, donde saca toda su obra, treinta y siete libros hasta la fecha. Uno es la reedición de ElQuattrocento”, que creo que es su primer ensayo, escrito cuando contaba poco más de treinta años y que explica aquella revolución sensacional de las artes desde el nacimiento de Masaccio hasta la muerte de Rafael. 

El otro libro es Rafael Argullol: caminar, pensar, escribir, compilado nada menos que por Victoria Cirlot y por Estela Ocampo. Un libro de una naturaleza singular en España, y no sólo por el tema (el mismo Argullol y su obra). Tal como V. Cirlot explica en las páginas de presentación, este libro viene a ser algo parecido a lo que en Francia son los Cahiers de l’Herne, o sea, una serie de ensayos y testimonios gráficos y verbales sobre un autor determinado, textos que son, algunos, de estudiosos de su obra y otros, homenajes y retratos esbozados por sus amigos; y también, en fin, textos de amigos estudiosos y de estudiosos amigos. 

Tal como dijo Malraux, la vida personal de cada hombre no es más que un montón de secretitos, pero se puede matizar añadiendo que la calidad de tus amigos dibuja tu perfil con bastante elocuencia. Y entre los amigos, y los estudiosos, de la obra y vida de Argullol –vida en la que caben, por cierto, según me he enterado al echar una primera mirada al libro, varios años de residencia en otros países y dos estancias en la cárcel, por honrosos motivos políticos, a finales del franquismo, figuran o figuraron personalidades como Valverde, Eugenio Trías, García Gual, Juan Malpartida, Lluís Bassets, por citar sólo a cinco a los que conocí y admiro, entre otros muchos a los que no conozco.

Bueno, el caso es que telefoneé a Argullol para felicitarle por estas publicaciones y preguntarle qué libro se llevaría a una isla desierta… no, qué obra de arte contemporáneo le gustaría poseer o poder contemplar a voluntad en el museo. Barajó dos o tres nombres y al final se decantó: 

--Mira, elijo Nigredo, que está en el museo de Filadelfia. Elijo este cuadro porque, el título lo dice, es la penúltima etapa del proceso alquímico, etapa de descomposición absoluta antes de que haya el deslumbramiento total de enfrentarse a la piedra filosofal. Que eso sería precisamente la última etapa. La pintura es muy representativa de esa etapa de descomposición, pero no patética sino que anuncia una especie de aurora deslumbrante.

Le pregunto a Argullol si está aludiendo a la vida particular de cada ser humano o si se refiere a nuestra época, que es de disolución de tantas cosas.

--Kiefer pintó esto hace ya décadas –responde--, es un hombre que ha de estar ya rozando los 90 años. Lo que sí hay en el cuadro es un paralelismo entre el tratamiento de la materia pictórica y la simbología del proceso alquímico. Pero, desde luego, también podría referirse o podríamos entender que se refiere a nuestra época. Para llegar a una nueva claridad se necesita pasar por una disolución.

Kiefer es uno de los más grandes pintores alemanes de las últimas décadas. Este cuadro, que Argullol debió ver en Filadelfia en alguno de sus viajes, o durante su estancia en los Estados Unidos (Filadelfia se halla al sur de Nueva York), es un óleo de 1984, de grandes dimensiones, una de las impactantes imágenes de oscuridad, putrefacción y decadencia que le han dado celebridad. Representa un campo de apariencia turbia y desolada.

Aunque improbable, es posible que, como el nigredo, lo siguiente que vendrá será la piedra filosofal: esa sustancia legendaria de la alquimia con poderes extraordinarios, como la capacidad de transmutar metales básicos en oro y plata, curar enfermedades, prolongar la vida y otorgar la inmortalidad. Así sea. Se lo deseo a Argullol, y a usted que lee estas líneas, y en general a todos, incluido yo mismo.