Salir a correr puede parecer sencillo, pero casi siempre empieza con una pequeña batalla interna. La mente busca excusas, el cuerpo protesta y el primer kilómetro se hace eterno. Aun así, miles de personas en Cataluña han convertido esa incomodidad inicial en una rutina que les cambia el ánimo y la energía. No corren por competir ni por moda, sino por encontrar un espacio propio en medio del ritmo diario.
Correr no es solo moverse: es aprender a escucharse. Quien consigue mantener el hábito descubre que el verdadero reto no está en las piernas, sino en la cabeza. La constancia, la paciencia y el respeto por el propio cuerpo se convierten en los mejores aliados para transformar el esfuerzo en placer. Y, como tantos runners saben ya, ese cambio empieza mucho antes de calzarse las zapatillas.
¿Cómo hacerlo?
El quid de la cuestión pasa por ganarle la batalla a la mente. Ante la falta de acondicionamiento físico, el cerebro pedirá que se frene esa actividad para la que el cuerpo no está preparado. Sin embargo, no hay que dejarse llevar, sino forzar la maquinaria. Cabe destacar que hay que tener cautela, no se deben hacer locuras ni soportar dolores físicos severos.
Carrera solidaria Fun Run en PortAventura World
La clave es sentirse cómodo. Primero, las zapatillas deben ser especializadas en running. En cuanto a la vestimenta, los calcetines antideslizantes son buenos compañeros. También se debe llevar ropa cómoda para evitar rozaduras. Además, para distraer a la cabeza, unos buenos auriculares con música o podcasts pueden convertirse en los aliados perfectos.
¿Cómo prepararse?
De cara a comenzar con el hábito de salir a correr, es positivo planificar unos días y horas. De esta manera, será más fácil hacerlo rutina. El inicio debe ser lento. Con dos o tres días a la semana será suficiente. Más adelante se puede aumentar la frecuencia. También es recomendable empezar sobre suelo firme, pues es más sencillo.
Una imagen de archivo de la carrera de San Silvestre
Antes de hacer el entreno es importante apostar por alimentos de fácil digestión. Pan de molde, fruta o café solo son buenas opciones. Nada que pueda complicar la carrera por problemas intestinales. Por otra parte, el cuerpo responderá mejor si los hábitos nutricionales del día a día son buenos. La máquina no funcionará con bollería.
¿Dónde salir a correr?
Un dilema a despejar es la ubicación de los entrenamientos. Lo mejor son zonas espaciosas, donde no haya que estar esquivando a personas para avanzar. Los paseos marítimos de Barcelona, Girona, Tarragona o cualquier municipio costero de las provincias son muy buenas opciones.
Otra opción es utilizar grandes avenidas. En la capital catalana se puede utilizar el clásico de la Diagonal. En Girona, una buena opción es la avenida Josep Tarradellas i Joan. Tarragona tiene la Rambla Nova y Lleida la avenida de Cataluña. También son elecciones correctas rutas que se encuentren en zonas rurales.
Constancia y recompensa
La parte más difícil no es empezar, sino continuar. Los primeros días pesan y cualquier excusa sirve para posponer la salida. Pero la constancia, aunque parezca invisible al principio, acaba dando resultados. Cuando el cuerpo se adapta, el esfuerzo se vuelve más ligero y la mente empieza a disfrutar del proceso. Correr deja de ser una obligación para convertirse en una necesidad saludable, una forma de liberar tensión y ordenar pensamientos.
Cada sesión aporta una pequeña victoria personal. No se trata de batir tiempos ni de alcanzar grandes metas, sino de mantener el compromiso con uno mismo. La recompensa llega en forma de energía, descanso y bienestar. Salir a correr es, al final, un diálogo entre la voluntad y el cuerpo: un recordatorio de que el placer también puede nacer del esfuerzo constante.
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