Jordan, reconocido como uno de los mejores mecánicos de bicicletas de Barcelona y de España, ha narrado en el canal de Eric Ponce el brutal camino que lo llevó a fundar su propia tienda.
Después de casi dos años de lucha, noches sin dormir y de reinventarse, logró cumplir su sueño de abrir su negocio. Sin embargo, esta aventura comenzó marcada por un golpe inesperado de la Agencia Tributaria, que él mismo califica como la "primera puñalada".
El paso de ser un empleado en Probike (donde trabajó unos 10 años, desde los 17 hasta los 27) a ser empresario no fue planeado inicialmente. Jordan vivía cómodamente con un trabajo asalariado, sin tener que pensar en nada más.
No fue sino hasta que la oportunidad de emprender se le presentó que decidió dar el salto. Para arrancar su taller, Jordan capitalizó el paro, recibiendo alrededor de 25.000 euros.
Con ese dinero, montó "las cuatro paredes" de su local, comprando herramientas básicas y un caballete regalado. A pesar de la precariedad inicial, el negocio arrancó "a reventar" desde el día cero, con la agenda llena de bicicletas.
El descontrol del novato y la gestoría
Jordan confiesa que su primer año estuvo plagado de descontrol administrativo. Él se había dado de alta como autónomo y, como "novato", decidió contratar una gestoría pensando que con pagarles podría "olvidarme de los asuntos" y centrarse solo en reparar bicicletas.
La realidad fue muy diferente: Jordan manejaba sus finanzas con "un puto Excel", sin tener ni idea de software, y sin un control estricto sobre lo que realmente ganaba o perdía, pues se lo tomaba como un "juego".
Al final del primer año de operación, la facturación del negocio había sido alta, estimada en unos 90.000 € a 100.000 €. Jordan estaba en un régimen de autónomo por módulos (tarifa plana), lo cual significaba que, al final del ejercicio fiscal, Hacienda realizaría una regulación si el volumen de facturación superaba lo estimado.
La multa de Hacienda
Fue entonces cuando llegó la temida "primera renta". Jordan recibió una multa de 7.000 euros ("7000 pavos de multa").
Al preguntar al gestor qué había sucedido, la explicación fue que "hemos presentado mal las facturas". Jordan sintió que había recibido una "puñalada," pues la gestoría no le había brindado la orientación continua que esperaba, solo presentaba los documentos que él le daba. El módulo fiscal que utilizaba era demasiado bajo para el volumen real de negocio que había generado.
La multa inicial fue un duro despertar para el emprendedor, quien se dio cuenta de que si pagaba por una gestoría, esperaba un servicio proactivo y no solo la presentación de documentos.
Esta experiencia le enseñó, a base de "hostias," que ser un buen mecánico no significa automáticamente ser un buen gestor o empresario. Jordan tuvo que pagar la multa, aunque señala que la gestoría se la "arreglaron," pero la desilusión ya se había instalado.
