Los autónomos y pequeños emprendedores cada vez se enfrentan a más dificultades a la hora de abrir un negocio. Uno de los sectores más afectados o que más frentes tienen abierto.
En España, la hostelería sigue siendo un “negocio estrella”, teniendo en cuenta que alberga más de 185.000 bares y que la sociedad tiene la cultura de pasar tiempo con seres queridos y amigos en estos establecimientos.
No obstante, no todo es oro lo que reluce, y detrás de una barra hay varios sueños que se han cumplido sirviendo café, birras, tapas y menús. En este contexto, se trata de una “cruda realidad” la que viven los hosteleros en España con los desafíos a los que se enfrenta desde el inicio.
Uno de los principales desafíos operativos y financieros que enfrentan los propietarios es el elevado coste de la mano de obra, una situación que ha relatado Silvia, dueña del Bar Esport, al canal de Eric Ponce, detallando el precio real de un empleado: "Pagar a un personal 1.200 euros más la Seguridad Social se te va a 2.000; si tienes dos son 4.000 euros".
Un coste que se considera "carísimo" y obliga a los dueños a limitar severamente la contratación. Un dueño menciona que, aunque su local es "muy grande" y requeriría "cuatro personas", actualmente solo son tres, pues "no la puedo pagar". Para cubrir solamente los costos de personal, se requiere "trabajar mucho, vender muchos cafés".
El otro lado de la hostelería
La situación se agrava con los gastos fijos. Las inversiones iniciales para abrir o traspasar un bar son significativas, con cifras que van desde "mínimo 35.000" o "33.000 una cosa así" por traspasos. A este monto se suman los costos de licencias, que pueden ascender a "15 o 20.000 como mínimo" adicionales.
Sin embargo, el golpe más duro ha sido el incremento de los gastos de operación. Después de la crisis de 2008 y la pandemia, que obligó a algunos dueños a solicitar créditos "hasta ahora", los precios de suministros se han disparado. La luz ha "subido mucho de Pagar 500 a pagar 800 al mes", y los precios generales se han "duplicado triplicado la luz, el agua, todo".
Debido a que los dueños no pueden trasladar esta misma subida de costes al consumidor, la rentabilidad se anula, llevando a un dueño a afirmar: "yo estoy en la ruina total". Además, algunos dueños lidian con "un alquiler alto también".
Este panorama económico exige un sacrificio personal extremo. Los dueños de bares describen jornadas que empiezan a las "5 de la mañana" y se extienden hasta la tarde, o de "7 a 11 de la noche todos los días".
Este sacrificio ha significado dejar a la familia "de lado", no atenderla como se debe y "perder toda la infancia" de sus hijos. La preocupación financiera constante les impide dormir, llegando a estar hasta las "3 4 de la mañana sin poderme dormir pensando mañana tengo que pagar esto".
Por estas duras condiciones, el consejo general a quienes deseen iniciar es desalentador: "que no lo monte nuevo, que coja una licencia antigua, porque al cogerlo nuevo no lo va a poder hacer". En la actualidad, "un bar no es para uno hacerse rico", sino simplemente "para un trabajar y ganarse uno la comida para la familia".
