Maldà /  Ajuntament de Maldà

Maldà / Ajuntament de Maldà

Vida

Se buscan vecinos en este pueblo cerca de Barcelona: en plena naturaleza y casa por 78.000 euros

La ocupación principal de las personas que trabajan en el municipio lo hacen en la agricultura, ganadería, oficios y autónomos

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Hay pueblos que cada vez cuentan con menos vecinos y son muchos los que buscan proyectos o programas para que familias se muden a los pueblos y así puedan reavivar sus actividades tanto como las del primer y tercer sector y el ocio.

Ciertos pueblos están sufriendo la despoblación, es decir, durante las últimas décadas, el fenómeno de la migración hacia las grandes ciudades ha dejado pueblos con menos habitantes, un envejecimiento progresivo de la población y, en algunos casos, riesgo de desaparecer.

Sobre todo, los pueblos rurales son los más desfavorecidos en este sentido. Para revertir esta tendencia, varias localidades se han sumado a los llamados municipios de acogida, una iniciativa que busca atraer nuevos vecinos ofreciendo oportunidades de vivienda asequible, calidad de vida y un entorno donde la naturaleza y la comunidad cobran un valor especial.

Uno de los pueblos catalanes que está dentro de este programa es el municipio de Maldà, del Urgell, que delimita con la comarca de las Garrigues y está muy próximo por el sur en la Conca de Barberà.

Es un pueblo pequeño, que tiene una extensión de 31’62 km², aunque que lo convierte en uno de los términos más grandes de todo el valle del río Corb. Tiene un gran atractivo patrimonial y festivo. La población se fuerza envejecida, pero también hay personas recién llegadas. La ocupación principal de las personas que trabajan en el municipio lo hacen en la agricultura, ganadería, oficios y autónomos.

Un pueblo con historia

Maldà, según escapada rural, llegó a rozar los mil habitantes hacia 1930, pero desde entonces, su población -como en tantos pueblos de interior- está en descenso. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2018 había 225 habitantes.

Esta fue en el siglo XII una población amurallada que posteriormente construyó un segundo castillo en un extremo del peñasco. El casco viejo mantiene el aroma medieval con sus calles estrechas y empedradas. La trama urbana conduce el viajero en un constante subir y girar por un laberinto repleto de rincones encantadores. La visita se enriquece con la iglesia románica de Sant Pere.

Se trata de uno de los castillos más conocidos de la comarca y calificado con la distinción de Bien Cultural de Interés Nacional por la Generalidad de Cataluña y de Bien de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura.

Aun así, tiene un encanto especial, con el núcleo urbano elevado y, como todos los de la zona, está rodeado de campos de olivos, almendras, cereales, viñas, algún campo de pistachos y alguna granja. El pueblo tiene algunos comercios, casas rurales y el Bar Centro, un establecimiento de lo más especial.

Qué hacer en Maldà

Maldà, en la comarca del Urgell (Lleida), es un punto de partida ideal para descubrir rincones con historia, naturaleza y gastronomía. Una de las visitas imprescindibles es el Monasterio de Santa María de Vallbona, un conjunto cisterciense femenino con una arquitectura que mezcla lo románico y lo gótico. El propio pueblo de Vallbona de les Monges, donde se ubica, conserva un encanto tranquilo y auténtico.

Si buscas naturaleza, el Salt del Durán es una cascada que, aunque modesta, ofrece un entorno agradable para pasear y desconectar. Otra opción es acercarte al Santuario del Tallat, situado en lo alto de una colina y con vistas espectaculares sobre la llanura de l’Urgell, perfecto para excursiones y fotografía de paisaje.

Los amantes del senderismo y el cicloturismo tienen a su disposición numerosas rutas rurales que atraviesan campos de cultivo, viñedos y pequeños arroyos. Estos caminos conectan con pueblos cercanos como Bellpuig, Preixana o Sant Martí de Maldà, todos ellos con rincones pintorescos y una gran tranquilidad.

En el plano gastronómico, la zona invita a disfrutar de productos de proximidad: vinos, quesos, embutidos y platos tradicionales de la cocina catalana que reflejan la identidad del territorio. Combinar estas experiencias con los atardeceres desde los miradores naturales de la zona es una manera perfecta de cerrar una jornada.