Es el fin de Crea. Y no porque se presuponga el resultado de la investigación contra su fundador, el catedrático Ramon Flecha, por presunta coerción sexual a miembros de este grupo de investigación. No. Flecha, hombre de ojos saltones tamizados de fanatismo, es absolutamente inocente hasta que se demuestre lo contrario.
No, nadie puede decir que sea el fin de Crea tal y como la conocemos. Pero es el fin por cuanto se desmorona el castillo de naipes que había construido en los últimos años. Cae el telón que habían levantado para no enfrentarse a las críticas externas. Colapsa la falacia del hombre de paja que habían elevado para sacudirse la fiscalización de los medios.
Crea nos decía a todos los periodistas de España, a todos sin excepción, que éramos cómplices de supuestos abusos sexuales si cuestionábamos las dinámicas sectarias y de control de voluntades que ocurrían en este grupo de investigación rayano a un culto milenarista.
Y lo cierto es que los había. Exmiembros de esta secta universitaria denunciaban que Flecha operaba maniobras psicológicas que devastaban la voluntad de los científicos sociales. Les llegaba a casi anular como personas, y las ponía a su servicio. Eran todas mujeres.
Ello se producía en un ambiente intoxicador en Crea, en el que llegó a recomendar a sus researchers que vivieran juntos en pisos compartidos. ¿Por qué, Ramon? ¿Qué perseguías con ello? ¿Quién entraba en esas comunidades de aprendizaje y bajo qué normas convivían? ¿Y la UB, qué hizo para investigar todo aquello?
Todo ello, que los medios queríamos investigar desde el rigor y el contraste, quedaba semioculto por la cerrazón del grupúsculo. Sus portavoces, Flecha el primero, se cubrían en el manto de "denunciantes de abusos" (¿?) y acusaban de "abusadores" a todos y todas los reporteras de medios de índoles muy diversas, desde El Confidencial a Ara o Crónica Global, que intentaban arrojar luz a lo que ocurría detrás de las tupidas cortinas.
Pues bien, eso ya no existe. Esa farsa se ha derrumbado. La mentira se ha venido abajo. Un abanico de exmiembros han denunciado con todo lujo de detalles las maniobras de Flecha y el culto que lideraba. Han atravesado la tinta de calamar y han visto más allá.
Por todo ello, es el fin de Crea. No porque Flecha --suspendido e investigado por la Universidad de Barcelona (UB)-- sea culpable, que no lo sabemos aún, sino porque su artimaña es ya inútil. Catorce mujeres valientes han desarbolado la añagaza del grupo y la ha situado al nivel de todos: el del escrutinio público.
Por ese motivo es el fin de Crea. Porque ahora la podemos mirar a los ojos y juzgarles. Aunque los suyos estén inyectados de intransigencia.