
Jony sostene un cubo con rosas durante Sant Jordi
El riesgo de un vendedor ambulante de rosas en Sant Jordi: gana 50 euros y se expone a una multa de al menos 100
Crónica Global habla sobre esta práctica perseguida con sus beneficiados, sus perjudicados y la Guardia Urbana
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Sant Jordi es para muchos catalanes la jornada más agradable del año. Las señeras, los libros y las rosas tiñen las calles. Hay menos coches y más personas; hay menos pantallas y más papel. Sin embargo, esta Diada no ha sido ajena a los conflictos que la ciudad enfrenta también durante los otros 364 días.
Uno de estos conflictos es la transacción ilegal de artículos. En verano son las latas de cerveza; en otoño, las camisetas de fútbol de la nueva temporada; en invierno, los paraguas. En primavera, y en particular en Sant Jordi, es habitual la venta ambulante de rosas.
Para ganarse el derecho a vender rosas en Sant Jordi, uno debe solicitar y obtener una licencia municipal. Si es gratuita y está al alcance de todo el mundo, ¿por qué hay personas que venden rosas sin licencia?
El que no corre, vuela. Mientras los paradistas tienen su lugar fijo, los vendedores ambulantes se van moviendo, y adaptando a lugares estratégicos. La diferencia de precios entre los productos de unos y los de los otros es un atractivo añadido para los peatones.
Hay paradistas que venden rosas para experimentar un Sant Jordi distinto. Otros, para financiarse viajes de final de curso o parte de los estudios universitarios. Pero, en cambio, hay vendedores de rosas ambulantes que de esa condición depende poder llenar la despensa de su casa. Es el caso de Jony.

Jony, sosteniendo un cubo con las rosas para vender en Sant Jordi
Jony: 100 euros en pérdidas y 150 en ganancias
Jony es un joven residente cerca del Besòs. Como su hermano, es barrendero. Y está descontento con su situación económica: "Todo mi sueldo se va en el alquiler y otros gastos mensuales". Este Sant Jordi, ha vendido rosas en el barrio de Sant Martí sin la licencia.
Para adelantarse a los paradistas de la zona, Jony se ubicó en la salida de la estación de metro de Glòries. Infalible. En el mediodía solo le quedaban un puñado de flores por vender. Su madre, sus hermanas pequeñas y otros familiares también han vendido rosas por la zona, y se iban encontrando en un punto concreto de vez en cuando.
Jony cuenta a Crónica Global que, en total, pagaron 100 euros para adquirir todas las rosas. Y calculan unas ganancias totales de 150 euros al final del día. Es decir, un beneficio de 50 euros. "No es mucho, pero es algo. Nos dará para comer durante unos días", explica con una sonrisa. La poca presencia policial en esta zona les ha allanado el camino.
Guillermo y Martí, perjudicados por la venta ambulante
En torno a la parada de metro de Glòries están también Guillermo y Martí. Dos amigos con licencia para vender rosas. Guillermo lo está haciendo por segunda vez. Como en 2024, ha notado que la mañana y la tarde son las franjas con una mayor afluencia. También ha vuelto a afrontar el problema del negocio ambulante.
"Salimos perjudicados por esta práctica", lamenta, destacando que hay incluso "niños vendiendo, siempre, tres rosas por cinco euros". Es, de hecho, la misma tarifa que aplica Jony, y que contrasta con la fórmula habitual de tres rosas a ocho o diez euros. Guillermo y Martí sienten que no tienen mucho que hacer para evitar este perjuicio: "No hemos visto pasar a la policía, y nosotros no tenemos ganas de llamarla".

Una mujer, en una parada de venta de rosas durante Sant Jordi Barcelona
El dispositivo de la Guardia Urbana
¿Por qué paradistas como Guillermo y Martí se están sintiendo tan desprotegidos? Como han revelado fuentes municipales a este medio, la Guardia Urbana ha desplegado un dispositivo especial para controlar este intrusismo de venda de rosas (e incluso de libros) en las zonas de las superillas y de las Ramblas. No en el mencionado Sant Martí.
Las multas por cometer esta venta ambulante sin autorización son las mismas que durante el resto del año: oscilan entre 100 y 600 euros. La cifra exacta depende de factores como la reincidencia, la cantidad de productos, el lugar donde se vende (por ejemplo, si se trata de zonas turísticas), y la actitud del vendedor frente a la policía.