Hace un año, un macrooperativo de los Mossos d’Esquadra y la Guardia di Finanza italiana lograba desmantelar una organización criminal albanesa que se valía de grupos de origen chino para mover el dinero ilícito sin necesidad de transferencias. Esta primera investigación, instruida por Juzgado de Instrucción número 4 de Badalona, destapó una red de blanqueo de capitales a través del sistema de transacción de dinero conocido como hawala o fei chien (dinero que vuela).
El caso inicial, bautizado como 'operación Magenta', permitió señalar, por primera vez, a una extensa red de hawalladores chinos en Cataluña. Afincados, concretamente, en la ciudad de Badalona. De este modo, la organización albanesa logró introducir 30 toneladas de hachís y marihuana con beneficios de hasta 26 millones de euros anuales sin necesidad de mover grandes cantidades de efectivo.
Así, los grupos chinos actuaban como banqueros de los narcos: el comprador de la droga entregaba el dinero en efectivo a un hawalador en el punto de origen; y el vendedor de la sustancia recibía el capital en el destino sin necesidad de que el interesado moviese el montante físicamente o hiciese transferencias bancarias. Un sistema que, por lo tanto, no deja rastro.
Las secuelas de 'Magenta'
Un año después, el titular del Juzgado de Instrucción 4 de Badalona, Josep Maria Noales, ha dado luz verde para ejecutar un segundo macrooperativo que nació como consecuencia de la 'operación Magenta'.
Más de 500 efectivos del cuerpo autonómico se movilizaron desde primera hora de este martes para desmantelar una organización criminal de origen asiático dedicada al tráfico de sustancias estupefacientes, tráfico de armas y blanqueo de capitales. El operativo ha finalizado con la detención de 24 personas, entre ellas los líderes del entramado, que vivían un domicilio de la avenida Montserrat de Sant Joan Despí.
Con la ejecución de una treintena de entradas y registros en el Área Metropolitana norte y sur, la ciudad de Barcelona, el Camp de Tarragona, Castellón y Málaga, los investigadores de la Unidad Central de Blanqueo de Capitales y Delitos Económicos dan por descabezado este entramado chino dedicado al tráfico de marihuana y al blanqueo mediante el sistema fei chien.
La ruta de la seda fue el origen
El origen de este método nació cuando la antigua ruta de la seda. Hace siglos, los comerciantes de dicha ruta idearon un rudimentario, pero ingenioso, sistema de intercambio de capital para protegerse de los posibles asaltos que podrían sufrir. De este modo, evitaban llevar elevadas cantidades de dinero en efectivo durante sus largos viajes.
A este sistema se le bautizó como hawala o fei chien y pretendía evitar el movimiento físico del dinero de un punto a otro del territorio mediante una red de colaboradores (o hawalladares).
Este sistema, como si de un banco se tratase, funcionaba de la siguiente manera: el viajero o comerciante entregaba en el origen la cantidad que necesitaba transportar a un hawalladar. Cuando el viajero llegaba a su destino, se ponía en contacto con otro hawalladar, colega del primero, quien, tras recibir un código pactado con anterioridad, le entregaba el montante acordado.
Un método imposible de rastrear
Esta rudimentaria operación de compensación o intercambio ha ido evolucionando y, con la aparición de los bancos, estas transacciones se realizan de forma automática.
Sin embargo, las antiguas redes de hawalladares siguen existiendo, convirtiéndose en la actualidad en los bancos privados y clandestinos de los delincuentes. En especial, de los narcotraficantes, que evitan, gracias a este sistema, dejar rastro de sus operaciones; en especial, a la hora de comprar y vender alijos de droga.
Fuentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional explican que las redes de hawalladares suelen ser muy extensas y abarcan distintos territorios. De este modo, el narco que recibe el dinero por el alijo vendido puede contactar con el mismo hawalladar para que esa cantidad que acaba de percibir pueda ser entregada en otro punto del país, incluso, en el extranjero.
Así, las redes del crimen organizado, con ayuda de esta extensa red de hawalladares, consiguen ir moviendo el dinero que obtienen del crimen organizado de una punta a otra del mundo. A cambio, los hawalladares se llevan una comisión que puede variar en función de la dificultad, la distancia, el riesgo y las características de cada caso.
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