Los colegios marcan a todos, para bien o para mal. Las primeras amistades, los primeros suspensos, las primeras chuletas, las primeras riñas, los profes que te tienen manía, los que no, los que van a quedar en el recuerdo… Es una parte fundamental de la educación. También para los famosos.
Crónica Global ya ha hablado de las escuelas a las que han ido algunos famosos. Se ha hecho repaso de los de Quim Gutiérrez, Carlos Cuevas, Gerard Piqué… y, en esta ocasión, es el turno de hablar del que fuera competencia del colegio del exjugador del FC Barcelona. Si él era de La Salle Bonanova, a menos de 500 metros está el de Lydia Bosch, el Jesús-María Sant Gervasi.
Los recuerdos de Lydia Bosch
La misma actriz visitó hace poco esta escuela de la mano de Bertín Osborne para un programa de televisión. "Caminé por la cuesta sin la mochila en la espalda, sin prisa, sin miedo a que la madre Palmira cerrase la puerta de madera y tuviese que llamar al timbre con la consiguiente reprimenda por haberme entretenido comprando mis chuches favoritas (el chicle Bazoka de "tres pisos", el palo de regaliz y los Sugus de color azul y naranja, aunque algún chupachup de los Kojak gigante también caía de vez en cuando) en el kiosco de la Plaza Bonanova", contaba.
La madre Palmira era la responsable de la portería de la escuela. Aquella encargada de abrir la puerta a los trabajadores, pero también a los alumnos que llegaban con retraso y, claro, entonces avisaba a los profesores. A no ser que estuviera de buenas, entonces hacía la vista gorda. Se lo dice otro exalumno de esa misma escuela.
Un colegio para chicas
Más allá de estas anécdotas, el colegio Jesús-María de Sant Gervasi es un icono y referente de la arquitectura catalana. Primero por rescatar un mítico hotel, después por ser el colegio de chicas que hacía competencia al de chicos que era La Salle Bonanova; pero sobre todo por su diseño modernista.
Sí, este centro, situado en el número 15 de Paseo de Sant Gervasi, es un enclave histórico que conserva la esencia del modernismo catalán. Todo gracias a otro de los grandes nombres de Cataluña, la mecenas familia Güell. Pero mejor ir por partes.
Diseño de Sagnier
La congregación de las Religiosas de Jesús-María, fundada en 1818 por Santa Claudina Thévenet, adquirió el terreno, propiedad de los Güell, con la misión de ampliar su labor educativa, y en 1894 inauguró el colegio, que fue diseñado por el arquitecto Enric Sagnier Villavecchia, uno de los arquitectos modernistas más prolíficos de Barcelona.
Antes de que esto sucediera, esta zona ya era famosa. Allí estuvo el Hotel Tibidabo, un lujoso establecimiento inaugurado en 1882 sobre terrenos que antes pertenecían a la finca Bellsolell. Este hotel, diseñado por Magí Rius i Mulet, gozaba de una reputación intachable entre la alta sociedad barcelonesa de finales del siglo XIX.
De hotel a escuela
Rodeado de jardines, estanques, grutas y áreas recreativas diseñadas por el jardinero Oliva, el hotel contaba con salones espléndidamente decorados, cuyas crónicas lo describían con un “lujo verdaderamente asiático”. Debido a su gran éxito, sus propietarios ampliaron el hotel con un comedor con capacidad para 600 personas, pero el lugar cerró en 1884, poco después de la venta de la propiedad a la familia Güell.
Pasado este episodio, llegó la congregación de Jesús-María y la reforma de Enric Sagnier. El arquitecto modernista transformó el hotel, no en un colegio, sino en un proyecto arquitectónico monumental, fiel a los principios del neogótico, integrando elementos de gran valor decorativo e histórico.
Cómo es Jesús-María Sant Gervasi
La congregación ya contaba con otros colegios en Barcelona, entre ellos el de Sant Andreu del Palomar, un edificio diseñado para albergar exclusivamente a alumnas y cuya iglesia gótica destacaba por su estructura ojival y su nave cruzada, rematada con verjas de hierro. Inspirado en este modelo, Sagnier desarrolló el colegio Jesús-María con un estilo neogótico, estructurándolo en torno a un patio central de ladrillo visto y ornamentación de piedra.
En el interior, Sagnier utilizó un recurso típico del gótico catalán: techos de vigas decoradas sostenidas por arcos cruzados, lo que dota al espacio de amplitud y elegancia. La iglesia del colegio, además, cuenta con pinturas de reconocidos artistas de la época como Truyols, Bargalló y María Esperanza Mas de Xaxás, quienes aportaron decoraciones en tapices y cuadros que aún adornan sus salas.
Legado de Gaudí
Pero, sin duda, uno de los elementos más valiosos del colegio Jesús-María son las obras de Antoni Gaudí, un referente del modernismo catalán. La capilla alberga cuatro lámparas de madera dorada, diseñadas por el propio genio modernista, que representan un pájaro rodeado por una serpiente, figuras cargadas de simbolismo. Estas lámparas, originariamente ubicadas en la capilla del colegio de Sant Andreu, fueron trasladadas al colegio Jesús-María tras los incendios de la Semana Trágica en 1909, en los que numerosas edificaciones religiosas de Barcelona fueron destruidas.
Otra pieza de Gaudí que se conserva en el colegio es una mesa elaborada con la técnica del trencadís, ubicada actualmente en la Sala de Santa Cecília, hoy convertida en sala de reuniones. Este estilo de mosaico característico del creador de la Sagrada Familia, compuesto de fragmentos de cerámica, vidrio y mármol, añade un toque de color y originalidad al espacio.
Reformas, polideportivo y patio
Todo ello todavía se conserva, pero desde sus inicios, el colegio Jesús-María ha sido testigo de reformas y renovaciones para adaptarse a las necesidades de cada época. Así, se ha procedido a la sustitución de las ventanas originales por otras de aluminio y la modernización de la sala de actos y la capilla, el centro conserva su esencia modernista y neogótica. Eso sí, ya no es sólo para chicas, como lo fue en su día, cuando Lydia Bosch estudió.
Ella todavía lo recuerda con cariño, como demostró públicamente en televisión. Como todos sus exalumnos que recuerdan sus paseos por los diferentes patios de tierra, la montañita consagrada a la fundadora, la pista de voley y la de fútbol-tierra, ahora convertidas en un polideportivo, o las pruebas de la Course-Navette en alguna de sus tres pistas polideportivas de asfalto. Imposible de olvidar.
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