La primera en romper el silencio sobre la oscura realidad que se vive tras las lujosas paredes del Top Damas, el meublé más antiguo de Barcelona, fue una extrabajadora de la limpieza. Desvinculada por completo del burdel, acudió a Crónica Global con la esperanza de poder denunciar públicamente lo que sucedía en el interior del local.
Con detalle y aportando pruebas documentales, describió el conjunto de normas asfixiantes que regulan cada movimiento tanto de las meretrices como del personal de limpieza y recepción, quienes viven bajo un constante maltrato psicológico y laboral. Ahora, después de leer las primeras entregas sobre lo que se esconde tras el burdel más sofisticado de la zona alta de Barcelona, ha sido una de las extrabajadores sexuales del Top Damas quien ha decidido aportar su testimonio.
Este reconocido meublé se convirtió en el refugio de la testigo, donde trabajó como meretriz durante algo más de diez años. Llegó a Barcelona buscando un futuro mejor para ella y su familia. A diferencia de otras mujeres engañadas, ella nunca fue víctima de trata de blancas ni se le retuvo el pasaporte. Tampoco la obligaron a permanecer en el club contra su voluntad. Sin embargo, eso no hizo que su paso por el burdel de la calle Sant Eusebi fuese menos desgastante.
Trabajar lesionadas, enfermas o embarazadas
"Sabía lo que hacía, nunca me engañaron", comenta, "pero eso no quita que las condiciones allí fueran inhumanas". Ahora, con el paso de los años y con ayuda de su psicóloga, empieza a comprender que lo que ella vivió fue una vulneración flagrante de sus derechos laborales. A veces, todavía, lo justifica: "Yo estaba anulada, solo pensaba en el dinero y en caerle bien a la madame". "Hice todo lo que me pidieron, llegué a trabajar con una lesión que me impedía andar, pero no quería que se enfadaran conmigo", recuerda.
Sin derechos laborales, sin seguridad social y sin contrato, las chicas del Top Damas no son víctimas de trata, pero deben trabajar enfermas, lesionadas, con la menstruación e incluso embarazadas. "Somos libres de no ir un día si no queremos o no nos va bien, pero luego nos castigaban", asegura la testigo.
Castigadas y humilladas
Muchas de las trabajadoras sexuales se dan de alta como autónomas para cubrir los requisitos legales, pero la libertad de ser sus propias jefas es una mera ilusión. La madame y su mano derecha controlan cada aspecto de la vida en el club y las normas del Top Damas son estrictas; siendo los castigos y las humillaciones el pan de cada día. Si una no cumplía con las expectativas, había represalias.
"Si llegaba tarde o había estado enferma, me negaban los clientes o me hacían trabajar más horas. Es decir, o nos castigaban trabajando jornadas de hasta 10 horas o no nos incluían entre las chicas disponibles", recuerda. Y en un negocio donde se depende de las horas trabajadas, eso significa quedarse sin ingresos.
"Nos hacían sentir que no valíamos para nada más y que en otros locales nos tratarían peor", explica. De este modo, la libertad y la propia voluntad de la testigo y las otras chicas siempre estuvo bajo el yugo de la madame, quien, a pesar de no ofrecerles un contrato, las trata como si fueran de su propiedad.
"El Top Damas huele muy mal"
El ambiente claustrofóbico y la constante presión acabaron por socavar la autoestima de muchas de ellas. "Las luces tenues, el olor a flores para disimular… todo eso es fachada. En realidad, el Top Damas huele mal, muy mal", comenta con desdén. Incluso el espacio físico parecía aprisionarlas: las paredes del club están llenas de normas abusivas que deben cumplir, tanto el personal con contrato (limpieza y recepción) como las prostitutas.
La ausencia de controles sanitarios y de contratos deja a las trabajadoras en una situación de vulnerabilidad extrema. Para acceder a atención médica, cada una debe costearse una mutua privada, un gasto que, sumado a las precarias condiciones de trabajo, empeora la precariedad.
"¿Cuántas veces vulneraron mis derechos?"
"A veces me pregunto cuántas veces se vulneraron mis derechos", confiesa la mujer. Pero, para ella, la duda surge de un desconocimiento absoluto sobre sus propias garantías legales. Al final, justifica su situación, convencida de que las cosas podrían haber sido peores.
Para esta mujer, como para muchas otras, la espiral de autodestrucción se alimenta con promesas vacías y falsas esperanzas. El Top Damas es una trampa disfrazada de elección, donde el brillo exterior encubre la oscuridad de un entorno donde los derechos y la dignidad quedan, a menudo, relegados al último lugar.