El repunte de osos en el Pirineo desespera a los pastores: "No podemos convivir"
Los ganaderos viven atemorizados ante la incertidumbre de cuándo ocurrirá un nuevo ataque a sus rebaños y reclaman soluciones al nuevo Govern
21 agosto, 2024 00:00Noticias relacionadas
El pastor Ignasi Castellarnau perdió a cuatro de sus terneros el pasado 18 de julio. Su rebaño de 70 vacas pastaba en las montañas de Alins, en el Parc Natural de l’Alt Pirineu, cuando fueron sorprendidas por un oso pardo que atacó a cuatro becerros. Hacía años que vivía con temor, esperando que llegase el momento de sus pequeños, mientras los compañeros de profesión le contaban los encuentros de sus rebaños con los osos del Pirineo.
La de los rebaños y los osos “es una falsa convivencia que no es posible”, reivindica Castellarnau convencido de sus palabras, a las que se suma también Joan Guitart, pastor de la comarca del Alt Urgell y portavoz del sindicato Unió de Pagesos en Aran y el Alt Pirineu. Guitart cree que estas montañas podrían asumir un máximo de unos 60 osos en coexistencia con la actividad ganadera, pero que “hace tiempo que se superó ese umbral”, pues, con las crías nacidas esta primavera, ya son alrededor de 90 animales.
“Reintroducción sin control”
Castellarnau lamenta que la reintroducción del oso pardo en el Pirineo, donde había desaparecido prácticamente a finales de la década de 1990, se hizo “sin ningún control” y explica para Crónica Global que “se han adaptado muy bien y van criando”. En esta cordillera nacen cada año una decena de oseznos y hay una densidad de población de unos seis animales por cada cien kilómetros cuadrados.
“Los políticos quieren ganaderos y quieren osos, pero defender las dos cosas a la vez no es posible”, sentencia el pastor, que lamenta que la reintroducción de este animal autóctono no se planificara y se hiciera “desde la ciudad”. A su parecer, el resultado de “no haber preguntado en el territorio” es que “el oso tenga derechos, pero los terneros no”.
Advierte también de que la despoblación ha causado que “el bosque ya llegue hasta las puertas de los núcleos urbanos” y que “el oso se acerca cada vez más” a las zonas habitadas por humanos.
Medidas de protección
Desde el sindicato han instado al nuevo Govern a que aporte soluciones y Guitart pide que la Administración delimite “cuál es el territorio del oso” para que los ganaderos puedan evitar esas zonas y que los guardas forestales les avisen cuando se detecte la presencia de plantígrados en lugares cercanos a los pastos del ganado.
El pastor de Alins dice sentirse desamparado por las autoridades y critica que no pongan medidas de protección a disposición de la ganadería, lo que le motivó hace ya años a comprar collares con GPS para localizar a sus vacas. Tiene 28 de ellos y paga una cuota de 40 euros al año por cada uno, lo que le supone un gasto de 1.120 euros. Fue, de hecho, gracias a estos sistemas de geolocalización que Castellarnau supo que algo le había sucedido a su rebaño, al detectar movimientos anormales.
Reconocimiento de los daños
Si bien los agentes rurales han dado la razón a Castellarnau y han reconocido que sus cuatro terneros (uno fallecido, uno sacrificado por la gravedad de sus lesiones, otro desaparecido y un cuarto recuperándose de las heridas) han sido víctimas del ataque de un oso, esa no suele ser la conducta habitual de los peritos encargados de evaluarlo.
El ganadero cuenta que los osos cazan a sus presas forzándolas a despeñarse por los barrancos de las montañas cuando tratan de huir aterradas. “A menudo, dicen que es imposible saber si han sido atacadas o si han caído accidentalmente”, apunta Guitart, que carga duramente contra las reticencias de la Administración de hacerse cargo del asunto: “Después de que pasen por allí los buitres y los zorros, ya no reconocen los daños porque se pierden los rastros del oso”.
“Ya no vamos con escopeta”
Joan Guitart explica que ya no existe la imagen bucólica del pastor que pasa todo el verano en el pasto, con su rebaño y su perro, durmiendo en la borda o en el propio campo. “En el momento en que tienes una familia en el siglo XXI, eso ya no se puede hacer”, apunta sobre como ha cambiado la profesión del pastor, que ya no pasa los 365 días del año junto a sus vacas.
También detalla, sobre la relación de los pastores y los osos décadas atrás, que era habitual que los ganaderos fueran armados con una escopeta, por lo que, al detectar osos cerca, disparaban para asustarles; algo que es ahora impensable por las normativas de protección del medio natural. Esta práctica, sin embargo, causó la muerte intencionada e inintencionada de decenas de animales.