Barcelona ha conseguido el hito de reducir los niveles de contaminantes en el aire. Ello ha sido posible gracias a la implementación de medidas como la reducción de coches de combustión en circulación. También, en la mejora y la creación de espacios verdes y de quitar combustibles fósiles de la flota de transporte público, en pos de un parque híbrido, de hidrógeno o, directamente, eléctrico.
Sin embargo, la capital catalana es un ejemplo más de cómo el planeta está doblegando la curva de emisiones de gases de efecto invernadero y de otros agentes contaminantes. Uno de los mejores ejemplos es la caída del dióxido de azufre. Pero también cómo se han reducido las perspectivas de calentamiento global para 2100, gracias a la expansión desenfrenada de las renovables, un parque de vehículos más electrificado o el auge de combustibles renovables en sectores más complicados de descarbonizar, como pueda ser el transporte aéreo.
Nitrógeno
Barcelona ha reducido todavía más los niveles de tres contaminantes clave: dióxido de nitrógeno (NO2), partículas PM10 y partículas PM2,5. En el caso de la primera sustancia, esta se reduce debido a que no hay tantos vehículos de combustión en circulación, se reducen los espacios para los coches, se disminuye el límite de velocidad y las tecnologías actuales de los motores son más eficientes, de acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona. De hecho, la quema de combustibles y su posterior liberación en los tubos de escape, es lo que suelta dicho gas, entre otros como el monóxido de carbono o el CO2.
Los niveles registrados de NO2 en 2023 han sido de 26 microgramos por metro cúbico. El límite establecido por la Unión Europea (UE) es de 40 gramos. No obstante, el umbral de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 10. Para 2023, la UE rebajará ese nivel de exposición a los 30 microgramos. Aunque se reduce de forma paulatina, el objetivo último es que estén de cada vez menos presentes en la atmósfera.
Partículas
Las partículas PM10 y PM2,5 son unos contaminantes muy importante del aire, ya que estas no son un gas. Es polvo en suspensión que se introduce en las vías respiratorias, y que puede provocar daños severos. En combinación con otros factores como altas temperaturas, se pueden producir concentraciones muy altas que dificultan la propia respiración.
Barcelona mantiene estos niveles estables desde 2013 y, nuevamente, vuelven a cumplir con los estándares de la UE, pero no de la OMS. El registro de PM2,5 ha sido de 14 microgramos. Europa dicta un umbral de 25, mientras que la OMS, de 10. En 2030 la cifra de la directriz continental se va a reducir a 10. Por lo tanto, aunque se producen avances, todavía queda camino por recorrer.
La curva se doblega
Con la paulatina implantación de medidas para frenar la contaminación de gases y luchar contra el cambio climático, el planeta ya no se encamina a un calentamiento de 4 grados Celsius, como sí ocurría a principios de siglo. Actualmente, los objetivos siguen sin cumplir los Acuerdos de París, y mantener la temperatura en 1,5 grados por encima de la media. Pero sí que en menos de 30 años se ha reducido esa proyección a una media de 2,5 grados. Nuevamente, hay avances, pero hay que apretar más el acelerador.
En el caso del NO2, se aprecia cómo la tendencia de la curva se allana. Ya no hay la misma proyección alcista de dispersar más emisiones a la atmósfera, hecho que se observaba hace unos años. También en el caso del Metano y del CO2, ambos gases calentadores por excelencia. Los datos más recientes a escala global muestran que a partir de 2015, se empezaron a rozar máximos, y desde entonces, se producen dientes de sierra en una curva que de cada vez se allana más.
Éxitos precedentes
Queda camino por recorrer, sin embargo, hay otros casos de éxito que han sentado un precedente en la lucha contra la contaminación, el cambio climático y que, incluso, han salvado a la humanidad de la excesiva exposición a la radiación solar. Más allá de todas las medidas que se implantan en la actualidad, destaca la caída en picado del SO2 a escala global, debido a un cambio de tecnología en diferentes composiciones de combustibles.
También es importante destacar el protocolo de Montreal, calificado como “el mayor éxito ambiental” de la historia, por parte de la ONU. En 1987 se decidió erradicar la presencia de los Clorofluorocarbonos (CFC), en diferentes sustancias producidas a gran escala y distribuidas a nivel global, como los refrigerantes y aerosoles. Estos reaccionaban con el ozono (O3) naturalmente presente en la atmósfera, destruyéndolo. Ello provocó la formación de dos agujeros en los polos terrestres, en la capa de ozono, haciendo que la radiación solar tuviera más margen para poder entrar sin ningún filtro de por medio.
Este último caso tiene una relación compleja con el cambio climático, pero sí se trata del mayor avance hasta la fecha en reducción de contaminantes atmosféricos. Tal es la magnitud del avance llevado a cabo que, en el año 2066, ambos agujeros habrán vuelto a su estado original.