El Ayuntamiento de Tarragona ha decidido restaurar la fachada del edificio histórico, devolviéndole su color original del siglo XIX. La tonalidad que tenía hasta ahora, amarilla, ha sido sustituida por un tono terroso, el cual fue descubierto durante las obras de restauración.

Según Nacho García, regidor de Patrimonio del Ayuntamiento, el proyecto preveía recuperar el color original si se encontraba, lo cual se logró al retirar múltiples capas de pintura moderna y un mortero de cemento de un centímetro de grosor.

Raquel Casals, responsable de la sección técnica de arquitectura del Ayuntamiento, señaló que muchas de estas capas estaban deterioradas, justificando así su eliminación por motivos de seguridad. El hallazgo de estos pigmentos antiguos permitirá al edificio recuperar su apariencia histórica, manteniendo su valor patrimonial.

Técnicas originales

El proceso de restauración ha revelado el color original de su fachada, que era desconocido hasta ahora debido a la falta de documentación escrita. Casals ha detallado que el color descubierto es una mezcla sin un nombre específico y que se han realizando esfuerzos para replicar el aspecto original.

Fachada del Ayuntamiento de Tarragona, pintada de amarillo Ayuntamiento de Tarragona

La tonalidad se ha obtenido mediante la combinación de arenas y morteros de cal para aproximarse lo más posible al tono original y el proceso ha finalizado con la aplicación de un baño de color, que no se ha aplicado de manera uniforme, sino que con un efecto estucado que imita el aspecto de las vetas del mármol. Lo cual permite que la fachada recupere una apariencia más rica y detallada, reflejando su aspecto histórico.

Alegorías históricas

El edificio del ayuntamiento, un notable ejemplo de arquitectura neoclásica, fue construido entre 1861 y 1865 bajo la dirección de los arquitectos Francesc Barba y Francesc Rossell. La fachada del edificio presenta varias alegorías que representan tanto la historia de la ciudad como de la provincia, destacando su valor artístico y cultural.

En la década de 1980, la fachada se repintó con el color amarillento que se ha mantenido hasta el inicio de la restauración actual. Este cambio de color forma parte de un esfuerzo por recuperar el aspecto histórico original del edificio, utilizando técnicas y materiales que respetan el estilo y los métodos constructivos del siglo XIX.

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