“Ricardo Mateo mueve un dedo y el de abajo pierde el culo para hacer lo que le ha pedido”, asegura una fuente del entorno penitenciario a Crónica Global en referencia al líder histórico de los Casuals y considerado uno de los kie más famosos de las cárceles catalanas en la actualidad. “Cuando Mateo está preso, tiene el control de los patios”, precisan quienes han coincidido con él en prisión, que añaden que el Kaiser, como le llaman sus acólitos, siempre está rodeado de otros presos que le rinden pleitesía.
Pero ¿qué es un kie? En la jerga carcelaria es el interno que representa la autoridad en un patio o incluso en una prisión entera por su carisma o liderazgo, explica Joan Caballero, especialista en delitos urbanos violentos y tipos penales de odio. “Este perfil le permite disponer de capacidad para paralizar cualquier actividad, pero también para provocar un motín con tan sólo ordenarlo a otros internos”, añade el mismo autor en un informe elaborado junto a Montserrat López Melero sobre Conductas violentas y radicales en centros penitenciarios.
“Logran que el resto de personas cumplan sus órdenes y las ejecuten”, como, por ejemplo, que otros internos introduzcan droga desde el exterior a cambio de prestarles protección. Por eso, señalan, es habitual que en la celda de un kie no haya ningún tipo de objeto ni documentación que pueda comprometerlo, pues suelen ser sus acólitos los que se dedican a guardarle las drogas, armas y otros objetos a cambio de dinero o por simple protección.
Los ‘kie’ más famosos de Cataluña
Los kie, entre los que destacan los tres trasladados el sábado al Departamento Especial de Régimen Cerrado (DERT, por sus siglas en catalán) de la cárcel de Lledoners (Barcelona), utilizan el carisma o la violencia para ganarse el respeto de los demás reos. En este caso concreto, estos tres pesos pesados se enfrentaron junto a sus secuaces, armados con palos de escoba afilados, tijeras y pinchos de fabricación casera, a un joven colombiano que los desafió ante el resto de presos.
Entre los que como ellos lograron imponer su liderazgo a fuerza de infundir terror al resto de la población penitenciaria, las fuentes consultadas citan a Marat Polianski, guardaespaldas del cabecilla de un grupo criminal moscovita al que se atribuyen 37 asesinatos -entre ellos los de varios policías- y al que describen como “un líder natural” al que los clanes “evitaban” por ser extremadamente fuerte. Polianski fue extraditado a Rusia en 2009.
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También recuerdan a uno de los atracadores más prominentes de Barcelona, Emilio Girón Sisa -hoy completamente rehabilitado-, que impuso su poder en el módulo en el que cumplió condena en Quatre Camins. “Sus privilegios entre sus homólogos eran tales que logró que un preso le sirviera la bandeja de comida en la mesa”, señalan fuentes penitenciarias.
No era para menos. Girón actuó con Dino Marcello Miller -delincuente que dejó tetrapléjico al asesino del bar Snoopy- y juntos perpetraron un atraco que acabó con el asesinato de un policía de 25 años en el Raval en 1998. Cuando fue detenido, con 26 años, Girón ya acumulaba 46 arrestos por robos con violencia, lesiones, tráfico de estupefacientes y extorsiones y había pasado por prisión hasta en 17 ocasiones, según la prensa de la época.
El origen del término, un misterio
Sobre el origen del término kie no hay consenso. Algunas de las fuentes consultadas sugieren que procede del anglicismo killer, por su perfil violento, mientras que otros señalan que fue tomado del apellido del preso Arthur Kyes, interno en la prisión de Carabanchel (Madrid) en los 60 y que puso fin a un motín para poder seguir durmiendo a pierna suelta. Hay otros que van un paso más allá y señalan que es un término de procedencia caló que hace referencia a quienes hacían trabajos forzados para eludir el paso por prisión durante el franquismo.
Sea como fuere, el término se popularizó en las cárceles en las décadas de 1970 y 1980, señalan las voces consultadas, que sostienen que el kie era el preso más veterano del módulo y que su rol, en aquel momento, era el de una suerte de mediador. “En cada galería antes podía haber hasta 800 presos y el kie se los conocía a casi todos, pues acumulaba múltiples condenas, había entrado y salido ya desde muy jovencito y tenía muchos años de cárcel a sus espaldas”. En su mayoría, este papel lo desempeñaban atracadores de bancos, “gente muy dura”, pero muy respetada.
En la década de 1980 los kie eran internos con entidad, con antigüedad y, sobre todo, con influencia sobre los demás presos. Tenían el poder de mediar, no sólo con los internos, sino también con los bregados funcionarios, y su papel era fundamental a la hora de parar peleas o motines. “Cuando la cosa se iba de madre, ellos intervenían para apaciguar las aguas”, sostienen. Asimismo, tenían el papel de emisario: cuando un preso recibía la visita de su abogado, por ejemplo, los funcionarios, que no ponían cara a todos los presos, avisaba al kie para que buscase al sujeto en cuestión en la galería.
El cambio en esta figura
Algunos de ellos, orgullosos de ocupar este rango, llegaron a tatuarse esta palabra en el antebrazo o en la mano. Sin embargo, lamentan los funcionarios, “de esta gente ya no queda prácticamente nadie, pues la mayoría han muerto de sobredosis o en enfrentamientos”. Además, las fuentes penitenciarias consultadas precisan que entre 2000 y 2010 hubo un cambio sustancial en el perfil de los presos que comenzaron a llegar a las prisiones catalanas, con el ingreso de miembros de grupos criminales internacionales que marcaron distancia con los funcionarios.
“Ahora cuando hablamos de kie podemos hablar de un preso con entidad, potente, que domina un patio, pero que no interviene en los problemas de los módulos, como hacían los de antaño. Ellos ahora son los que mandan, los que extorsionan a los compañeros, los que parten el bacalao”, subrayan. “Ricardo, por ejemplo, es muy potente, tanto en la calle como en prisión, donde se rodea de sus cachorros, pero no tiene trato con los funcionarios y jamás colaborará con ellos”.
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