Varios vehículos del Cuerpo Nacional de Policía llegan al control de acceso del Puerto de Barcelona. Tras una identificación rutinaria, el vigilante de la garita abre la barrera de seguridad. Los agentes no han cruzado la frontera con la zona portuaria, pero ya se ha corrido la voz de su presencia. En pocos segundos, la noticia de su llegada ya se ha filtrado por cada uno de los escondites más recónditos del laberinto del puerto y no queda estibador que ignore su presencia.
El chivatazo
Los agentes que luchan contra el tráfico internacional de estupefacientes han recibido un chivatazo. Tienen información de un "contenedor contaminado", cargado con varios cientos de kilos de cocaína. Los estibadores les proporcionan la ubicación exacta del lugar donde se dejará descansar dicho contenedor y los policías lo esperan frotándose las manos.
A su llegada, sin embargo, el precinto de seguridad ha desaparecido. En los escasos metros que separan el desembarco del lugar donde se dejará la mercancía, el contenedor ya ha sido abierto y no queda ni rastro de la droga. "Lamentablemente, solo logramos recuperar entre el 2% y el 8% de la mercancía ilícita que llega al puerto", explica un agente destinado a la Unidad de Estupefacientes de Policía Nacional en Barcelona.
La corrupción no se disimula
"Han llegado a abrir los contenedores a escasos metros de nosotros. La corrupción en los puertos ni se esconde ni se disimula. Es un secreto a voces: nosotros lo sabemos y ellos no se esfuerzan en ocultarlo. Más bien, se esfuerzan en ocultarnos la droga", reconoce.
No obstante, no todos los estibadores de las zonas portuarias están vinculados con el crimen organizado ni trabajan codo con codo con los narcotraficantes; "por supuesto hay trabajadores honrados, pero saben, por su bien, que deben permanecer en silencio".
El problema de los investigadores es poder demostrar, con nombre y apellidos, aquellos que sí que colaboran con la factoría del crimen. "Muchas veces encontramos la droga, pero no hay ni rastro de aquellos que debían vigilarla o transportarla", asegura.
Un engranaje criminal dentro y fuera del Puerto
"Todos saben qué papel tienen asignado y cuando llega un contenedor con droga los implicados conocen hasta el gruista que debe ir a por él y moverlo hasta el lugar asignado", explica el agente entrevistado. Es, precisamente, este conocimiento, aunado a que conocen las instalaciones como si fuesen su casa, lo que les permite trabajar con tanta impunidad.
Los contenedores marcados esquivan cámaras de seguridad, controles y vigilantes. "Hemos llegado a detectar infracciones muy graves, como, por ejemplo: la entrada de camiones sin la documentación perceptiva para recoger contenedores contaminados, descargarlos fuera de la zona portuaria y luego devolverlos limpios alegando que se han confundido con la entrega”.
El 'gancho ciego' o 'preñao'
Las técnicas más sencillas para la introducción de sustancias, pero que requieren de una necesaria implicación ilícita de los trabajadores del puerto, son el gancho ciego o el preñao.
En ambos casos, explican las fuentes policiales consultadas, la droga se oculta sin el conocimiento del receptor final, utilizando, normalmente, contenedores con mercancía legal. Las sustancias se introducen dentro de la zona portuaria de origen y se extraen en el destino gracias a la participación de los estibadores que colaboran con las organizaciones criminales.
Se paga en mercancía
"Normalmente, a los estibadores corruptos se les paga con mercancía. Las organizaciones criminales compran algunos kilos de más en el origen, donde el precio es muy bajo, y les dan una parte a estos trabajadores portuarios que les facilitan la entrada".
Luego, estos mismos estibadores, como no tienen una estructura para poner introducir o mover esta droga, la acaban revendiendo a clanes familiares de la zona, históricamente vinculados en los movimientos criminales del puerto.
Si la mercancía no se puede extraer, deben pagar
Si la mercancía se pierde y los estibadores no pueden justificar que ha sido la Policía quien se la ha incautado deben pagar la totalidad del cargamento a los capos para los que trabajan.
"Somos conscientes de que muchas veces recibimos los chivatazos de los propios trabajadores corruptos porque igual no han podido recuperar la droga y les conviene que sea la Policía quien la incaute y así justificarse ante sus superiores". Y es que a veces no se puede extraer la mercancía por un tema meramente logístico: "Si el contenedor contaminado descansa a varios metros de altura, se complica le extracción", explica el agente.
Tensión latente
Además, indican las mismas fuentes, la tensión entre los grupos rivales también ha aumentado en el interior de la zona portuaria de Barcelona. "La rivalidad y la violencia también está in crescendo, como pasa fuera del mundo portuario. Existen grupos enfrentados, que se roban la droga entre ellos. Así, no solo obtienen un cargamento totalmente gratuito, sino que, además, ganan en reputación".
Todo ello, bajo una estricta ley del silencio que no está escrita, pero que se impone por encima de cualquier otra. "Nosotros seguiremos trabajando, junto con los otros cuerpos competentes, para minimizar la entrada de droga en el Puerto de Barcelona y complicarles un poco la vida a estas organizaciones", sentencia el mismo policía entrevistado.