El instituto de la serie 'Merlí' en el que se instaló la mafia de georgianos

El instituto de la serie 'Merlí' en el que se instaló la mafia de georgianos MA

Vida

Juzgan al último miembro de la mafia georgiana que okupó el instituto de 'Merlí'

  • El integrante de esta banda, que perpetró una veintena de asaltos en Barcelona, se encontraba fugado
  • La fiscalía sostiene que este grupo criminal llegó a especializarse tanto en la comisión de robos en viviendas que sus miembros conocían “todas las cerraduras del mercado”
30 enero, 2024 00:00

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Este martes arranca en la Audiencia Provincial de Barcelona el juicio contra el último de los miembros de la mafia georgiana que okupó el colegio Menéndez Pidal en el distrito de Horta-Guinardó, el conocido edificio por hacer las veces de instituto en la serie de éxito Merlí.

El integrante de esta banda, especializada en desvalijar pisos, se sentará en solitario en el banquillo de los acusados, puesto que sus 21 compañeros ya fueron enjuiciados por estos hechos. Sin embargo él, hasta ahora, se encontraba fugado y había logrado eludir la acción de la justicia.

El grupo operó en Barcelona, según las pesquisas policiales, entre mayo de 2018 y abril de 2019. Este colegio abandonado -hoy derruido- funcionaba como su centro de operaciones. Desde allí, sostiene la fiscalía, donde vivían docenas de “súbditos georgianos” (entre los que se encontraban la mayoría de los encausados), la mafia organizaba las “baterías”, es decir, grupos de tres personas encargadas de cometer los palos.

Una “caja común”

El Ministerio Fiscal argumenta que dentro de la escuela okupada el grupo llegó a hacer una “caja común” en la que los miembros depositaban dinero procedente de las actividades delictivas y que utilizaban para enviar a terceros o para repartírselo entre ellos. Cuando los agentes recuperaron esta caja común, junto a ella había un cuaderno con anotaciones a mano en las que figuraban los importes de los ingresos que había hecho cada uno de ellos y las retiradas de efectivo.

Asimismo, para argumentar que se trataba de un grupo criminal, la fiscalía esgrime que sus miembros se regían por el principio de Ladrón de Ley, “una forma de vida con obligaciones hacia la agrupación y unas responsabilidades ante el incumplimiento de las normas”.

Estudiaban los horarios de las víctimas

La banda seleccionaba de forma minuciosa sus objetivos en edificios de gran tamaño, con un elevado número de viviendas, por lo que si se cruzaban con vecinos en los descansillos o en las escaleras no levantaban demasiadas sospechas. Primero, hacían un estudio para conocer qué tipo de cerradura tenían las puertas, de forma que, dependiendo del sistema, actuaban unos u otros especialistas

Operativo de los Mossos d'Esquadra contra la mafia georgiana / MOSSOS D'ESQUADRA

Operativo de los Mossos d'Esquadra contra la mafia georgiana / MOSSOS D'ESQUADRA

Después, marcaban aquellas que les suscitaban interés utilizando pequeños palillos de madera. Una vez colocados, abandonaban el lugar y regresaban al cabo de unas horas para comprobar si seguían en su sitio. Así, lograban conocer las rutinas de los residentes: si el palillo estaba en el suelo significaba que los propietarios o inquilinos habían entrado o salido durante esa franja del día. Si seguía colocado entre el marco y la puerta, que no había actividad en la vivienda.

Conocían todas las cerraduras del mercado

Los miembros del grupo se habían especializado en diferentes roles: unos se encargaban de seleccionar los objetivos y actuar como vigilantes, otros de elaborar las llaves falsas de forma artesanal para abrir las puertas y otros, el grupo operativo, se encargaban de perpetrar los robos.

El grupo llegó a depurar tanto su técnica que el fiscal sostiene que llegó a conocer “todas las cerraduras existentes en el mercado”. De hecho, conseguían abrir las puertas sin dañarlas, de forma que conseguían un doble objetivo: por un lado, perpetrar el hecho delictivo y, por otro, ganar tiempo, pues ninguna persona que observara la puerta podía deducir que en el interior de la vivienda se había cometido un robo. 

Para lograrlo usaban varias técnicas: la del resbalón, usando radiografías si la llave no estaba echada; la del pico de loro, extrayendo el embellecedor de la cerradura y parte del bombín para abrirlo con ayuda de un destornillador; el bumping, con llaves manipuladas que golpeaban con un zapato para hacer saltar los pitones o con llaves falsas que ellos mismos fabricaban minuciosamente.

Las joyas, a Georgia

Una vez en el interior de la vivienda los acusados actuaban con gran rapidez, valiéndose de guantes para evitar dejar huellas que pudiesen incriminarlos e identificando enseguida aquellos lugares en los que las víctimas solían guardar o esconder objetos de valor. 

Cuando abandonaban los pisos asaltados con el botín (en su mayoría joyas, dinero en efectivo, plumas estilográficas y dispositivos electrónicos) llamaban a otros grupos de delincuentes a los que vendían los objetos robados. De hecho, el fiscal recoge en su escrito de acusación algunas de las conversaciones que el grupo mantuvo con terceros, encargados de recepcionar estos bienes. “¿Hay algo de piedras?”, preguntaba uno de los delincuentes que solía comprar los artículos robados. “No, pero lo que tengo es de buena calidad”, respondía uno de los delincuentes. 

En otras ocasiones entregaban los artículos a otros miembros de la banda que los sacaban del país, en sus equipajes, cuando volaban a Georgia. En total, los Mossos d’Esquadra les atribuyen al menos 23 asaltos en menos de un año.

Las medidas de seguridad

Los miembros tomaban multitud de medidas de seguridad, algunas utilizadas también por cuerpos policiales, como tapar las mirillas de los pisos vecinos para impedir que otros residentes del bloque pudiesen verlos.

También en sus traslados, insiste la fiscalía, tomaban precauciones para evitar ser descubiertos: cuando caminaban por la calle lo hacían separados por temor a ser víctimas de una vigilancia policial y cuando se movían en metro se colocaban en vagones diferentes.

De poco les sirvió, porque el 26 de marzo de 2019 los Mossos d’Esquadra pararon a una de las procesadas con 113 artículos robados encima, entre colgantes, pendientes, brazaletes, anillos y pulseras. Todos estos objetos habían sido sustraídos de la casa de un matrimonio en Lleida

Casi 140 años de prisión 

Por todos estos hechos la fiscalía pedía para los 22 acusados un total de 139 años de prisión, siendo la pena más alta de ocho años de cárcel y la más baja de dos años por delitos de pertenencia a grupo criminal, delitos de receptación y robos con fuerza en casa habitada.