Los excursionistas han dicho la suya. Cerca de un centenar de personas se han concentrado en la cima de la Mola, a las puertas del restaurante sito en esta montaña barcelonesa, contra el cierre del clásico establecimiento, que se hará efectivo este domingo.
"Una tristeza inmensa", lamenta en declaraciones a este diario Gemma Gimferrer, responsable del negocio hasta el momento, que a su vez agradece el gesto de los montañistas por el que ha sido su restaurante.
La consigna ha sido clara. "Queremos desayunar", han vociferado una y otra vez, pidiendo además la dimisión de Xesco Gomar por la decisión de la Diputación de Barcelona de no prorrogar la gestión del espacio para combatir la masificación.
14.000 firmas que caerán en saco roto
La protesta de este sábado es una expresión más de la oposición que ha generado el cierre unilateral del restaurante. Los hermanos Gimferrer, que han gestionado el negocio hasta ahora, han recogido 14.400 firmas que, sin embargo, caerán en saco roto.
Este domingo, expira el contrato y bajarán la persiana para siempre, aunque tendrán 10 meses por delante para completar el traslado y decidir qué hacen con el burro y las mulas con los que suben los víveres cada mañana y bajan la basura cada tarde.
La Diputación responsabiliza al restaurante de la elevada afluencia de excursionistas
La Diputación de Barcelona ha rechazado su prórroga porque cree que toca apostar por un modelo sostenible que, a su entender, no cumple el actual restaurante, al que responsabiliza de la elevada afluencia al parque natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac.
Algunas voces atribuyen la degradación de la zona al restaurante, pues es un reclamo para muchos de los más de 300.000 excursionistas que visitan el parque natural cada año. En cambio, desde La Mola consideran que el deterioro lo favorecerá el cierre del negocio, pues la gente seguirá subiendo igual, pero entonces no habrá nadie que recoja la basura ni que cuide del monasterio.
Cabe recordar que en lo alto de la montaña se encuentran, además del comedor, un monasterio del siglo X, declarado Bien de Interés Cultural Nacional (BCIN), así como servicios de visitas guiadas y otras actividades de interpretación, gestionados con un contrato de concesión que tampoco serán prorrogarados.